Balenciaga lanza su primera campaña bajo la dirección de Pierpaolo Piccioli

Tras su debut en pasarela esta pasada Semana de la Moda de Paris, Pierpaolo Piccioli presenta su primera campaña para Balenciaga junto a David Sims: un retrato íntimo y profundamente humano. Desde el Hôtel de Maisons–Pozzo di Borgo, la Maison parisina se abre a una nueva era.

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Después de «Los años Demna», vamos a llamarlos, en los que la ironía dominó el imaginario de Balenciaga, la llegada de Piccioli redefine el centro de gravedad. Su primer gesto es silencioso, casi íntimo: luz natural, piel, un gesto contenido. “Quise crear algo que se sintiera verdaderamente personal y humano,” dice el diseñador en la nota. Y lo logra. 

Piccioli retoma el legado escultórico de Cristóbal Balenciaga —su obsesión por la forma y la proporción— y lo traduce en una narrativa emocional.  Las imágenes de David Sims condensan todo esto con una belleza casi cinematográfica. Mona Tougaard y Sandra Murray aparecen en habitaciones bañadas por el sol, envueltas en sábanas blancas, con una calma que se siente casi radical en tiempos donde la hiperproducción visual y la sobreestimulación nos están dejando el cerebro prácticamente frito.

Lo interesante es cómo Piccioli equilibra la intimidad con la estructura. Sus siluetas siguen siendo arquitectónicas, pero no imponen: acompañan. Es como si en cada costura hubiera una respiración. Me recuerda a Peter Lindbergh y a su forma de retratar la verdad sin artificio, o a ese universo de Sofia Coppola.

En la campaña, los bolsos Rodeo y Le City funcionan como símbolos de continuidad: la unión entre la era pasada y la actual. No son simples accesorios al servicio de la campaña, son memoria viva de la historia de la casa. Objetos que conectan pasado y futuro, pero que sobre todo, sirven para dirigir la mirada hacia la mujer Balenciaga.

¿Estamos ante la nueva mujer para Balenciaga, o solo es una campaña más? Si resulta ser la primera, parece que esa idea de quietud, de calma, también define a la nueva mujer Balenciaga. No es una musa distante, ni una figura de poder en el sentido tradicional. Es alguien que está presente. “Espontánea, real, suave, pero fuerte”, dice Piccioli. Y sí, lo es.

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