La bufanda Burberry Check nunca ha sido una simple bufanda. Empezó asociada a una élite británica, pero la cultura popular la reclamó muy rápido como símbolo propio. Su historia está marcada por la apropiación constante: se convirtió en emblema de Cool Britannia, en señal de identidad de los estadios de fútbol, en objeto mediático cuando el lujo decidió distanciarse de lo que la clase trabajadora había abrazado. Su fuerza siempre ha estado ahí: le pertenece a quien la lleva, y eso es a mucha gente.
La nueva campaña de Burberry va precisamente de eso. Burberry sitúa la bufanda como pieza central con un casting que ya habla por sí solo: Olivia Colman, Mona Tougaard, Liu Wen, Lucky Blue Smith, Amelia Gray y Tyson Beckford— no funciona solo como reclamo de celebrity, sino como demostración de que un accesorio puede transformarse según quién lo interpreta. La misma bufanda. Seis historias distintas. Seis formas de pertenecer. Un accesorio de todos.
La producción sigue siendo un argumento clave. Las bufandas están tejidas en un molino familiar de Escocia, activo desde 1797 y colaborando con Burberry desde hace más de 125 años. El cashmere se trabaja en telares tradicionales y se cepilla con cardos naturales para lograr el acabado suave que las caracteriza.
A nivel de experiencia, Burberry está reforzando la bufanda como puerta de entrada a su universo con la expansión del Scarf Bar en tiendas de referencia como Regent Street en Londres, 57th Street en Nueva York, Ginza en Tokio o Plaza 66 en Shanghái. Un espacio donde se pueden explorar más de 30 tonos del Check, distintos materiales —desde cashmere a seda— y un servicio de monogramming que permite personalizar con iniciales e iconos. La idea es clara: que la pieza se convierta en algo personal sin perder la historia que la precede.
Pocas piezas pueden decir que han estado en todas partes sin convertirse en algo vacío.
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