Ocurre a menudo con los grandes genios de arte salvaje y creaciones inauditas que su vida personal resulta seguir la misma línea provocativa y fulgurante que sus obras. Alexander McQueen era uno de esos genios – o quizás es, en presente, pues su legado sigue vivo y candente ocho años después de su suicidio -. El diseñador británico revolucionó el mundo de la moda y desafió nuestro concepto tradicional de pasarela entre ovaciones, polémicas y excesos. Todo ello nos lo muestra con detalle el documental ‘McQueen’, que se estrenó en junio de este año y que ahora tantea su próxima entrada en plataformas audiovisuales.
‘McQueen’, dirigido por Ian Bonhôte y Peter Ettedgui, narra la vida personal y la carrera artística del diseñador a través de una recopilación de imágenes de archivo, vídeos caseros y testimonios de sus allegados.
McQueen | Trailer
Desde los inicios de McQueen como un joven ambicioso que consigue entrar en la Central Saint Martins de Londres, pasando por su auge y coronación como uno de los grandes hitos de la industria, para terminar en la caída y decadencia personal de un hombre sobrecargado por el trabajo, drogadicto y saturado por sus demonios internos. Grandes leyendas de la industria y amigos íntimos que jugaron un papel importante en su vida se dan cita en el documental contando anécdotas sorprendentes e historias que revelan la personalidad oscura y el espíritu creativo de Alexander McQueen. El documental recoge su biografía desde un prisma que aúna la oscuridad y la belleza, la gloria y el infierno que conformaron las dos dimensiones de una historia y vida apasionantes.
Fue la icónica editora de moda Isabella Blow la que vio en Alexander McQueen un diamante en bruto que debía ser pulido. Apenas se graduó este, Isabella compró todas sus colecciones y decidió encaminar al joven talento hacia el éxito. Fue ella, además, la responsable del nombre artístico del diseñador, que por entonces usaba para sus creaciones su nombre de pila, Lee. La relación entre Isabella Blow y Alexander McQueen fue un intenso camino de amor-odio y excentricismos que solo terminó con el suicidio de esta en 2007. La afinidad entre ambos creó una amistad abocada a la autodestrucción, y son muchas las anécdotas que detallan la obsesión de Blow por McQueen y cómo este fomentó los problemas depresivos y de autoestima de su amiga.
El suicidio de la editora fue un golpe duro para McQueen en un período ya de por sí de flaqueza emocional. Lo cierto es que su vida personal estuvo cargada de episodios difíciles ya desde su infancia. Su tío abusaba sexualmente de él cuando apenas tenía once años, algo que según su propia hermana sirvió de inspiración para sus trabajos. Darse cuenta de que tenía VIH y un consumo desmedido de drogas también propiciaron un cuadro depresivo severo.
Alexander McQueen | Epic Moments
“La gente olvida que la moda se trata de mostrar quién eres”, declara McQueen en el documental. Y es que el diseñador plasmaba los horrores y experiencias de su vida en la pasarela, resultando en una suerte de metáforas autobiográficas donde nos revelaba, por ejemplo, cómo sufría la presión por la industria terminando el show con una modelo unida a un respirador artificial y cubierta de polillas (Voss, S/S 2001), o su fijación por el buceo como fuente de inspiración con una colección donde las modelos se nos antojan seres mitológicos marinos (Plato’s Atlantis, S/S 2010). Sus espectáculos, una mezcla hipnótica de teatro, desfile y performance, se han erigido como referencias inmortales para la industria.
Plato's Atlantis by Alexander McQueen
Alexander McQueen se vanagloriaba en el drama y la catarsis. «Mis shows son sobre sexo, drogas y rock and roll. Son emoción y piel de gallina. Quiero ataques al corazón y ambulancias al final del show«, decía el diseñador. Una frase célebre que resume bastante bien su extremismo y su visión (y pasión) por la moda. Dentro de la industria, no le importaba más que el aspecto artístico. Sin pretender aparentar, sin parafernalias y sin buscar el reconocimiento del mundocelebrity. En uno de sus shows en Nueva York, estaba lloviendo a cántaros y Kate Moss le dijo a McQueen que tenía que meter dentro a Anna Wintour, que no podía dejar que se mojara. McQueen hizo caso omiso. No necesitaba adular a nadie.
El declive de McQueen comenzó a hacerse evidente para su entorno y para el público. Llegó a hacer más de una docena de colecciones al año compaginando su trabajo personal con su puesto como director creativo en Givenchy. Un ritmo inconcebible de trabajo que mantuvo también cuando pasó a Gucci. Los efectos no tardaron en aparecer: adelgazó bruscamente, comenzó a abusar de las drogas y fantaseaba con la idea del suicidio. De hecho, su amigo Sebastián Pons confiesa que McQueen tenía en mente pegarse un tiro en la pasarela como parte del espectáculo.
El trabajo le absorbió la vida y agrió su carácter. En la biografía ‘Alexander McQueen: Blood Beneath the Skin’ (Andrew Wilson, 2015) describen una faceta desagradable, egocéntrica y misógina del diseñador. Un lado psicótico que sin duda se acentuaba cuando consumía drogas y alcohol. También existía, por otra parte, una faceta solidaria y entrañable. McQueen donó grandes cantidades de dinero a diversas asociaciones benéficas y buena parte de su herencia se administra en Sarabande, una fundación que creó para jóvenes modistos sin recursos.
Si la moda, como la pintura, tuviera diferentes corrientes artísticas, Alexander McQueen sería sin duda creador y único miembro de la suya propia. El diseñador se saltó todas las convenciones y creó su propio universo en la pasarela. Su vida y sus trabajos, pero también su muerte, siguen presentes en la industria y se recogen con más detalle y humanidad que nunca en el documental ‘McQueen’, que esperemos no tarde en estar disponible en plataformas audiovisuales.
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