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Prada SS26 y la búsqueda del silencio en la era del ruido

El desfile SS6 de Prada representó un gesto insólito: una renuncia deliberada al estruendo, una apuesta por la contención, por la pausa.

Prada SS26 y la búsqueda del silencio en la era del ruido

En la acelerada cadencia de la moda contemporánea – donde el exceso visual, la sobreestimulación conceptual y la inmediatez informativa parecen haberse convertido en dogmas -, el desfile SS6 de Prada representó un gesto insólito: una renuncia deliberada al estruendo, una apuesta por la contención, por la pausa, por una cierta forma de introspección. Lejos del ruido ensordecedor de las narrativas impuestas, Prada presentó una colección que, más que anunciar, insinuaba; más que definir, sugería.

Bajo el título “Un cambio de tono”, Miuccia Prada y Raf Simons articularon una propuesta que se aleja de la retórica habitual del espectáculo de moda. El desfile, celebrado en el Deposito de la Fondazione Prada, fue despojado de artificios: un espacio industrial dejado prácticamente en estado puro, bañado por luz natural gracias a las ventanas deliberadamente descubiertas, y apenas intervenido por unas alfombras peludas con forma de flor. Por primera vez, el espacio no fue transformado.

Silencio, calma, equilibrio

Raf Simons lo dijo con claridad tras bastidores: la clave de esta colección es la calma. Una palabra que, en el contexto del lujo y la moda de pasarela, suena casi provocadora. Sin embargo, lejos de significar complacencia o neutralidad, la calma que Prada invoca es una forma de resistencia estética: frente a la velocidad de consumo, frente a la saturación de símbolos y significados, una moda que observa, que respira, que desacelera.

La colección desplegó un juego refinado de contradicciones y contrastes. Prada, firme defensora del pantalón corto como elemento central del vestuario masculino moderno, llevó esta vez su minimalismo a un extremo deliberado: minúsculos shorts ceñidos al cuerpo, a menudo ocultos bajo chaquetas de cuero o gabardinas livianas. A esta economía de tela en las piernas le respondía una generosidad inusual en las camisas, de inspiración safari, que caían hasta media pierna y modificaban el equilibrio visual.

Hubo, asimismo, superposiciones que desafiaban la lógica funcional del verano: prendas deportivas con trajes clásicos, piezas exteriores robustas acompañadas de ropa interior apenas visible. Todo parecía indicar que esta colección no pretendía vestir al cuerpo para un clima, sino para un estado mental: la suspensión de la linealidad narrativa, la libertad del impulso, la posibilidad de un gesto sin justificación.

El sombrero como metáfora

Uno de los elementos más comentados fueron los sombreros de forma cónica, a menudo acompañados de filamentos que descendían sobre el rostro, velando parcialmente la identidad del portador. Más allá de su excentricidad formal, estos tocados funcionaban como emblemas de una actitud: ocultarse no como negación, sino como afirmación. En un mundo que impone la visibilidad permanente, Prada propone el derecho a desaparecer, a proteger el rostro, a preservar el misterio.

No es casual que las notas del desfile hablasen de un “desmantelamiento del significado y del poder”. Prada parece haber comprendido que el acto de no explicar, de no reducir el vestuario a un discurso unívoco, puede ser un acto profundamente político. La casa italiana elige la ambigüedad como método y el silencio como ética. Entre los asistentes se encontraban nombres como Riz Ahmed, Harris Dickinson, Benedict Cumberbatch, Stormzy, Kai, Sana, Lee Dohyun o Anthony Edwards.

Epílogo: hacia una moda sin gritos

Prada SS26 no es una ruptura con el pasado, sino una inflexión sutil, un desplazamiento de tono – como bien indica el título – que cuestiona los códigos dominantes sin necesidad de confrontarlos directamente. Es una moda que se atreve a hablar en voz baja, incluso cuando el mundo espera gritos. Una moda que no abandona la sofisticación, pero que la pone al servicio de la introspección. Una moda que no busca imponer, sino sugerir. En ese gesto, profundamente estético y decididamente filosófico, Prada recuerda algo esencial: que la verdadera elegancia reside, quizá, en saber cuándo callar.

Sabrina Carpenter se convierte en el rostro de Prada Beauty.

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