La primera vez que Carín León (Hermosillo, México, 1989) llegó con su música a Madrid, en noviembre de 2024, se subió al escenario no las tenía todas consigo: “Lo veía algo imposible; dicen que el madrileño es un público exigente, uno de los más difíciles de entrar, pero que si entras es el más fiel”. Aquel concierto “de avanzadilla”, como a él le gusta llamarlo, el cantante mexicano rompió el récord de aforo en el Wizink Center, que hasta entonces lo ostentaba Metallica, y se hizo con 17.426 fieles.

A Óscar Armando Díaz de León no se le sube a la cabeza. A estas alturas ya sabe demasiado bien que por cada grupo de fieles nacen otros tantos críticos dispuestos a dar la batalla en redes sociales. “He aprendido a abrazar al hater”, dice reconciliado con la ola de memes que se burlaban del joven cantante que gesticula raro, como con la boca chueca (de ahí el nombre de su álbum anterior). Carín León tiene claro que ese también es él: “Es mi marca, y no va a cambiar porque la gente me lo esté diciendo”. Y así es como el cantante ha construido una personalidad única, ranchero, pero actual, entre el niño friki amante de Dragon Ball y el adulto mexicano influenciado por las telenovelas; entre Quique González (a quien homenajea en su versión de Aunque tú no lo sepas) y el corrido. Orgulloso de sus tradiciones…
HIGHXTAR (H) – ¿Podría decir que eres el C. Tangana mexicano, que recupera la tradición y la moderniza?
CARÍN LEÓN (C) – Vaya, C. Tangana es uno de mis grandes referentes y de los artistas que más admiro. Creo que Tangana se cuece aparte; sería muy basado [top] para mí. A mí sencillamente me gusta que me cataloguen como un loco que le gusta la música y está bien orgulloso de sus raíces. Y a quien le gusta conectar, claro. He vivido y escuchado tantos géneros, tanta música, tantos autores… Trato de poner un poco de todo ello en mi música de una manera no forzada. Y siempre en busca de las raíces: siento que hay un punto cero de donde partió toda la música humana, y trato de llegar a él, y me divierto mucho haciéndolo.
(H) – Sobre esos orígenes hay muchos sonidos reconocibles en tu música: desde el estilo norteño, al de viento de Oaxaca, de Sinaloa… Todo suena mexicano, ¿pero qué es la música mexicana?
(C) – Tratar de descifrar qué es la música mexicana es algo que todavía nosotros mismos estamos en ello. La riqueza es tan grande… Imagínate, cada 200 kilómetros hay una manera diferente de decir las cosas. Yo trato de conectarlo todo y unir la música mexicana con la música del mundo también; abrirle una puerta a la salsa, a la bachata, al flamenco… La música es música y yo trabajo con los sonidos que tengo más a mano, con los que estoy más familiarizado, que son mis sonidos mexicanos.
(H) – Hablando de mezclar, ¿cuáles son las colaboraciones que más te han enriquecido?
(C) – Este año hemos cumplido muchos sueños. Precisamente, la colaboración que tenemos con C. Tangana [Cambia!, en El Madrileño] fue para mí algo que me vino a decir, “hey, atrévete”. Creo que fue una de las chispas que me permitió lanzarme a hacer lo que yo quería escuchar. La canción que tenemos con Alejandro Sanzo o la que acabamos de lanzar con Cody Johnson, uno de mis máximos referentes de la música country, o lo que estamos preparando ahora con Teddy Swims también.
Viene un disco muy importante donde colaboro con… Creo que lo podemos decir ya, ¿no? Estamos haciendo un disco de fusión de flamenco con regional mexicano, con nombres como Niña Pastori, El Cigala, Canelita… Es una locura. Y de la mano de unos grandes amigos productores, de mi compa Edu, mi compa Jimbo, van a salir cosas muy interesantes, cumpliendo muchos sueños y llevando la música hacia otros horizontes también.
