Sábado 20 de enero de 2024. Una fecha clave en el calendario personal de Olivier Rousteing que marcará un antes y un después en la carrera del director creativo dentro de Balmain. Y es que, a Olivier, se le conoce como el niño prodigio de la moda por algo. Ya sea por sus aportaciones a la industria, o por tener un estilo claramente marcado y alejado de cualquier tendencia, que no deja indiferente a nadie. Aún más, siempre en boca de todos por elevar su maximalismo a niveles estratosféricos. Esta vez, el diseñador ha regresado al calendario de la Semana de la Moda Masculina de París con una propuesta que es «lujo a gritos» (según palabras del propio Rousteing). Una cita de lo más especial que contó con la presencia de la mismísima Naomi Campbell como broche final de la PFW.
Antes de comenzar el show, el Instagram de la marca no paraba de publicar pequeños teasers conceptuales de lo que iba a ser el nuevo ‘Bal-man‘. Ya en la pasarela, el renacer masculino estuvo marcado por pinceladas del archivo femenino de Pierre, por un estilo sastre muy marcado y por el concepto dandi único de los legendarios ‘sapeurs’ africanos. Asimismo, los labios en forma de guiño irónico fueron el elemento ‘par excellence’ de alguna de las prendas para lanzar un beso al aire a todas esas miradas críticas del físico de Olivier. «Mucha gente se ríe de mis labios», dijo el director creativo antes del desfile.
La primera parada, un maxi abrigo con detalles en cristal que daban lugar a un rostro generado por inteligencia artificial, marcó el ritmo de todo lo que llegó después. Pantalones de pinza en tejidos vaporosos que concebían cierta vida propia al caminar; conjuntos formados por blazers, camisas y corbatas que crearon el lienzo perfecto para proyectar imágenes y conceptos; los hombros rectos y marcados a modo armadura; o piezas en cuero que crearon un imaginario mucho más informal. En este universo los lunares y los toques surrealistas también tuvieron cabida, así como las joyas y accesorios para engalanar los looks. Igualmente, el espíritu colaborativo de Rousteing estuvo presente a través de los estampados gráficos de artistas africanos como Prince Gyasi o Ibby Njoya.
Por otro lado, la gama cromática se separó en dos bloques muy notables. Las tonalidades más oscuras propias de una colección FW (y que resaltaron los colores fetiche del diseñador: el negro y dorado), se combinaron con una paleta pastel más fresca y vibrante que salió fuera de lo común. Por último, la guinda del pastel corrió a cargo de la modelo Naomi Campbell. El icono de los 90 cerró la propuesta enfundada en un abrigo beige, adornado con un cinturón a modo manos entrelazadas que sujetaban un ramo de flores doradas. Vaya, el reflejo perfecto de la obsesión que tiene Olivier Rousteing por huir del lujo silencioso. Una aparición que quizá también trató de reflejar que las fronteras entre lo masculino y lo femenino están desapareciendo en la industria de la moda (o si no que se lo digan a Sabato De Sarno).
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