El lujo nunca se detiene, pero a veces acelera en direcciones inesperadas. Eso es exactamente lo que acaba de suceder con Gucci, la marca más icónica del grupo Kering, que atraviesa uno de los periodos más delicados de su historia reciente. El conglomerado francés ha confiado el timón a Francesca Bellettini, hasta ahora vicepresidenta ejecutiva del grupo y artífice de la histórica transformación de Saint Laurent.
Menos de un año después de haber colocado a Stefano Cantino como CEO de Gucci, Luca de Meo —nuevo director ejecutivo de Kering— ejecuta su primer gran giro de poder, dejando claro que la paciencia no es una opción cuando hablamos de una marca que representa cerca del 50% de las ventas globales del grupo. Gucci necesita resultados inmediatos y Bellettini es la apuesta más sólida para reencaminar la nave.
Durante 2024, Gucci registró una caída del 21% en ventas, y la primera mitad de 2025 ha sido todavía más dura, con un desplome del 25%. Un declive que no solo refleja la fatiga de la propuesta creativa y comercial de los últimos años, sino también la creciente presión competitiva de rivales como Dior, Prada o Loewe, que han sabido capitalizar mejor el apetito del consumidor global por propuestas frescas y coherentes.
Este escenario convierte a Gucci en un campo de batalla. La urgencia de reposicionarla es tal que De Meo ha congelado temporalmente la compra del resto de Valentino, redirigiendo toda la energía del grupo hacia la recuperación de su enseña más poderosa.
Si hay alguien en la industria con credenciales para una tarea de este calibre, es Francesca Bellettini. Durante más de una década, lideró el ascenso meteórico de Saint Laurent, multiplicando por seis sus ingresos y transformando la maison en sinónimo de modernidad, minimalismo sexy y consistencia estética. Su reputación como CEO estratégica y con su visión del negocio del lujo es lo que ahora se espera que traslade a Gucci.
La misión no es sencilla: estabilizar las finanzas, redefinir el posicionamiento y, sobre todo, devolver la relevancia cultural que convirtió a Gucci en símbolo de deseo global durante la era Alessandro Michele.
Demna como director creativo
El contexto se vuelve todavía más interesante porque el relevo coincide con un momento clave: el 23 de septiembre en Milán, Demna —recién nombrado director creativo de la casa— presentará su primera propuesta para Gucci. El ex Balenciaga llega con el reto de reconfigurar el lenguaje de la marca en un escenario donde la saturación estética y la pérdida de narrativa se han hecho evidentes. Aquí, la figura de Bellettini cobra un valor extra. No solo estuvo directamente implicada en el fichaje de Demna, sino que ahora podrá alinear su visión creativa con una estrategia empresarial coherente.
El riesgo y la oportunidad
El movimiento de Kering es tan arriesgado como necesario. La caída de Gucci no es solo un problema de cifras, sino un golpe a la percepción de poder cultural del grupo. Al colocar a Bellettini en el centro de la operación, Kering busca proyectar confianza a inversores, analistas y consumidores: Gucci no va a perder su lugar en la cima sin dar pelea.
Pero la presión es máxima. Con Demna preparando un debut que podría polarizar a la industria y con Bellettini ajustando las tuercas de una maquinaria que lleva años chirriando, el futuro inmediato de Gucci se juega en un delicado equilibrio entre la urgencia financiera y la reconstrucción cultural.
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