La nostalgia moderna ha tenido un profundo efecto en todos nosotros, llegando incluso a definir de alguna manera el zeitgeist anual, sobre todo para la Generación Z, esa ola de ‘consumidores inclusivos’ o soñadores socialmente progresistas que parecen controlar la narración de la era que nos está tocando vivir.
Una de las razones por las que late ese sentimiento colectivo cobra mucho más sentido con la teoría de Mark Fisher, tal y como recoge Dazed. Y es que, el filósofo señala que existe una creciente sensación de que la cultura ha perdido la capacidad de comprender y articular el presente, porque la idea de que exista un futuro parece carecer de sentido.
Esa idea post-apocalíptica atrae a todos los soñadores del mundo a un mismo núcleo de energía basado en una especie de romanticismo oscuro que parece rechazar el presente para evadirse en un pasado en el que encontrar un valioso refugio de serotonina.
El interminable efecto Y2K
Desde la película de Barbie hasta la moda Y2K o el ascenso al escenario global de bandas de K-pop, que actualiza el concepto de las girls-boys bands de los 2000. Esa nostalgia eterna ha ido estimulando todas las tendencias estéticas de este año, ya sea a través de remakes de Mean Girls, como de la vuelta de la cámara digital, de Phoebe Philo a la moda, del encuadre x 0,5 o de la estética 2000, que ha llevado a resplandecer la cultura con su efecto bling bling.
Esa fascinación se debe entonces al anhelo por el pasado y el rechazo a enfrentarnos a un presente acechado por la emergencia climática, el neofascismo occidental, la tragedia del genocidio palestino o la pérdida de derechos y valores, entre otros muchos asuntos que nos conducen a una disociación conjunta, más allá de a la creciente infantilización que persiste en la sociedad. Véase una de las últimas tendencias algorítmicas: la obsesión de internet por las figuritas coleccionables Sonny Angels.
La nostalgia se percibe ahora desde una ‘edad temprana’ por parte de las nuevas generaciones sumergidas en la inestabilidad constante, con pensamientos subconscientes de que el mundo podría colapsar en unos años, escapando de la realidad a través de sonidos de Black Eyed Peas o Destiny’s Child de fondo, rememorando escenas icónicas y/o haciendo un visionado superficial del pasado con unas gafas de ver de instituto estilo 2000, el labio perfilado, las uñas afiladas y un abrigo de pelo maximalista.
Por no hablar de la idolatría a iconos pop de los 00 como Paris Hilton o Britney Spears, que vuelven a copar todas las campañas en la industria, mientras las supernovas de los 90 Linda, Christy, Naomi y Cindy protagonizan de nuevo portadas de Vogue y un documental en Apple TV+; llevándonos a consumir grandes dosis de un producto que se siente del pasado en medio de un ciclo nostálgico que nos hipnotiza, mientras hacemos scroll y damos like a memes sobre traumas o ansiedades contemporáneas en un loop interminable.
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