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¿El exceso de belleza digital está destruyendo nuestras expectativas en las citas?

Internet no solo nos bombardea con la idea de lo que es la «perfección», sino que nos engaña haciéndonos pensar que esas personas están al alcance de un clic.

¿El exceso de belleza digital está destruyendo nuestras expectativas en las citas?

Internet está lleno de personas atractivas por todas partes. Los algoritmos están diseñados para premiar aquellos que son más jóvenes y simétricos. Y no solo eso, las celebridades nos muestran su vida «detrás de cámaras», que parece un sueño; y, por si fuera poco, tanto el porno como la IA nos empujan a idealizar la juventud y la belleza. Y si a eso le sumas los filtros de Instagram, Facetune, el anillo de luz y los ángulos estratégicos, todos estamos viviendo en un universo paralelo donde la belleza parece estar en un nivel completamente diferente. Es como si la realidad fuera una versión inferior de lo que vemos online, y eso, créeme, está reconfigurando nuestras expectativas, no solo de la belleza, sino de lo que es realmente atractivo.

Es un hecho: los standards de belleza irreales en internet están destrozando nuestra autoestima y nuestra salud mental. Tampoco podemos pasar por alto en todo este drama digital lo difícil que es conocer a alguien y tener una cita. Cada vez es más común escuchar que los hombres califican a actrices como Sydney Sweeney o Margot Robbie como «mediocres» o les ponen un 7 de 10 en la escala de belleza. «En los viejos tiempos, [los hombres] veían como 200 chicas atractivas en toda su vida y ahora es lo que ven al día», dice la influencer Tinx. Más de la mitad de los adultos estadounidenses dicen que sus citas han empeorado en los últimos diez años. ¿La sobreexposición a personas guapas ha disparado nuestros estándares?

@thechrissyclark_

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♬ original sound – Chrissy Clark

Y sí, hay ciencia detrás de esta teoría. Sabemos que lo que encontramos atractivo está condicionado por las influencias culturales. Los medios de comunicación, en su afán de vendernos lo que “deberíamos” encontrar como deseable, nos meten en la cabeza un ideal de belleza que, por ende, se transmite directamente a las aplicaciones de citas y los encuentros ocasionales. Hace no tanto, los estándares de belleza solo los veíamos plasmados en revistas o películas; ahora, cualquier persona con acceso a Internet, con solo un clic, tiene acceso directo a esas personas que tenemos como referentes de belleza y que definen el concepto contemporáneo de “perfección”.

Un estudio de Carlota Batres, profesora de Psicología, lo dejó claro en 2014: aquellos con acceso constante a Internet tendían a preferir a hombres más masculinos y mujeres más delgadas y femeninas. La influencia de la web en nuestra percepción de la belleza es real, y como explica Batres, lo que vemos más seguido – sea en línea o fuera de ella – condiciona lo que consideramos atractivo. Y no es de extrañar que, cuando salimos de nuestra burbuja digital, nos choque el contraste: la gente de carne y hueso, con imperfecciones y texturas naturales, no tiene la misma “magia” que los rostros perfectos que encontramos en nuestras pantallas.

Michelle Drouin, psicóloga experta en relaciones, lo pone aún más claro: «Nos hemos acostumbrado tanto a las imágenes perfectas que vemos online que creemos que eso es lo real… Si no tienes esa atracción inicial, si no te impacta como lo hace en la perfección digital, ¿qué te hará interesarte por alguien en el mundo real?”. En otras palabras, lo digital nos ha hecho desensibilizarnos a la realidad, y lo que antes nos impresionaba ya no tiene el mismo impacto.

Pero lo más perverso de todo esto es que Internet no solo nos bombardea con la idea de lo que es la «perfección», sino que nos engaña haciéndonos pensar que esas personas perfectas están al alcance de un clic. Los creadores de contenido nos venden una falsa sensación de accesibilidad, y las apps de citas parecen un buffet de opciones infinitas. Magdalene Taylor lo explicó en The New York Times: “Nunca deberíamos haber sido expuestos a la idea de que el mercado de citas es un pozo sin fin de personas”. El propio Hinge refleja este problema: después de navegar por los los perfiles premium, cualquier cosa en el algoritmo básico ya no te parece tan atractivo.

Y aquí entra el porno. Aunque muchos hablan sobre cómo la pornografía afecta la sexualidad, pocos se han detenido a pensar en cómo cambia nuestras expectativas. El terapeuta Rob Weiss señala que, aunque la sobreexposición al porno no cambia directamente las preferencias sexuales, sí nos hace buscar una versión más “idealizada” de lo que ya nos gusta. El “hiperestimulo” visual puede generar problemas para conectar con la realidad. «El problema surge cuando esas imágenes se convierten en nuestra norma; entonces, la vida real ya no nos parece tan interesante». Y esto, créeme, afecta tanto a hombres como a mujeres.

El “Tercer Estándar” (como lo llamo yo) puede afectar a todos los géneros, pero parece que los hombres heterosexuales son los más vulnerables. La omnipresencia de la mirada masculina hace que las imágenes de mujeres perfectas estén por todas partes, mientras que las mujeres tienden a ser las creadoras de contenido. A esto hay que sumarle la biología básica: “La teoría evolutiva dice que los hombres están más interesados en el atractivo físico”, apunta Drouin. También existe un uso mucho mayor de la pornografía y la búsqueda de sexo online entre hombres, lo que significa que están constantemente expuestos a este contenido.

Entonces, ¿cómo podemos resetear nuestra percepción de belleza y dejar de enfocarnos solo en lo físico, para redescubrir lo importante en una pareja real? Aunque desconectar completamente de esta matriz de perfección es casi imposible, ser conscientes de cómo nos afecta y limitar nuestro tiempo online podría ser un buen primer paso. “Deberíamos ser más conscientes de cómo las redes sociales afectan nuestra visión de la belleza”, aconseja el psicólogo Justin Lehmiller. “Y, como con todo, usar estas tecnologías en dosis más pequeñas es lo mejor”. Porque, como dice Weiss, si les quitas el porno a los hombres, las cosas empiezan a cambiar.

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