La obsesión de la moda por la basura es un sentimiento que se ha extendido a lo largo de las últimas décadas, generando un gran archivo o cubo de diseños irónicos que abarcan desde las creaciones de Yohji Yamamoto hasta las de Gvasalia para Balenciaga. Nos adentramos en esta historia de amor-odio desde sus orígenes hasta la actualidad.
El trasfondo de este nexo reside, por lo general, en una declaración de intenciones y/o crítica de una realidad subordinada por la emergencia climática y el deshecho e incineración continua de infinitas cantidades textiles en “cementerios de ropa” apilados sobre paisajes naturales.
En medio de esta batalla entre la modernidad y la madre tierra, la basura se convierte en una fuente de inspiración para la moda, como pudimos ver en episodios recientes con la “trash bag” de Balenciaga o en la colección de Yeezy x GAP. En este sentido, la ética se superpone a la estética con un mensaje poderoso que atenta contra la segunda industria más contaminante del planeta.
A lo largo de la historia, grandes iconos del sector como Jeremy Scott han incluido y reimaginado la basura a través de sus colecciones. Ya en los años 80, los japoneses y maestros del diseño experimental Yohji Yamamoto o Rei Kawakubo remasterizaron el concepto de la basura a través de la moda: un acto de provocación del que beberían en los 2000 grandes diseñadores irreverentes como John Galliano o Alexander McQueen.
La colección de John Galliano para Dior supuso una gran revolución para el diseño venidero a través de una propuesta con prendas confeccionadas con estampados de periódicos emparejados con bolsas de plástico como las del supermercado. Una visión con la que iba mucho más allá de lo banal, superficial y elitista del sector para hacer referencia a los sin techo de París que estuvo observando con tristeza durante un largo periodo de tiempo.
Unos años más tarde, concretamente en 2009, Alexander McQueen volvió a extraer la belleza dentro del horror en su colección «The Horn of Plenty» con modelos enfundadas en vestidos esculturales con tocados hechos con bolsas de basura y latas de la calle. McQueen subía así al estrado de la pasarela una crítica hacia toda la basura que generamos y arrojamos los seres humanos en nuestro día a día.
Moschino FW17 se sumergió asimismo en las profundidades del océano y de la basura que brota de la tierra para dar vida a una nueva propuesta que girase en torno al elemento en cuestión. Jeremy Scott se inspiró en los residuos para proyectar toda una declaración de intenciones en torno al reciclaje y el upcycling que muchas firmas ya han puesto en práctica en la actualidad. Sus modelos desfilaron vestidos con cajas de cartón, bolsas negras y cortinas de ducha, encumbrando a la alta moda todo ese collage artístico de basura.
ENTRE LA CONFUSIÓN Y LA FASCINACIÓN
Todas esas revisiones creativas y colecciones quedarán para siempre enmarcadas en la historia de la “moda basura”. Aunque verdaderamente, y a corto plazo, lo que recordemos sea la elevación de la basura a objeto de culto o accesorio viral por parte de Balenciaga. Demna, para su colección FW22, volvía a perturbar los códigos de la moda y a ironizar con otro objeto imprescindible de la vida cotidiana como la bolsa de basura, que transformó en un bolso de lujo de 1.400 euros. Por no hablar de la polémica colección de Yeezy x GAP a través de la cual Kanye West metió las prendas en enormes bolsas de basura en lugar de en clásicos expositores.
La realidad es que en todas estas propuestas la polémica se sirvió en grandes dosis. Aunque como todo en la vida, la basura en la moda puede interpretarse bajo dos perspectivas: como un insulto a nivel social o meta-insulto a la propia moda en sí, o como un acto político o revolucionario en pos del planeta.
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