ERL, la marca californiana de culto dirigida por Eli Russell Linnetz, vuelve a trazar los límites entre el arte performático y la moda utilitaria con el lanzamiento de un nuevo objeto de deseo: una chancla monumental con estética de fetiche y un precio de cuatro cifras.
La sandalia —bautizada con precisión quirúrgica como Huge Flip-Flop— representa la evolución lógica (y provocadora) de una firma que ha hecho del imaginario Y2K, la iconografía del surf y la sensualidad sin filtros sus herramientas discursivas. Con una altura de más de 20 centímetros y una silueta desproporciona, esta flip-flop no busca pasar desapercibida.
El debut oficial tuvo lugar el 23 de julio, momento cuidadosamente calculado para coincidir con el repunte global del calzado informal elevado. Y aunque ERL ya había coqueteado con el universo de las chanclas en anteriores lookbooks, nunca antes lo había hecho de forma tan frontal ni tan teatral.
El modelo base, con suela de goma y correas de ante, parte desde los 185 dólares. Pero es en su iteración final —de proporciones casi escultóricas— donde la narrativa alcanza su clímax: 1.250 dólares, venta únicamente bajo pedido, y un despliegue visual que subraya su estatus de objeto cultural.
Linnetz acompañó el lanzamiento con una campaña hipersexualizada protagonizada por modelos con cuerpos cincelados, casi desnudos, cuya única prenda visible es el calzado. La propuesta, que roza la parodia y la provocación estudiada, se inscribe dentro de una estrategia visual que ERL domina con maestría: erotismo, nostalgia, ironía y control absoluto del relato.
¿Es esto una crítica velada al absurdo del lujo contemporáneo o una afirmación descarada de su lugar dentro de él? Posiblemente ambas. Lo que es seguro: ERL no vende chanclas. Vende ideología, deseo y espectáculo. Y sí, también vende la que podría ser la chancla más cara del mundo.
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