La propuesta de Courrèges presentada este miércoles en la Semana de la Moda de París ha supuesto un último hito en el ya cada vez más asentado relanzamiento y proceso de revitalización de la casa que se está encargando de liderar el diseñador belga Nicolas Di Felice, director creativo de la firma desde septiembre de 2020. Un propósito para el que se está sirviendo de todo lo aprendido durante sus años de trabajo como parte del equipo de Nicolas Ghesquière, actual director creativo de Louis Vuitton, al igual que de su innata sensibilidad hacia el mundo y todo lo que nos rodea.
Courrèges FW24 fue una pausa ante el frenetismo de la Semana de la Moda de París. Y digo una pausa porque Nicolas Di Felice nos invitó a parar y a respirar. El director creativo recreó un suelo humanizado capaz de moverse y de espirar e inspirar. Además, añadió un audio de respiración intensa a modo de banda sonora que provocó una sensación de paz y tranquilidad inmensa. Di Felice revisitó algunos de los códigos más propios de la casa, como sus vestidos de líneas evasé o su más que icónicos sombreros de líneas “escafrandra”, reinterpretando la moda “futurista” y “espacial” de los 60.
Lo más destacable y diferenciado de la colección fue la sucesión de diseños imbuidos de toda una amplia serie de “descarados” gestos cargados de erotismo. Gestos entre los que adquirió una especial relevancia provocadora esa mano introducida dentro de los bolsillos delanteros de las prendas. Bolsillos colocados en una posición comprometida cargada de una gran sensualidad. Esta distribución de los bolsillos y el gesto de las modelos, han servido para poner sobre la mesa temas tan candentes como la relación de la mujer con su cuerpo, la sexualidad y, en cierta medida, la ruptura de tabúes.
En definitiva, una sensualidad que estuvo presente también en los demás diseños, con un tirante descolgado aquí, una manga retirada allá, o un sujetador a la vista, tratando de recoger ese instante íntimo del acto de desvestirse. Provocaciones que terminaban por alcanzar su culmen, con vestidos y faldas de un tejido en efecto plumas que parecía reinterpretar lo erizado de una piel al entrar en contacto con un abrazo, una caricia, un beso. Una experiencia sensorial con la que el diseñador belga Nicolas Di Felice se vuelve a posicionar en la vanguardia de la moda.
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