El desfile SS24 de Luar clausuró la Semana de la Moda de Nueva York, dejando al público una narración en torno a las calles de El Hoyo, una región de la República Dominicana, donde la vida se desarrolla en dualidades entre la salvación espiritual y el placer hedonista; entre la religión y la cultura de la fiesta caribeña, incluyendo escenas de reflexión sobre nuestra propia redención. Un lugar en el que el director creativo experimentó por primera vez esa revelación de la que, al igual que su marca, reside en la intersección de la dicotomía.
El mensaje subyacente de la colección sugiere entonces que la salvación puede encontrarse dentro de nosotros mismos, y no en estímulos o figuras externas.
DE LA IGLESIA AL CLUB
La colección suspendida entre simbolismos tejidos en cuellos robustos que aluden al peso de las cargas personales o cueros crepitantes que reflejan las paredes de El Hoyo, Luar se hizo eco de una gama ‘streetwear pero elegante’ de la temporada pasada, pero ahora dándole notas extra de dramatismo.
Entre prendas modestas y provocativas piezas con hombreras extragrandes, la colección presenta trajes en gris pizarra, tops bandeau fruncidos o vestidos ceñidos sujetados con broches plateados con el logo. Prendas hipnóticas entretejidas en un mismo imaginario consagrado con camisas y corbatas metidas dentro de pantalones cortos de chándal con dobladillos peludos, micro minifaldas o hot pants del mismo material, en muchas ocasiones embellecidos con bolsos Ana en la mano, brazaletes amazónicos brillantes o garras de cristal.
Aunque si hubo alguna pieza que capturó todas las miradas esas fueron las gafas de sol exageradas estilo tecno de los 80 adheridas a las prendas, así como presentadas de manera independiente: un diseño que se repitió en varios looks con pantalones de ciclista o faldas negras hasta el suelo que cerraban el ritual sacro de Raúl López por todo lo alto.
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