En 2019 se prevé un cambio radical en la industria de la moda, que avanza hacia una producción más sostenible y concienciada con el medio ambiente y el capital humano. Reflexionamos sobre los obstáculos que dificultan esta transformación.
Esta vez no parece tratarse de tendencias pasajeras. Varias compañías especializadas auguran que se avecina un cambio estructural en la industria de la moda que supondrá un paso definitivo hacia un mundo más sostenible. Se trata de la tendencia slow fashion: una transformación que apunta a tener en cuenta tanto procesos de producción transparentes y un cuidado exquisito del capital humano como materiales y fabricaciones sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.
Los millenials son una generación extraordinariamente concienciada con el medio ambiente. La ecología y el veganismo están en auge desde hace pocos años atrás, y el cambio de mentalidad se refleja también en los productos que elegimos. Además, esta generación ansía ahora identificarse con lo que lleva puesto, sentir que la prenda de algún modo lo representa. Una afinidad que no se logra solo con una estética determinada, sino también conociendo todo lo que hay detrás de esa prenda y compartiendo estos principios.
Uno de los mayores problemas de la moda sostenible ha sido siempre el precio con el que la prenda sale al mercado, normalmente demasiado alto para un consumidor acostumbrado a la moda rápida y la producción en cadena, una industria caníbal que propicia un círculo vicioso desolador de consumismo y destrucción. El otro gran problema parece ser la mediatización de toda esta cuestión; hacer que el consumidor no solo sea consciente de la contaminación que encierra comprar una prenda fast fashion, sino también lograr que conozca y tenga acceso a otras alternativas más sostenibles.
Ambos dilemas, por suerte, se están teniendo en cuenta y determinan el avance de este proceso. La moda sostenible no siempre es cara. Hace un mes, el grupo Latitude puso a la venta las prendas de su colección con unos precios propios de una tienda fast fashion en su pop up de El Paracaidista en Madrid, con rebajas de hasta trescientos euros. Tampoco encontramos etiquetas con precios desorbitados en multitud de marcas de moda ética made in Spain, como Ecoalf, o directamente espacios dedicados a la venta de un compendio de ellas, como The Circular Project.
Zer Collection, Craig Green, Stella McCartney, Emma Brewin y multitud de diseñadores y firmas de alcance internacional ya basan sus creaciones en principios de sostenibilidad. La alta costura ya dio un paso gigante con el movimiento fur freeel año pasado, y cada vez son más las pasarelas por las que desfilan colecciones creadas a base de plásticos reciclados u otros residuos contaminantes.
El cambio es latente, aunque aún no parece haberse manifestado a nivel mercantil y continúan preponderando unas jerarquías evidentes donde la moda industrializada tiene el terreno ganado. Aun así, el primer paso es siempre darnos cuenta del problema y, poco a poco, avanzar hacia soluciones más concretas. Nuestras acciones individuales son siempre beneficiosas, pero el cambio debe ser sistemático y está en manos de una industria alternativa que debemos apoyar para que crezca y consiga que el comercio justo y el respeto al medio ambiente sean factores prácticamente indispensables para que una prenda caiga en nuestras manos.
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