Una cosa que se dice mucho últimamente de los festivales más grandes es cuanto cambia su esencia a lo largo de los años: “No es lo que solía ser” en bucle; y hay una verdad explícita en ese sentimiento de nostalgia y cierta indignación. Con el transcurso de los años y su crecimiento, cada vez más empresas están dispuestas a invertir y ello lleva a un superávit de marcas trabajando en contenidos brandeados en relación al festival, con cada vez más espacio asignado a estancias de lujo que en realidad complican las posibilidades de asistencia a los verdaderos fans de esos artistas que forman el Line up, que en realidad son la razón de ser de cualquier evento musical que se realice. El caso de Infierno es diferente.
El éxito de Infierno, y lo que lo convierte en uno de los festivales más reales y puros del país, al menos por el momento, siempre ha estado en el mantenerse al margen de las dinámicas capitalistas que suelen envolver a estos eventos, al final gestionados por multinacionales y con un sinfín de patrocinios que contribuyen al alejamiento de la experiencia musical en sí misma, en favor de la rentabilidad económica. Cuando Yung Beef creó La Vendición Records su objetivo era facilitar a los artistas la distribución de su música sin necesidad de pasar por el aro de las grandes discográficas. Una organización independiente donde ellos tienen libertad para gestionarse como quieran y no pierden la propiedad de sus obras. En definitiva, un sello por y para la calle. Bajo esa misma premisa, en 2022 nació el Infierno Festival, y por tercer año consecutivo, reúne a artistas en un mismo marco, que hablan sobre la misma realidad suburbana y periférica, aunque sea desde perspectivas generacionales y musicales distintas.
De la salsa flamenca de los Yakis hasta el regreso del perreo de la muerte de La Mafia del Amor
«Los Yakis han patrocinado nuestras juergas de adolescentes», me decían María Luisa (@emedeamores) y sus amigas previo concierto del trío. “Que la mafia del amor vuelva justo en el festival me parece un puntazo“, me contaba una de las asistentes. “Hemos venido a trabajar, pero si conseguimos que Sticky M.A. se haga un Tattoo sería la leche”, me comentaba Pecino después de su concierto, que había asistido junto a los chicos de Tattoox haciendo entrevistas a los artistas que participaban este año en el cartel.
Este año ha sido especial porque hemos celebrado el alejamiento de Yung Beef de las drogas. Un día antes del comienzo del festival este fin de semana, Fernando concedió una reveladora entrevista a El País sobre su lucha personal contra las drogas y sus planes de una rehabilitación de dos meses que ha concluido justo para poder asistir al evento. Además de acompañar a los artistas a lo largo del fin de semana, y verle disfrutando de los conciertos con su hija Rosario en brazos, El Seko concluyó un segundo día de festival con una actuación que reunía sus éxitos desde sus inicios en Barcelona con Kefta Boys. Así, le vimos cantando “Nike Tiburón” junto a Hakim, parte del tracklist de su álbum “Los Papasitos”, junto a Cookin Soul, que cantó con Pablo Chill-E y Mucho Muchacho; «Articuno» con Albany, y por primera vez él y Sticky M.A. cantaban juntos en directo “Diablo” Remix, que ya se ha convertido en todo un himno para todos aquellos que hemos perdido el alma alguna vez por algún amor. Para terminar, la experiencia casi bíblica que nos regalo con el tema “Ready Pa Morir”. Como Jesucristo en la cruz, Yung Beef abría los brazos ante un público emocionado al que despedía con un beso, dando paso al concierto intergaláctico de Soto Asa.
Infierno es un festival de peregrinación hacia la música de culto de una realidad periférica en España, pero también importante para el desarrollo de su industria musical. Tienen también cabida productos más mainstream como Cruz Cafuné o Israel Fernandez, entre otros, que a pesar de alcanzar públicos muy diferentes y ser de géneros musicales muy distintos -flamenco, trap, hip-hop y reggaeton- tienen todos un factor común: la pureza. En ninguna parte de la península se siente este escapismo tan fuerte como en el de la playa de Granada; un universo completamente diferente donde el espíritu original de La Vendición todavía está prosperando. Sí, en una noche maldita -haciendo honores al satanismo de El Papasito- podrías, de alguna manera, encontrarte con una clase magistral de hip hop impartida por Cruzzi, saltando a lo largo de los lamentos de Sticky M.A. o Trapani, o también podrías estar de rave con Soto Asa y Pedro Ladroga o hasta en una juerga flamenca con Israel Fernandez o Los Yakis.
Aunque le quedan todavía muchas ediciones para ser un festival a la altura de un Riverland o un Boombastic en términos logísticos y de audiencia, lo cierto es que lo que ha creado Infierno en tan solo tres años es un nicho único en el mundo de los festivales nacionales. Y más de 12.000 personas han podido comprobarlo este pasado fin de semana.
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