Las baleares son uno de los destinos más visitados en verano por los británicos y alemanes. Tras la cantidad de turistas que llegan con la intención de emborracharse, las islas han decidido decir «basta».
En 2020, se aprobó un decreto para poner fin al desenfreno del turismo de borrachera en áreas como Magaluf en Mallorca y el West End de San Antonio en Ibiza. Las medidas abarcaban multas que podían llegar hasta los 60.000 euros para los turistas que fueran sorprendidos haciendo balconing, así como restricciones en la cantidad de alcohol servido durante las comidas en bares o hoteles de «todo incluido».
La norma también prohibía los distribuidores automáticos de bebidas alcohólicas y la venta en tiendas entre las 21:30 y las 8:00, y se suspendía además la concesión de nuevas licencias de party boats, excursiones etílicas o el pubcrawling, la publicidad de alcohol y las promociones happy hour o 2×1.
Pese a que el balconing ha experimentado un descenso, el exceso de consumo de alcohol por parte de los turistas sigue aflorando, ahora con otra preocupación en ciernes: las agresiones sexuales grupales. Por eso, para 2024 pretenden que no solo algunas calles de ciertas localidades, incluyendo Magaluf y San Antonio, se vean afectadas por estas regulaciones sino ampliarlas a toda las Islas.
En resumidas cuentas: uno de los principales cambios que barajan es aplicar una mayor contundencia en las sanciones de este tipo de turismo incívico, es decir a los visitantes con comportamientos antisociales. Por eso, no descartan medidas extremas como expulsar de las islas a las personas con comportamientos inadecuados o prohibirles volver a entrar durante un periodo de tiempo.
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