Diesel ha alcanzado una dimensión de subversión sublime en su desfile FW25, un manifiesto de desobediencia estética que fusiona lo elevado con lo desbordante, lo sublime con lo caótico. En un escenario de tres kilómetros de tela de graffiti, que se convierte en un lienzo inmenso donde el arte se funde con la moda, la marca desmantela las fronteras entre el lujo, la destrucción y la vanguardia. Más que una colección, este desfile se convierte en una travesía hacia lo desconocido, un espacio donde la belleza solo puede entenderse a través de la transformación radical de la forma.
La instalación hinchable inmensa fue realizada en conjunto por 7.000 artistas de graffiti amateurs y expertos. «Me encanta que miles de personas de todo el mundo hayan trabajado juntas para crear el diseño del escenario. Le dimos al colectivo de arte callejero global total libertad creativa: cada uno se expresó a su manera en un proyecto que llevó meses concretar. Esta es la verdadera democracia de Diesel«, dijo Glenn Martens, director creativo de la firma, sobre el set. Esa energía, cruda y sin restricciones, es la que fluye como un torrente imparable a través de la pasarela.
Cada prenda en Diesel FW25 es un desafío a las normas de la alta costura. El denim se convierte en una forma mutante, el utilitarismo se diluye en un caos estilístico, y la artesanía se resquebraja bajo la presión de una estética sin límites. La sastrería, tradicionalmente un bastión de lo ordenado, se disuelve en fragmentos, cada costura una ruptura, cada corte una rebelión. Chaquetas de bouclé sin cuello, corsés que se funden con jeans deshilachados, pantalones cortos de jacquard que parecen huir de las reglas de la proporción, y todo ello coronado con una técnica de confección tan meticulosamente destructiva que los límites entre lo acabado y lo incompleto desaparecen.
La experimentación, por supuesto, no se detiene en los detalles. Las prendas más estrictas de la sastrería masculina se despojan de su formalidad en un corte sin rematar que explora los límites del neopreno reforzado, mientras las faldas de bouclé descienden hacia la línea de lo imposible, sostenidas por cinturillas elásticas que desafían la lógica de la prenda. Estas piezas, suspendidas entre el arte y el desgaste, parecen tener vida propia. No son solo ropa, son emblemas de una moda que se reinventa constantemente, que juega con el tiempo y la decadencia.
Las siluetas se distorsionan con la brutalidad estética de faldas, pantalones y abrigos de corte ultra bajo, como si cada prenda estuviera en un estado perpetuo de colapso, sostenida por la tensión entre el cuerpo y la tela. Los efectos destructivos sobre el bouclé, que se estampa sobre lycra y sobre tejidos que parecen haber sido absorbidos por el desgaste, son una metáfora del propio proceso creativo de Diesel: una forma de belleza que surge únicamente de la devastación controlada.
La influencia del arte callejero es palpable en cada centímetro del desfile. Las chaquetas ultra acolchadas, envolventes como una segunda piel, se combinan con faldas de lana que desafían las normas de la elegancia, mientras los jeans de mezclilla plastificada se presentan como una reflexión sobre la alienación de la modernidad, como si fueran esculturas que solo encuentran su verdadera forma en la manipulación extrema del material. Cada pieza parece tener una historia de ruptura, una narración de resistencia contra la suavidad tradicional de la moda. La distorsión del denim, casi obliterado, se convierte en un acto radical de subversión.
La experimentación con las formas también se extiende al punto ácido, un homenaje a la irreverencia estilística más pura. Bandeaus de volantes amarillos, vestidos cruzados con detalles de volantes incongruentes, y chaquetas diminutas en naranja brillante se convierten en artefactos de un universo paralelo, donde la feminidad se manifiesta a través de una estructura errática, casi atemporal. El trampantojo de goma que imita un suéter de punto trenzado extiende esta obsesión por lo ilusorio, lo transformado y lo desbordante.
Este desfile no se limita al juego de texturas y cortes. Es un manifiesto visual que desafía la interacción con el cuerpo, donde los Bumster Jeans –ya un ícono de la marca– se convierten en el epicentro de la transgresión estética, sostenidos por una estructura interna ajustable que no hace más que exponer la fragmentación de la prenda, como si la ropa estuviera viva, evolucionando, mutando. La imagen de una camiseta estampada que se adhiere al cuerpo con irregularidad se convierte en un símbolo de una moda que ya no busca simplemente vestir, sino desconstruir la identidad misma.
Los accesorios no hacen sino reforzar el mensaje. El bolso Double D en bouclé se presenta como una pieza monumental, mientras los nuevos bolsos unisex, el Flag-D y el Load-D, con sus formas minimalistas pero poderosas, abrazan la desestructuración de las formas convencionales. Las botas con suela gruesa, las zapatillas de pata de gallo desgastada, las gafas Liquifie-D de molduras sinuosas y los relojes D-Curve, Wrap-D y D-Rush, con sus líneas geométricas de vanguardia, son arte puro que se viste. Cada accesorio es una extensión de un cuerpo que no sigue reglas, que se reinventa constantemente.
Cápsula exclusiva de streetart
El 27 de febrero, Diesel lanza una cápsula exclusiva que encapsula el espíritu del desfile. Se trata de una colaboración con seis artistas internacionales del graffiti, cuyas piezas de Diesel fueron transformadas en lienzos para sus visiones únicas. Estas obras, escaneadas y digitalizadas, se distribuyen en una colección que lleva el arte urbano directamente a las tiendas Diesel y en diesel.com. Un viaje visual que conecta la moda con el arte de la calle, llevándola a una nueva esfera de expresión.
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