Cinco años han pasado desde que Joel y Ellie cruzaron juntos un país devastado, repleto de heridas abiertas, tanto físicas como emocionales. Cinco años desde que vimos cómo la esperanza se convertía en una decisión moral que lo cambiaría todo. Ahora, The Last of Us regresa con su segunda temporada y, con ella, vuelve esa mezcla de angustia y belleza que convirtió a la serie en un fenómeno global. La serie rompe con todo lo que creíamos seguro, para explorar lo más incómodo y lo más humano. Porque si algo nos enseña esta nueva temporada, es que cada decisión tiene un precio.

La nueva entrega llega en exclusiva a Max con un total de siete episodios que prometen más intensidad, más tensión emocional, la misma belleza cinematográfica y una carga dramática que supera incluso lo visto en la primera temporada. Esta no es solo una continuación. Es una evolución. No se trata de repetir la fórmula que arrasó en premios, en audiencia y en conversación social. Se trata de elevar la historia a otro nivel. Llevarla más lejos. Hacerla más peligrosa, más dramática, más real.
Joel y Ellie han encontrado un hogar en Jackson, una comunidad que representa lo más parecido a una vida normal dentro de un mundo que dejó de ser normal hace mucho. Casas de madera, luces cálidas, comida en la mesa, risas de fondo, niños corriendo. Casi se siente como una ficción dentro de otra ficción. Pero en el universo de The Last of Us, toda calma es apenas un espejismo. Porque lo que está enterrado bajo la superficie —los traumas, las decisiones, las verdades que no se dijeron— siempre termina saliendo a la luz.

Desde sus primeros minutos, la serie deja claro que ha crecido con sus personajes. Ellie ya no es una niña. Joel tampoco es exactamente el mismo hombre. Sus vínculos se han fortalecido, pero también enrarecido. Hay una tensión contenida en cada gesto, en cada mirada. Y lo que antes era supervivencia pura, ahora se convierte en una batalla interna mucho más profunda. Las emociones pesan más que las armas. La carga psicológica es el verdadero monstruo.
El segundo episodio, estrenado el 21 de abril, marca un antes y un después. Y sin entrar en spoilers, podemos decir que redefine todo lo que creíamos saber sobre esta temporada. Un fenómeno emocional que solo consiguen las historias que logran conectar con algo muy profundo. Ese es el poder de The Last of Us: no se conforma con entretenerte, quiere marcarte.

Más allá de la narrativa, la dirección de arte, la fotografía y el sonido continúan siendo elementos que elevan la serie por encima de cualquier etiqueta de “ficción post-apocalíptica”. Hay una estética de la ruina que recuerda más a moda distópica que a ciencia ficción tradicional. Las luces tenues, los verdes podridos, los cielos grises. La suciedad, el óxido, la sangre. Todo parece diseñado para convivir con el dolor, como si lo estético también fuera una forma de resistencia. La violencia está presente, pero no como espectáculo, sino como reflejo. Aquí, cada herida tiene una raíz emocional.
Bella Ramsey y Pedro Pascal consolidan una dupla actoral que ya ha hecho historia. Sus interpretaciones en esta temporada son más contenidas, más afiladas, más reales. Hay algo en sus silencios que lo dice todo. En sus gestos, en las pequeñas rupturas que muestran sin necesidad de gritar. La evolución de Ellie es especialmente intensa. Ramsey transmite una dureza que es puro mecanismo de defensa, pero también una fragilidad que traspasa la pantalla.

La temporada 2 no solo profundiza en los conflictos internos de sus protagonistas, también amplía el mundo. Nuevos personajes entran en juego. Nuevas tensiones aparecen. Nuevos códigos morales colapsan. Todo lo que parecía seguro, deja de serlo. La serie no se guarda nada. Y eso se siente. The Last of Us vuelve a posicionarse como un referente de lo que significa contar una historia con ambición artística y profundidad emocional. Y con esta nueva entrega, reafirma que sigue liderando la conversación cultural con contenido que no solo se ve, se siente.
Si aún no has comenzado la temporada, este es el momento. Cada lunes, un nuevo episodio estará disponible hasta el 26 de mayo. Y si no viste la primera temporada (¿en serio?), puedes encontrarla completa en Max para maratonearla y ponerte al día. Eso sí, prepárate emocionalmente. Porque esto no es una historia sobre un virus. Es una historia sobre lo que queda cuando ya no queda nada. Sobre cómo seguimos adelante cuando todo nos arrastra hacia atrás. Sobre amor, culpa, pérdida, y la insoportable dificultad de tomar decisiones en un mundo roto.
Prepárate porque lo que viene va a ser intenso. Aún no hemos visto lo peor. O lo mejor. Porque en The Last of Us, el dolor también puede ser belleza. Y la belleza, una forma de resistencia.
Para ver la serie entra en max.com.
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