En una era donde el SPF es más importante que el café matutino y donde hablar de retinol ya no es exclusivo de dermatólogos, aparece una tendencia que parece sacada de los días dorados de MySpace y las campañas de Abercrombie de 2013: simular quemaduras solares como si fueran accesorios de verano.
Sí, estamos hablando del sunburn blush y las tanlines falsas. Maquillarse para parecer ligeramente insolados es, al parecer, el nuevo fetiche estético de TikTok. Un guiño nostálgico a los veranos de principios de los 2000, donde cuanto más rojx y marcadx por el sol, más “deseable” te veías. ¿Recuerdas esas campañas donde el tono bronceado era sinónimo de status? Pues han vuelto.
La tendencia no ha nacido en TikTok, pero sí ha sido ahí donde ha alcanzado su punto más viral. La hemos visto reinterpretada por perfiles de belleza, estéticas de archivo, e incluso por celebridades como Sabrina Carpenter o Addison Rae, quienes han coqueteado con este imaginario solar que mezcla juventud, verano eterno y un cierto descuido calculado.
A nivel técnico, se trata de aplicar blush en puntos estratégicos para simular ese tono rojizo post-playa. Algunas dibujan las clásicas líneas de tirantes con corrector claro o bronzer, otras incluso usan plantillas y spray bronceador para recrear las marcas de bikini. Aunque el daño es simulado, el gesto tiene peso simbólico: convertir en look una quemadura solar implica resignificar algo que, en la vida real, está ligado al deterioro de la piel, al envejecimiento prematuro e incluso al cáncer.
Y ahí es donde el TikTok explota. Por cada usuaria que aplaude la tendencia como un juego estético inofensivo, hay otra que la cuestiona desde la ética del skincare: ¿realmente queremos volver aspiracional algo que llevamos décadas intentando erradicar? ¿Es responsable romantizar el daño solar, aunque sea de manera ficticia? Las críticas no vienen solo del mundo dermatológico. Muchas voces acusan a esta estética de trivializar los efectos reales del sol en ciertos cuerpos.
Más allá del debate sanitario, hay una lectura cultural imposible de ignorar: la piel bronceada sigue funcionando como símbolo de ocio, privilegio y pertenencia estética. Es un imaginario que viene de lejos: desde los años 20, cuando Coco Chanel volvió accidentalmente cool el bronceado, hasta las campañas de los 2000 donde el “glow” dorado era el uniforme del deseo.
Si entiendes que este look es una performance, una simulación estética sin pretensiones médicas, y si lo usas sabiendo que el daño solar real no es un juego, adelante: juega con el blush, marca tus líneas falsas, vive tu fantasía sunkissed desde el maquillaje. Pero si al verte al espejo piensas que esa marca roja también se ve sexy cuando es de verdad… detente. Porque ni la nostalgia Y2K ni los likes justifican poner en riesgo tu piel. Y recuerda: ningún trend merece que termines en la consulta del dermatólogo.
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