Lo confesamos: estamos cansados de las colaboraciones. Cuando dos marcas se alían, hay una parte de nosotros que fantasea con una colección rompedora y un resultado high-end. Pero la otra parte de nosotros pone los ojos en blanco. En medio de la estampida de collabs, muchas firmas han querido subirse al carro (o no bajarse nunca) asociándose con otras marcas para crear piezas que, seamos claros, son un timo. Un engaño y una tomadura de pelo. Abramos de una vez el melón: hablemos de los cash-grabs.
Un cash-grab es un producto caro y de dudosa calidad o diseño creado solo con el objetivo de ganar dinero rápido. El fenómeno de las colaboraciones está lleno de ejemplos de este anglicismo del que no se habla demasiado en los medios de moda. En primer lugar, porque no está bien visto publicar críticas abiertas a la industria de la que se sirve dicho medio; en segundo, porque si empezáramos a hablar no acabaríamos. ¿Cuántas colecciones colaborativas son realmente buenas y cuántas resultan estéticamente pobres? Pongamos ejemplos.
Vetements x Star Wars no es más que un intento fracasado de volver a una tendencia que irrumpió hace ya más de cinco años. El boom de las prendas freak hizo que Inditex nos ahogara con camisetas de Marvel, de series ochenteras y de grupos de rock metal. Fue bonito mientras duró, y es bonito que dure en algunos armarios. Pero de una de las firmas de moda más potentes del momento se espera un mínimo de experimentación. Especialmente cuando se trata de la casa cuya identidad se basa en pregonar sus principios rupturistas y sus pretensiones transgresoras. Sin embargo, Vetements ha optado por plantar el logotipo de la saga en un par de básicos y poco más. La miseria del resultado también es culpa de Star Wars, claro. La franquicia de Disney, que se baña en mil millones de dólares, está como un niño con un caramelo con el tema de las colaboraciones y se ha aliado también con adidas, BAPE, UNIQLO, Coca-Cola, etcétera, etcétera, etcétera. Bla, bla, bla. Nos aburrimos.
La noticia de la colaboración adidas x Prada pasó más desapercibida de lo que se esperaba en un primer momento. La revolución llegó después, cuando ambas presentaron el resultado final. Una especie de cápsula wanna be que se vendía como un crossover impactante y que tuvo incluso el descaro de jugar con el concepto de la artesanía. En la campaña aparecían piezas de metal y herramientas de costura. Parecía que el craft irrumpiría en la moda más fuerte que nunca gracias a esta unión, pero luego vieron por fin la luz las zapatillas pradidas y todos nos preguntábamos dónde estaba la artesanía. Nos preguntábamos, incluso, dónde estaba Prada. Suponemos que en el precio.
No se queda muy atrás Nike x Dior, aunque pareció tener mejor aceptación. La alta costura se sube al vagón del streetwear pero sin esforzarse demasiado. Su participación en el juego resulta tediosa y el FOMO de las maisons queda patente en el resultado; que, lejos de conseguir una sinergia rompedora, termina por diluir la esencia de ambos universos. Se trata de un fenómeno colaborativo que se consolidó con Louis Vuitton y Supreme en FW17. En aquel momento parecíamos estar viviendo una corriente innovadora. Ahora, simplemente, vestir el verdadero tailoring de lujo está dejando de tener el valor del que podía presumir en un principio.
El consumismo reina. La estampida de productos provoca una plaga en las portadas de moda a golpe de hype, todo para que los seguidores de la industria vacíen sus bolsillos por conseguirlos. La moda necesita purificarse, acabar con la homogeneización de la cultura para poder mantener la lealtad a lo que es la verdadera moda urbana y a lo que realmente es el high fashion. No se trata de que las firmas de la élite eleven su estatus, sino de que todos los diseñadores cuiden su integridad priorizando sus principios creativos y su esencia. Solo así podremos despedirnos de la basura cash-grab que ha terminado por comerse el fenómeno de las colaboraciones entre marcas.
Sigue toda la información de HIGHXTAR desde Facebook, Twitter o Instagram
Podría interesarte…