Giorgio Armani decidió dar un paso inesperado fuera de las pasarelas. El pasado agosto, el diseñador italiano adquirió un icono de la vida nocturna de la Toscana: la mítica Capannina di Franceschi, en Forte dei Marmi.
El lugar nació como cabaña de playa y en los años veinte se transformó en discoteca. Desde entonces fue espacio de culto para aristócratas, intelectuales, estrellas de cine y figuras del poder. Su escenario acogió actuaciones memorables y su pista se convirtió en sinónimo de dolce vita. En los ochenta, el cine italiano lo consolidó como símbolo generacional.
La muerte de su anterior propietario dejó en el aire el destino del club. Se habló de posibles compradores y de ofertas millonarias. Finalmente, la balanza se inclinó hacia Armani, que a sus 91 años reafirmó con este gesto su vínculo con Forte dei Marmi. Allí pasó muchos veranos y la localidad forma parte de su biografía íntima.
El reciente fallecimiento de Armani el 4 de septiembre de 2025 abre un capítulo distinto. Su muerte no cancela la compra ni los planes, pero introduce la pregunta de quién concretará esos proyectos, con cuánta fidelidad a su visión original, y bajo qué dirección ejecutiva.
De igual manera, la compra asegura la continuidad de un club legendario que se prepara, pues, para una nueva etapa marcada por su herencia pero también por la transición institucional que ahora empieza. Entre tradición y modernidad, la Capannina se prepara para una nueva era en la noche toscana con la visión póstuma de Giorgio Armani marcando el compás.
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