Las etiquetas de los solares parecen escritas en un idioma que no existe. SPF por un lado, UVA por otros, un par de cifras, alguna estrella… y tú, mientras, intentando decidir si con ese bote estarás a cuidándote del sol o acabaras quemándonte. No estas solo. Según una encuesta de la Royal Pharmaceutical Society, solo el 8% de la gente sabía realmente qué significaba el número que acompaña al SPF.
Es hora de poner orden.
SPF
Las siglas vienen de Sun Protection Factor (factor de protección solar). Pero la letra pequeña es que este índice solo mide la defensa frente a los rayos UVB —los que te queman la piel—. Nada que ver con los UVA, que envejecen, arrugan y también pueden provocar cáncer de piel. Para eso, fíjate en las estrellas o en que el producto diga «amplio espectro».
UVB
Rayos ultravioleta B de onda corta. Son los culpables de las quemaduras solares y uno de los grandes enemigos de la piel sana. Actúan en las capas más superficiales y, sí, también están vinculados al cáncer cutáneo. Resumen: mejor ni saludarles.
UVA
Rayos ultravioleta A de onda larga. Llegan más profundo que los UVB y representan el 95% de la radiación que recibimos. Son responsables del envejecimiento prematuro y, de nuevo, de aumentar el riesgo de cáncer de piel. Un solar de “amplio espectro” cubre ambos frentes: UVA y UVB.
Por otro lado, están los UVC, los más agresivos… pero tranquilos, no atraviesan la atmósfera. Si llegaran a la superficie, tendríamos un problema bastante más serio.
El número del SPF
Ese número es un multiplicador del tiempo que tu piel aguanta al sol antes de quemarse. Un SPF 50 significa que tardarías 50 veces más en quemarte que sin protección (aunque la resistencia es distinta en cada piel).
- SPF 15: el mínimo recomendado por expertos, tengas la piel que tengas.
- SPF 30 y 50: mayor tiempo de protección.
- SPF 50+: llega al 99% de bloqueo frente a rayos UVB.
Otras cifras que importan
Hay cifras que deberías tener claras para aprovechar al máximo tu protector solar. Por ejemplo, la protección frente a los rayos UVA se mide con estrellas. Lo ideal es que tu crema tenga al menos cuatro si vas a estar mucho tiempo bajo el sol. En algunos productos solo aparece «protección media» o «alta», pero saber esto te ayuda a entender cuánto te estás cuidando realmente.
En cuanto a la cantidad, para cubrir bien cara, cuello y brazos, necesitas unas dos cucharaditas de crema. Si vas a aplicarla por todo el cuerpo, lo recomendable son dos cucharadas soperas.
Otro dato clave es el tiempo. La crema debe ponerse media hora antes de salir al sol para que los filtros actúen bien.
Respecto a la duración, un protector solar cerrado suele durar entre dos y tres años. Eso sí, siempre revisa la fecha de caducidad y evita dejarlo en lugares muy calientes, porque eso puede arruinar la fórmula.
Por último, ojo con las horas centrales del día, de 11 a 15 horas el sol pega con más fuerza. Lo mejor es evitar la exposición directa o buscar sombra para proteger tu piel.
Este manual de traducción solar no es para aprenderse de memoria, pero sí para tenerlo presente antes de coger el primer bote que te cruces en la perfumería. Porque protegerse del sol no es solo cuestión de verano, es cuestión de piel.
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