La victoria de Donald Trump en las elecciones de 2024 marca un punto de inflexión para la industria de la moda, un sector que se prepara para navegar en un entorno político cargado de cambios significativos. El regreso de Trump a la Casa Blanca pondrá en jaque no solo a la economía global, sino también a los valores que han definido el «fashion game» durante los últimos años. Políticas comerciales más duras, un empuje a la producción nacional, y una guerra de tarifas que amenaza con cambiar el mapa de la moda. ¿Sostenibilidad? Olvídalo. En su lugar, prepárate para un regreso al «Made in America» con un toque de proteccionismo que cambiará las reglas del juego.
Mientras el mundo sigue atento a los conflictos internacionales —con Ucrania y Oriente Medio en auge, y Taiwán en el centro de las tensiones entre China y EE. UU.—, el impacto de un segundo mandato de Trump sobre la industria de la moda se perfila como una serie de medidas que no solo redefinirán la economía, pero también el consumo, la producción y la estética de la moda a nivel mundial. Con un Congreso, un Senado y una Corte Suprema bajo control republicano, el presidente cuenta con el poder político para implementar reformas fiscales y comerciales que sacudirán tanto a la industria estadounidense como al panorama global.
Política comercial: aranceles y retorno a lo local
Las políticas comerciales son una de las principales apuestas de Trump. Su propuesta incluye un arancel universal entre el 10% y el 20% para todas las importaciones, con un aumento drástico para los productos provenientes de China (hasta un 60-100%). Esto reconfigura las cadenas de suministro, obligando a muchas marcas estadounidenses a repensar sus estrategias de producción y considerar un retorno a manufacturas más locales. Las marcas europeas también sentirán el impacto de los nuevos aranceles, elevando los precios de productos de lujo italianos, franceses o portugueses, y favoreciendo, de forma implícita, a los fabricantes estadounidenses.
En un giro interesante, esta nueva política también podría poner en jaque a gigantes como Shein, al poner fin a lagunas legales que permiten la importación de productos sin aranceles a través de la norma «de minimis» (productos de valor inferior a 800 dólares). Este tipo de «nacionalismo comercial» se presenta como un intento de fortalecer la producción doméstica a costa de la moda rápida global.
Impuestos y desigualdad: el efecto de la reforma fiscal
En cuanto a la reforma fiscal, Trump parece decidido a mantener el curso de los recortes impositivos de la Ley de Reducción de Impuestos y Empleos de 2017. Con una propuesta de bajar la tasa corporativa del 21% al 15%, y recortes adicionales para los contribuyentes más altos, las grandes empresas, y los inversores verán un respiro fiscal considerable. Para los consumidores, sin embargo, el aumento de los aranceles podría suponer una subida de precios en la ropa, reduciendo la capacidad de compra de las clases medias y bajas, mientras que los más ricos seguirán beneficiándose de los recortes directos.
Por otro lado, la opción de la administración Harris habría inclinado la balanza hacia una subida de impuestos a las grandes corporaciones y los más adinerados, destinando esos fondos a iniciativas sociales y ecológicas, lo que habría tenido un impacto menor sobre el costo de vida de los consumidores medios.
Sostenibilidad: un juego de apariencias
Y ahora, el tema que más nos toca a todos: la sostenibilidad. Bajo el mandato de Trump, olvidémonos de las regulaciones estrictas sobre emisiones, procesos sostenibles o materiales ecológicos. El futuro de la moda será menos «verde»… Trump prefiere menos regulación y más incentivos para empresas que reubiquen su producción en suelo estadounidense, aunque a costa del medioambiente. Lo que antes se interpretaba como un avance hacia una industria más sostenible, ahora se convierte en un escenario de «sostenibilidad local» —lo cual, en palabras simples, significa menos emisiones por las importaciones, pero tampoco una apuesta decidida por cambiar los procesos de producción de manera ecológica.
Y no olvidemos la batalla que viene contra los gigantes de la moda rápida, como Shein. El presidente tiene planes para recortar las ventajas fiscales que han permitido a estas plataformas evadir impuestos, cerrando las lagunas legales que han sido su carta de triunfo. La llamada «Fighting for America Act» promete eliminar las exenciones que han ayudado a empresas como Shein a inundar el mercado con ropa barata sin pagar aranceles. Eso sí, la pregunta sigue en el aire: ¿realmente la moda va a cambiar para mejor si lo que se prioriza es la manufactura nacional sobre la sostenibilidad real? No te hagas muchas ilusiones.
El renacer del “Made in USA”: el sueño Trumpiano
Si algo está claro, es que Trump está convencido de que los EE. UU. deben recuperar su grandeza a través de la manufactura local. La promesa de un «Made in America» más fuerte se lleva la delantera, y para conseguirlo, ofrece exenciones fiscales masivas a las empresas que traigan su producción de vuelta. De paso, se calcula que esto podría generar hasta 1 millón de nuevos puestos de trabajo en la manufactura para 2027. Los sectores clave como la automoción y la tecnología serán los primeros en recibir los incentivos, pero, claro, la moda no se queda atrás. Este retorno al «hágalo en casa» podría tener repercusiones tanto para las marcas estadounidenses como para las extranjeras que dependen de la producción en Asia.
Sin embargo, lo que Trump no te dirá es que, si bien esta maniobra suena bien sobre el papel, podría tener un coste económico: la menor competitividad internacional de los productos estadounidenses, sumada al aumento de los costos de producción internos, podría reducir el PIB de EE. UU. en un 0,5% anual. Aquí, las grandes corporaciones se beneficiarán, pero el consumidor final tendrá que pagar la cuenta.
La moda en la era del nacionalismo: ¿patriotismo o protesta?
Culturalmente, el mandato de Trump podría reorientar las tendencias hacia un consumo más «patriótico», con un repunte de marcas nacionales y un retorno a una estética centrada en los valores tradicionales de EE. UU. Este fenómeno podría intensificar la división cultural, con una moda que se vuelve más conservadora y ligada al nacionalismo trumpiano, y otra que, por el contrario, adopta posturas activistas y se moviliza desde los movimientos progresistas.
De esta manera, el resurgir del «American Dream» podría dividir aún más a la sociedad, creando una brecha entre una moda tradicional, casi puritana, y una más rebelde, política y activista. ¿Moda para patriotas o moda para revolucionarios? Lo que es seguro es que esta guerra ideológica también será una guerra estética, y la industria de la moda, como siempre, estará en el centro del huracán. A su vez, las marcas más orientadas a la sostenibilidad y los movimientos sociales podrían encontrar nuevos caminos de protesta a través de sus colecciones, desafiando la agenda conservadora y ofreciendo una forma de resistencia estética.
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