Desde las botas de combate hasta las parkas o el tono caqui: la influencia del uniforme del ejército en la moda ha sido innegable, desbloqueando todas las micro-tendencias para permanecer décadas en el núcleo del sistema.
Sin embargo, de ese sólido archivo, ha habido una prenda que ha destacado sobre el resto por su gran ‘aportación militar’ al mundo estético: el pantalón cargo.
La piedra angular del uniforme de combate
Los orígenes de esta prenda se remontan a la Gran Bretaña de 1938, como una pieza del uniforme de batalla militar caracterizada por ciertos elementos como sus bolsillos en el muslo y en la cadera con el fin de resistir las adversidades del combate moderno.
Debido a la funcionalidad y utilitariedad intrínseca en la prenda, el ‘British BattleDress’ evolucionó y traspasó las trincheras y/o las fronteras para popularizarse en el ejército estadounidense en 1940 bajo el marco de la 2WW.
Sus bolsillos fueron ampliados ligeramente para la división de Paratrooper de EE.UU., utilizados para almacenar mapas o municiones adicionales, ya que las tropas se vieron obligadas entonces a usar equipos más grandes.
En Estados Unidos, William P. Yarborough, comandante de las Fuerzas Aerotransportadas del Ejército estadounidense, recibió el encargo de reinventar el uniforme que llevaban los paracaidistas del ejército, introduciendo más bolsillos para cargar con todo el peso de sus armas. Yarborough sustituiría entonces los monos por el uniforme de dos piezas con amplios bolsillos llamado M42.
El diseño evolucionó hacia los pantalones de lona de algodón en el uniforme británico con grandes bolsillos, que sufrió una serie de variaciones con fits más estrechos y otro tipo de materiales que acabaron rediseñándose para adaptarlos al clima tropical de los bosques húmedos de Vietnam en los 60.
La cargo-manía contemporánea
De los años 50 a los 70, la ropa de inspiración militar traspasó otras esferas: la de los escaladores, excursionistas, campistas, cazadores o pescadores que optaron por enfundarse en esta prenda funcional y estética para desarrollar sus actividades. En la década de 1980-90, los pantalones cargo pasaron a ser de las tribus urbanas asociadas al hip hop, al skate o al breakdance dentro de la escena underground.
En este sentido, este arquetipo de la moda masculina que extrajo en su día la belleza del horror de la Segunda Guerra Mundial, ha trascendido con el paso del tiempo oleadas generacionales, movimientos y subculturas marginales hasta llegar a subirse al estrado de la alta moda.
Tal y como recoge NSS de los archivos de WWD, las primeras menciones de los pantalones cargo pertenecen a la industria del denim. Su aparición se constata en la pasarela SS95 de la Semana de la Moda de París de la mano de Claude Montana.
Más adelante, llegarían los excéntricos años 2000 del tiro bajo y el bling bling con pantalones cargo de DIOR convertidos en piezas it de las celebrities que entraban cada vez más en la narrativa global de la moda, con una actualización definitiva en las colecciones de 02-03, y la interpretación de Nicholas Ghesquiere para Balenciaga 002, que los elevaba al lujo; así como harían Jean Paul Gaultier y Dolce & Gabbana, popularizando los pantalones cargo en sus colecciones.
Del Y2K a SS24
El 2003 fue uno de los años más relevantes de la historia del cargo, posicionándose como la prenda más vendida de la temporada primaveral. Una evolución, e incluso culto a la pieza, que ha podido verse ahora reflejada a lo largo de las colecciones de SS24, ganando fuerza y solidez en las propuestas escenificadas sobre las grandes capitales de la moda a nivel mundial.
La esencia militar se canalizó sobre la pasarela en distintas formas y versiones en distintos materiales, cortes o drapeados que inyectan la elegancia en la prenda, tal y como pudimos ver en la propuesta de Saint Laurent, estructurada en torno a la chaqueta safari, que incluía pantalones cargo XXL combinados con tops ultra ajustados.
Esa exploración infinita del cargo a través de variaciones en bolsillos, alturas, materiales o volúmenes fue asimismo activada por otras marcas como Balenciaga, Junya Watanabe, Marine Serre o The Attico, vislumbrando la eterna resistencia de esta prenda y su trascendencia en la realidad apocalíptica.
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