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ChatGPT permitirá conversaciones sexuales

ChatGPT podría ser el amante perfecto: atento, disponible, programable. Pero ¿qué queda de nosotros cuando el deseo se optimiza?

ChatGPT permitirá conversaciones sexuales

Sam Altman, CEO de OpenAI, acaba de abrir la puerta que Silicon Valley llevaba años dejando entreabierta. OpenAI permitirá que ChatGPT participe en conversaciones de contenido erótico destinado a adultos verificados. Lo que suena a simple cambio de política corporativa podría ser, el comienzo de una nueva fase en la historia del deseo humano: la del erotismo algorítmico. En otras palabras, estamos cada vez más cerca de vivir en un capítulo de Black Mirror, pero con mejor UX y una suscripción mensual.

La decisión, presentada bajo la bandera de la libertad y el consentimiento, ha encendido un debate global sobre los límites de la inteligencia artificial, el deseo humano y el futuro de la intimidad en la era de los algoritmos. “OpenAI no es la policía moral del mundo”, escribió Altman en X. La frase podría haber salido de un manifiesto ciberpunk de los noventa, pero llega en 2025, desde la empresa que definió los límites de la inteligencia artificial moderna.

“Queremos dar más libertad a los adultos y establecer límites más estrictos para los menores.” Lo que suena a gesto liberal podría, sin embargo, convertirse en uno de los movimientos más controvertidos de la historia reciente de la tecnología. Porque detrás de esa libertad se esconde algo más profundo: el intento de domesticar el deseo y convertirlo en un producto digital.

Del chatbot funcional al amante programado

Hasta ahora, ChatGPT había sido presentado como una herramienta: redacta, traduce, aconseja, escribe código, resume. Su tono siempre fue el de un asistente inteligente, pero neutral, sin emociones. Ahora, OpenAI abre la posibilidad de un ChatGPT más íntimo. No un simple bot de ayuda, sino una entidad capaz de mantener conversaciones románticas, sensuales, incluso explícitas. El movimiento marca una ruptura radical. Tras tres años de evitar cualquier tipo de contenido sexual, OpenAI entra en el terreno donde otras empresas ya han entrado: el del erotismo sintético.

No es un terreno nuevo, pero sí peligroso. Desde 2022, el auge de los modelos generativos como Stable Diffusion, Midjourney o Character.AI dio origen a un mercado masivo de pornografía creada por inteligencia artificial. En menos de dos años, este tipo de contenido se convirtió en uno de los mayores motores de adopción tecnológica global.

La economía del deseo digital

Más allá de lo moral, el movimiento de OpenAI tiene un trasfondo económico evidente. La compañía —valorada en más de 500.000 millones de dólares, pero aún lejos de la rentabilidad— busca nuevas vías de ingresos. Las suscripciones profesionales de ChatGPT Plus no bastan para sostener una infraestructura de escala planetaria. El contenido erótico, en cambio, siempre ha sido un acelerador de mercado. Lo fue con el VHS, con internet, con OnlyFans. Ahora lo es con la inteligencia artificial.

“OpenAI necesita una fuente de ingresos inmediata. Y el deseo es, históricamente, la energía más fácil de monetizar”, explica Zilan Qian, investigadora del China Policy Lab en la Universidad de Oxford, que estudia el impacto de los chatbots románticos en Estados Unidos y China. Según sus datos, existen ya más de 29 millones de usuarios activos de plataformas que ofrecen vínculos románticos o sexuales con chatbots. “Lo que antes era tabú, hoy es necesidad”, afirma Qian. “La gente busca afecto sin riesgo, atención sin juicio. Las máquinas ofrecen eso.”

Pigmalión reprogramado

La fascinación por amar a una máquina no es nueva. Desde la leyenda griega de Pigmalión que se enamora de una estatua que cobra vida hasta películas como Her o Ex Machina, la cultura fantaseado con esa idea. Pero ahora, ya es real. ChatGPT ya cuenta con versiones por voz que simulan tono emocional, pausas, respiración. Integrar texto erótico o afectivo sería un paso inevitable. La diferencia es que, en este caso, la máquina no responde solo a la imaginación, sino a nuestros propios datos, preferencias y patrones lingüísticos. Esa ilusión de reciprocidad, esa ficción de ser comprendido por algo que no siente es, el corazón del nuevo deseo digital.

La sombra del abuso

Pero no todo es fantasía. El erotismo sintético tiene un lado oscuro, y OpenAI lo sabe. Character.AI, uno de los primeros chatbots con funciones románticas, enfrenta una demanda por el caso de un adolescente de 14 años que mantuvo conversaciones sexualizadas con un bot inspirado en Daenerys Targaryen (Juego de Tronos) antes de suicidarse. La familia de un usuario de 16 años también demandó a OpenAI tras una tragedia similar en abril.

El problema, según expertos en ética tecnológica, no es solo el contenido sexual, sino la confusión emocional que generan las relaciones con IA. La línea entre ficción y realidad se difumina. Los vínculos se intensifican, pero carecen de reciprocidad. “Las máquinas no aman, pero simulan amor mejor que nosotros”, dice la psicóloga digital Maya Reese. “Y eso puede ser devastador para alguien que está solo o vulnerable.”

El cuerpo como interfaz

El avance hacia un ChatGPT “erótico” también redefine el lugar del cuerpo en la era tecnológica. En el deseo digital, la piel se sustituye por pantalla; la voz, por código; el contacto, por simulación. Pero el cerebro sigue interpretando esa experiencia como real. El resultado es una nueva forma de intimidad: virtual, personalizada, infinita, pero sin cuerpo. “Cuando eliminas la fricción, eliminas lo humano”, afirma Reese. “El erotismo necesita el riesgo del otro. Sin eso, solo queda consumo.” La propuesta de Altman no es solo tecnológica, sino filosófica: ¿puede haber deseo sin incertidumbre?

La moral del algoritmo

Altman defiende su decisión apelando a la libertad adulta. Pero en la práctica, OpenAI se convierte en árbitro de lo que es “seguro” o “apropiado” dentro del deseo. Y ahí surge otra paradoja: incluso en nombre de la libertad, seguimos deseando dentro de los límites del diseño. El algoritmo no juzga, pero selecciona. No impone, pero orienta. Decide qué respuestas son posibles, qué tono es aceptable, qué tipo de erotismo está permitido. La moral del futuro ya no se impone desde la religión ni desde el Estado, sino desde la interfaz.

OpenAI no solo cambia las reglas del juego tecnológico, sino que nos obliga a mirar de frente una verdad incómoda: hemos convertido la intimidad en un servicio. El amor, el sexo, la conversación: todo puede ser delegado a una máquina. Y, por primera vez, esa máquina puede hacernos sentir que nos ama de vuelta. Lo inquietante no es que ChatGPT se vuelva más sensual, sino que nosotros nos conformemos con eso. Que el deseo deje de necesitar la incomodidad del otro, el silencio, el rechazo, la imperfección. Porque ahí, en esa imperfección, estaba lo que nos hacía humanos.

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