Hablamos sobre el teléfono móvil «cifrado» que vendía la empresa australiana Anom para asegurar privacidad y anonimato pero que en realidad informaba al FBI.
Se trataba del dispositivo perfecto para todo aquel que quisiera atravesar los límites de la legalidad. Cifrados, seguridad, anonimato… toda la información que entraba al dispositivo -un Google Pixel 4a- se ocultaba gracias a un sistema de códigos de desbloqueo. Una verdadera fantasía para los criminales y mafiosos. O al menos eso era lo que prometía Anom en un primer momento.
Pero la realidad era muy diferente. Este teléfono móvil, en realidad, no era más que una vía de información para el FBI. Todos los mensajes encriptados que se encontraban en el dispositivo se enviaban directamente a la agencia de investigación criminal. A través del sistema operativo ArcaneOS de Android, los usuarios del móvil no podían cambiar la ubicación del aparato ni modificar el arranque del terminal.
Una vez que comenzaron a circular los rumores de esta posible trampa, los dueños de estos «perfectos» smartphones comenzaron a deshacerse de ellos. Simplemente, un jaque mate por parte del FBI.
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