Angelina Jolie no es solo una de las actrices más reconocidas de Hollywood; es un icono, una presencia imponente que ha redefinido la idea de belleza a lo largo de las décadas. Desde sus primeros días como la rebelde de labios carnosos y mirada enigmática hasta convertirse en una figura de elegancia atemporal, la evolución de Jolie ha sido todo menos convencional. A continuación, recorremos las distintas etapas de su evolución de belleza y estilo, que han hecho de Angelina una musa inigualable.
Angelina Jolie comenzó su carrera a principios de los 90, proyectando una imagen de chica dark que tanto se lleva ahora mismo. Su estética se alineaba con las subculturas grunge y punk que dominaban la década. Con el cabello negro azabache y looks que iban desde el grunge hasta lo gótico, se convirtió en la personificación de la anti-diva de Hollywood. Su belleza era inquietante, intensa, y en una industria que siempre ha buscado la perfección, Angelina demostraba que la imperfección podía ser la nueva perfección.
Los años 2000 fueron una década decisiva para Jolie, tanto en términos de su carrera como de su evolución estilística. Con el papel de Lara Croft en Tomb Raider, Angelina se consolidó como una superestrella mundial. Su belleza se volvió más refinada, pero sin perder la esencia edgy que la había definido. Labios rojos, delineado cat-eye y una paleta de colores más sobria marcaron una nueva era. La transformación fue clara: de la chica rebelde a la diosa guerrera, capaz de combinar feminidad con una fuerza arrolladora.
Durante esta etapa, su estilo en las alfombras rojas evolucionó hacia una sofisticación que aún conservaba toques de su esencia. Jolie se decantó por vestidos elegantes, muchas veces en negro, que resaltaban su figura. En paralelo, comenzó a experimentar con cortes de pelo más pulidos y estilos que la presentaban como una figura casi mitológica. El glamour de Jolie no era el convencional; cada aparición era una lección de cómo mezclar lo clásico con lo inesperado, manteniendo siempre un aire de misterio y poder.
Entrando en la siguiente década, Jolie se transformó una vez más, adoptando una estética más sobria y madura, acorde con su creciente involucramiento en causas humanitarias y su rol como madre. Su belleza dejó de estar centrada únicamente en lo físico para convertirse en una representación de su carácter multifacético. Comenzó a preferir un look más natural: menos maquillaje, cabello suelto o recogido en peinados sencillos, y una presencia que irradiaba sabiduría y experiencia. Su enfoque ya no estaba en seguir tendencias, sino en proyectar una imagen de autenticidad y profundidad.
Angelina abrazó una estética minimalista pero con una elegancia imponente, decantándose por tonos neutros y líneas limpias que acentuaban su figura. Sus apariciones públicas se tornaron más esporádicas y cada vez más significativas, reforzando su estatus de icono. Ya no solo era una actriz; era directora, activista y embajadora de la ONU, y su estilo reflejaba cada una de estas facetas. Su estilo se convirtió en una declaración de su compromiso con las causas que defiende y con su propia evolución como mujer.
Hoy, Angelina es un icono de resiliencia, estilo y autenticidad. Su belleza se ha mantenido constante a lo largo de los años, pero ha evolucionado de maneras que trascienden lo superficial. Cada etapa de su vida ha sido un capítulo distinto, pero todos conectados por una narrativa coherente de fuerza, autenticidad y un compromiso inquebrantable consigo misma y con el mundo. Su look actual es una mezcla perfecta de sofisticación y sencillez, reflejando una seguridad en sí misma que solo viene con la experiencia y la aceptación.
Angelina Jolie protagoniza la campaña de ‘Runway Lip Color’ de Tom Ford.
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