Sinead Gorey nos sumerge en un viaje a través de las icónicas exportaciones culturales británicas en su debut en la pasarela. Bajo el título «British Summer of Love», Gorey rinde homenaje a la explosión de la fiesta libre de 1988, capturando el encanto y el optimismo implacable que mantienen a flote a la Vieja Inglaterra.
Gorey, ahora una consumada experta en moda de club londinense, nos presenta un repertorio de estilos ampliado y original. Las siluetas que realzan el cuerpo y los cortes sin dobladillo, evocan la atmósfera rave, se fusionan con la corsetería de chenilla, los conjuntos de falda y chaqueta de lana, vaqueros lavados al ácido y adornos irónicos.
Para la diseñadora, este desfile supone su primera incursión propiamente dicha en la escena londinense; una oportunidad para reflexionar sobre lo que significa lo “británico” para ella. «Sarcasmo, pubs, tiempo impredecible y amor por la fiesta», así resume su visión. Siguiendo la estela de la Cool Britannia y el acid house, Gorey demuestra su habilidad para reinventar el statu quo. Medias de unión se convierten en ilusiones sobre pechos, rayas de Hacienda colorean vestidos sin hombros y paneles de encaje evocan el espíritu de los Daisy Dukes en su máxima expresión.
La iconografía británica cobra vida en el desfile, desde Kate Moss en Glastonbury en 2005 hasta Liam Gallagher y Patsy Kensit en la portada de Vanity Fair de 1997, plasmada en rayas patchwork y ful bleed. En palabras de Gorey, se trata de «divertirse, pasarlo bien y lucir sexy, ya sea bajo la lluvia o el sol». Los diseños tipográficos de Jamie Reid para los Sex Pistols proclaman «Dios Salve a los Sexys y Glamurosos» en los separadores, rindiendo tributo a la irreverencia británica.
La nostalgia impregna cada detalle. Borlas de cuentas y un encanto con motivos de peces rinden homenaje al gran paquete de vacaciones británico. Desde el trenzado del pelo hasta las pulseras de la amistad, Gorey eleva inspiraciones humildes con suntuosos corpiños, botones de concha y tintes ombré. De reprente, Gorey nos introduce al mundo de la moda de playa, con vestidos y faldas elásticos adornados con volantes y bikinis con pinzas. Estas creaciones encuentran su contrapartida lógica en los vestidos de encaje con tiras, evocando las noches vibrantes del Big Smoke y los cálidos días del Carnaval de Notting Hill.
Una colaboración especial con Buffalo ha dado vida a una colección de calzado completo que no deja indiferente a nadie. Desde las mules de cuero con tachuelas hasta las plataformas bondage, cada pieza respira la esencia de una época en la que Gorey era una millennial atrevisa, marcando su camino al ritmo de The Prodigy y forjando su propia identidad. No podemos olvidar el legendario homenaje a las botas Union Jack de Ginger Spice, que añade un toque de nostalgia al desfile.
Este debut en la pasarela de Sinead Gorey, marca un nuevo capítulo en la trayectoria de la diseñador, con nuevas referencias y un modus operandi impecable. La ropa de Gorey, inspirada en la escena rave londinense que marcó su adolescencia, une generaciones y celebra a espuertas la cultura británica.
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