(H) – La música no tiene fronteras ni tampoco edad. Pero para los mayores hay algo que quizá pase desapercibida a los más jóvenes: cuando se escucha el disco entero de principio a final, que es una cosa muy ‘boomer’, una se da cuenta de que muy bien Carín no está; primero súper enamorado, luego roto, luego otra vez arriba…
(C) – Vaya, creo que sí soy una ruleta rusa de emociones, perdón, una montaña rusa [ríe]. Siempre o estoy arriba, o estoy abajo, o estoy de malas, o estoy de buenas, creo que todos los artistas tenemos un punto de locura para hacerlo interesante. Pero aparte es normal que esté trabajando en cuatro o en cinco álbumes al mismo tiempo. Entonces, hay tantas canciones que luego me toca seleccionar: qué quiero mostrar en Boca Chueca, o qué quiero mostrar en Palabra de Todos, porque cada álbum tiene su concepto, un trasfondo que es más que solo canciones y música. Por ejemplo, Palabra de Todos era un álbum que estaba enfocado directamente a las letras, directamente a la palabra. Y en Boca Chueca quería invitar a abrazar cosas por las que te critican, de abrazar los demonios y decir, sí, tengo todos estos errores, pero también forman parte de mí.
“He aprendido a abrazar al hater”
(H) – Arriba y abajo, pero también, algo que tiene en común la música mexicana: unas letras desgarradas como el corazón de un adolescente; morir de amor o morir de desamor, pero morir.
(C) – Somos muy dramáticos. Es que vivimos toda la vida viendo novelas, con todo ese drama, que nos encanta. Creo que también es el sello, ¿no? Se impregna no sólo la música mexicana, sino en Sudamérica, es nuestra manera de escribir y de contar las cosas. El vallenato, por ejemplo, con esas letras tan despechadas, tan de corazón.
Las letras de tus canciones tienen un punto literario y en más de una ocasión cuentan una historia que no se revela hasta el final.
Me gusta mucho el ingenio que tienen las letras de nuestro género, y la facilidad para hacerlas populares y digeribles, pero al mismo tiempo que cuenten algo de verdad. Dentro de ellas había mucha poesía también en algunas canciones; hoy en día, conservan el ingenio, el cómo decir más con menos. Eso es en lo que yo me enfoco mucho: que la poesía se muestre de una manera muy sencilla, y que sea un puente para llegar a cosas más complicadas también. Y así conforme va pasando el tiempo, desnudamos un poquito ese lado de Carín. El siguiente paso está en la segunda parte de Boca Chueca, que lanzaremos a finales de septiembre, y que muestra un parte menos naíf, más elaborada de la música de Carín.
(H) – ¿Es complicado convencer al público de estos giros de timón? ¿Cómo has llevado el proceso de crecimiento como artista, desde las alabanzas en el periodo de descubrimiento a las primeras críticas?
(C) – Al principio, creo que cualquier artista busca la atención. Después, yo duré mucho tiempo sin recibir ninguna crítica, solo comentarios positi- vos. Pero obviamente no a todo el mundo le va a gustar lo que tú haces. Y cuando las críticas llegan hay un periodo de digestión. Sobre todo el hate. Hoy he entendido que las críticas tienen más que ver con uno mismo que con la persona a la que se critica. Te das cuenta de que hay mucha gente que tal vez te esté tirando mucho odio, pero no sabes qué vida tiene. Yo fui muy hateado por mi manera de cantar, porque tuerzo mucho la boca, y se hicieron memes y todo. Entonces dije, ok, pero eso es mi marca, eso soy yo, eso nunca va a cambiar. Y aprendí a abrazar al hater. Cuando hay crítica también quiere decir que estoy haciendo bien las cosas y entendí que los artistas para crecer deben incomodar un poquito a la gente también. Me gusta en cierta manera provocar un cuestionamiento a la gente: siento que nadie se cuestiona nada hoy en día, todo el mundo recibe tal cual; y trato de darle cosas ahí que les molesten un poco a veces.
(H) – ¿Y cómo recibieron Boca Chueca aquellos haters de los memes sobre tu gesticulación?
