Texto Luca Dobry – La noche que conocí a Alba parecía que los cielos quisieran honrar su visita a la ciudad descargando el temporal más fuerte que Barcelona haya visto todavía en este siglo. El escenario era apocalíptico: la destrucción de la tormenta una especie de condena inescapable e irremediablemente triste—algo como las primeras cintas de Albany.
La granadina chica gitana de ojos felinos fue pionera de la estética emo rap que ahora cunde cuando empezó a sacar temas pobremente mezclados, grabados y subidos desde el ordenador prestado de su hermano, alrededor de 2015. En poco tiempo se convirtió en la criatura predilecta de la que entonces fuera todavía una minoritaria sub-cultura trapera, que vivía sobre todo en internet, gracias a sus letras pesadamente cargadas de auto-tune, recontando las trifulcas emocionales y depresiones cuasi severas de una adolescente marginal, alternadas con otros tracks más influidos por la crudez de Atlanta que la melancolía de Estocolmo (tales como esta rara gema). Sus letras eran ciertamente trágicas— referencias a la muerte, morir y matar eran lugar común de cada canción—. El tono también revelaba una resiliente, impávida y carismática personalidad, resultando en el tipo preciso de artista con el que adolescentes sensibles suelen obsesionarse.
Nada de esto es aparente cuando conoces a Alba en la vida real. La chica de energía oscura y peligrosa que vive en canciones como Cosa Rara, una que suena a que te va a pinchar solo con que intentes hablarle, es en realidad una persona inusualmente tímida y tranquila. Ella y su acompañante habían conducido las buenas diez horas del camino que hay desde Madrid a Barcelona ese mismo día, a través de viento y nieve. Su único propósito de hacer un shoot con los chavales surrealistas de Belledejour, y luego irse al estudio a grabar algo con la criatura legendaria del trap español que es Cecilio G.
Yo debía haber seguido todo este proceso para ver como Albany se maneja en su estado creativo, pero la lluvia era tan intensa que impidió ambos planes. Así decidimos simplemente quedar para ir a cenar en la casa de los amantes de Buñuel. Por supuesto hablamos del clima, y de como la maquilladora que tenía que venir ese día no pudo porque un árbol había caído en mitad de la carretera que la lleva de su pueblo a la ciudad. Entonces Alba contó que antaño fantaseaba con ser maquilladora de cadáveres, y casi estudió para eso, hasta que descubrió que tienes que coser de vuelta extremidades y mandíbulas caídas de los muertos, y eso le tiraba mucho patrás.
Está contenta de cómo le van las cosas ahora: “estudios profesionales, por fin— ahora no podría volver a grabar en cuartos mierdosos”. Escuchando de fondo algunos de sus temas recientes, Albany nos cuenta de los planes para su incipiente mixtape, que tiene que salir muy pronto, aunque nunca se sabe, en la que aparecerán ambos Yung Beef y C. Tangana—un hecho que remarcó divertida, como jactándose de ser ella la persona capaz de unir sendos archienemigos estéticos del hip-hop español. Así charlamos un rato mientras yo y los Belledejour liábamos porros y bebíamos cerveza, que Alba rechazó, pues ni bebe ni fuma, dice. “Sé que parezco un bicho raro, pero es que esa mierda solo me da paranoia”. Se hacía tarde y declaró estar hambrienta, por lo que nos movimos a una taquería ahí cerca.
Después de la segunda quesadilla Alba se alegró de que Cecilio hubiera encendido por fin su móvil para citarla a la tarde del día siguiente en el estudio. Le pregunté si tenía algo escrito, dijo que no: “vamos a probar unas instrumentales y ver qué pasa. Casi siempre escribo mis letras y las edito y las trabajo antes, pero trabajando con otro artista, normalmente es mejor dejarse llevar y ver cual es el mood común que se genera”.
Se ha mudado a Madrid recientemente, una ciudad que ahora disfruta, después de que el primer intento en conquistarla hace algunos años, siendo adolescente y sin un duro, fuera según ella un absoluto fracaso. Pero ahora, dándose cuenta de que con el enfoque adecuado, realmente se puede vivir de la música, está exprimiéndola al máximo. Ahí se ha juntado con la gente de La Vendición (con quien no quiere que se la afilie oficialmente, pues no está en el sello, aunque sería un encaje natural), el clan al que seguramente se pueda acreditar haber traído el reggaetón de vieja escuela a este país, en un momento en el que los medios mainstream simplemente lo ignoraban o incluso rechazaban, asociándolo con desdén a las malas maneras de migrantes latino-americanos pobres (¿quién se acuerda de lo de “reggae-tonto”?).
Esta conexión es aparente en la música de Albany hoy—a medida que sus proyectos toman ritmo y victorias (dos de sus canciones fueron BSO para importantes largometrajes patrios el año pasado), tiene menos por lo que estar triste, y más por lo que celebrar. Y cuando uno está en el ánimo de celebrar, hay baile, y hay perreo. Solo cabe escuchar lo segura de sí que suena en este tour-de-force reggeatonero. De hecho, asegura, su nueva mixtape va totalmente de esto. Sin por supuesto obviar su característica particular, dice que el género en el que se está metiendo se podría llamar “reggaetón oscuro”, casi gótico (un subgénero que parece estar creciendo últimamente).
Mientras caminábamos de vuelta a su coche bajo la lluvia torrencial, reconocía las calles del barrio Gótico donde filmó el vídeo para su tema con DJ Florentino. Comenté que mi compañera de piso griega escucha su música constantemente, aún sin ser realmente capaz de entender lo que dice. “Me llega eso de mucha gente. Peña que no habla nada de español pero joden con mi música. Mola.” No es poca cosa, demuestra que la emoción que imprime a sus canciones trasciende las barreras del idioma. Se quejó de que se le estaban empapando hasta los sobacos, justo cuando llegamos a la Catedral, debajo de la cual estaba su parking. Al día siguiente volvió al estudio-casa de los Belledejour—donde debería haber dormido de no ser por su alergia al diminuto perro que ahí vive—y. Allí tomaron las fotos que ilustran esta pieza. Esta la temporada de Albany, al tanto con ella.
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Text: Luca Dobry
Photo & Fashion: Pawla Casanovas
Still Photo: Javier Peralvo
MUAH: Alba Kuragi
Production: Belledejour Studio
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