Willy Chavarria no diseña ropa. Diseña contexto. Diseña herencia. Diseña sistemas que han sido rotos y reconstruidos por las manos que rara vez aparecen en las pasarelas. La primera entrega de su colección SS25, titulada América, no es solo una propuesta estética: es un archivo emocional y político envuelto en sastrería con detalles streetwear. Es un statement que no grita, pero pesa.
Presentada inicialmente durante la Semana de la Moda de Nueva York en septiembre pasado, América es, según el propio Chavarria, una carta de amor —y protesta— a la historia colectiva de quienes han sostenido la estructura del llamado «sueño americano». No los protagonistas de los titulares, sino los que limpian las oficinas, los que plantan la comida, los que recogen la basura y los que, aún sin nombre en Wikipedia, construyen país.
“Me inspiré en el Movimiento de Trabajadores Agrícolas Unidos, en los movimientos de derechos civiles, en la liberación femenina… pero también en ese trabajador que entra a la tienda de AT&T con su nombre en la camisa y su llavero colgando del bolsillo”, decía Chavarria. Ahí está el núcleo: la mezcla entre mito americano y realidad cruda.
Y eso se nota en cada pieza. Pantalones de lona resistentes, en tonos “Trigo”, “Pea Coat” y “Pearl”, que se ciñen con funcionalidad pero sin perder elegancia. Llaveros que cuelgan como símbolo de pertenencia. Camisas con el sello “Willy Chavarria Fashion Services”, combinadas con corbatas que remiten a un uniforme de respeto sin jerarquía. Todo evoca la estética obrera, pero elevada, reinterpretada desde la sensibilidad queer y la poética del esfuerzo. Esta no es ropa para pertenecer a un club exclusivo; es ropa para rendir homenaje al trabajo invisible.
Más allá del corte y la tela, hay una narrativa. Una genealogía. La colección toma como referencia directa a los propios padres del diseñador —una madre irlandesa-estadounidense y un padre mexicano-estadounidense que trabajaron la tierra como agricultores inmigrantes en el Valle de San Joaquín, California. Es una manera de hablar de clase, de raza, de migración y de orgullo sin caer en el folklore ni en la victimización. Es política textil.
Las camisetas y gorras que completan la gota vienen desgastadas, con ese acabado que no intenta imitar lo vintage, sino que parece haber sobrevivido una vida. Llevan estampada la palabra “América”, el logotipo de la ACLU (American Civil Liberties Union), y gráficos inspirados en productos populares. Son artefactos culturales más que accesorios. Objetos con ideología.
En un momento donde la moda tiende a convertirse en una coreografía de hype sin sustancia, Willy Chavarria vuelve a recordarnos que el estilo no solo se lleva, se encarna. Que hay belleza en lo cotidiano, en lo usado, en lo resistente. América no es solo una colección: es una declaración de principios. Una invitación a mirar hacia abajo, hacia los cimientos, hacia quienes realmente han sostenido este país desde la tierra hasta las fábricas.
La primera entrega ya está disponible en willychavarria.com.
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