(C) – Creo que mató aquellas críticas. Pero siempre va a haber algo, siempre va a haber un tema nuevo, una crítica nueva. Pero la clave es estar siempre presente de una manera genuina y honesta. Esto también fue un momento importante para mi carrera: estar en el show de Jimmy Fallon cuando salió eso, por ejemplo, fue un impulso importante para nuestro género y para mí. Y de repente saco Boca Chueca y gana tantos premios: el mejor disco regional del año, el Grammy Latino…
La mejor manera en que puedes callar bocas es haciendo cosas. Por eso siempre me mantengo callado pero activo.
Hoy los artistas se ponen diez mil cambios para salir en una entrega de premios. Pierde el estilo y sale ganando el ‘stylist’. Hay que volver a la marca personal, todos recordamos a Elvis con un traje. Yo no me quito el sombrero.
(H) – ¿Y las redes sociales? Llevarlas al día puede llevar más tiempo que trabajar.
(C) – Sí, hubo un tiempo en el que eliminé mi Instagram y todo eso, porque se pierde mucho tiempo. Nos empezamos a olvidar de la del mundo de verdad y vivimos un montón de cosas en las redes que hacen un desmadre en tu cabeza, en tus oídos; y al rato piensas y te das cuenta de que ni las ideas que tienes son tuyas, o sea, son de otra gente.
Ahí decidí soltar y volver a lo básico. A la gente que tienes alre- dedor, cuestionarte tus propias ideas, volver a discernir. Y que ya no me tardo 20 minutos en el baño con el teléfono, ya no estoy perdiendo el tiempo. Ahora uso las redes de una manera más consciente y razonada. Entonces tengo mis momentos y las uso, pero de una manera más consciente, de una manera más razonada.
(H) – A vueltas con lo genuino y lo personal, tú tienes un estilo vistiendo también muy particular, como vaquero o ranchero.
(C) – Esto fue a partir de mi disco Inédito, que era uno de mis primeros intentos de llevar la música mexicana hacia lo que me gustaba a mí, con tintes rock, pop. La ropa vino de la mano de la música. Con algo de miedo aún, metimos una balada en aquel disco; pero me dije “que no me castiguen en una cena”, así que la metí como bonus track. Luego fue la mejor canción del disco y ahí empecé a entender que sí podía ser yo mismo y vivir de esto. Y empecé a mostrarme tal cual también en mi ropa. Me di cuenta de lo importante que es tener una marca, de volver a lo gráfico. Todos recordamos a Elvis Presley con un traje, o a Michael Jackson. Y yo no dejo el sombrero. Creo que esto hoy se ha perdido mucho: hoy la ropa es la protagonista y no la artista. Vemos que se ponen diez mil cambios para salir en una entrega de premios. Pero no es tan memorable, se pierde el estilo y sale ganando el stylist.
Mi forma de vestir es con lo que yo me siento cómodo y la que expresa más cosas sobre mí: ranchero con un aporte de rock. Me gusta que la gente la identifique con Carín también. No es que lo haga intencionadamente, por ejemplo, el sombrero chueco, lo llevo así porque me gusta, porque no aguanto una gorra tres minutos por mi ansiedad, pero un día me dejé caer el sombrero así y me gustó y lo adopté con más gusto cuando vi que también fue motivo de crítica, de si está torcido o recto… Para mí fue, ok, incomodando tienes atención.
(H) – ¿Cuáles son los referentes de tu estilo ranchero en el diseño de moda?
(C) – Hoy en México soy muy fan de Campillo. Me gusta cómo introduce la tradición mexicana de la moda en lo mainstream. Más que lo mexicano últimamente he estado usando también mucha ropa estadounidense, de marcas que están trabajando mucho este rollo de las camisas mexicanas. Vemos que lo mexicano está entrando en muchos sectores, y en la ropa se ve mucha tendencia mexicana también.Pero también he salido a shows con camisetas de Walmart, que es lo más cómodo [ríe].—
Descubre el resto de la entrevista en el número 2 de HIGHXTAR.
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