El champán, ese símbolo inquebrantable de lujo y distinción, se enfrenta a un reto inesperado. A pesar de la euforia habitual de las fiestas de fin de año, las ventas de este 2024 caen un 9,2%, con solo 271,4 millones de botellas enviadas. Un dato que, por si fuera poco, se ve aún más radical si se compara con 2022, cuando los ingresos superaron los 6.000 millones de dólares y las botellas vendidas rozaron los 300 millones. ¿Qué está pasando? Según el Comité Champagne, esta caída no es un fenómeno aislado, sino una señal clara de un clima global incierto: inflación, tensiones geopolíticas y una aversión generalizada al gasto, especialmente en mercados clave como Francia y Estados Unidos. Pero hay esperanza. 2025 podría ser el año en el que el sector de las burbujas vuelva a resurgir.
Una de las apuestas más fuertes de reactivación pasa por el retail de viajes, ese mundo paralelo donde todo puede suceder. Aeropuertos, estaciones y terminales se perfilan como el nuevo escenario para el lujo líquido. En 2025, se espera que este sector supere los 100 mil millones de dólares a nivel global, recuperando terreno perdido durante la pandemia, gracias al renacer de los viajeros internacionales y un aumento constante en el tráfico aéreo. Las proyecciones apuntan a un crecimiento del 1,7% en 2024 y un 1,8% en 2025, con una expansión anual del 3,4% hasta 2040, lo que se traduce en casi 4 mil millones de pasajeros adicionales. En este marco, el champán tiene una oportunidad dorada de posicionarse en los canales duty free, donde la demanda sigue intacta. Según Andrew Bardsley, director de marca de Pernod Ricard Global Travel Retail, este resurgir ha llevado a la marca a devolver al mercado el champán Perrier-Jouët en destinos clave.
El comportamiento de los viajeros también está evolucionando y, con ello, la forma en que compran. Si antes el aeropuerto era el lugar para regalar, ahora el auto-gifting está en auge. Los datos de ATRI revelan que el 51% de los viajeros compran para sí mismos, mientras que un 25% lo hace para regalar, un 16% para compartir al regreso, y un 8% por encargo. De estas compras, un 30% es totalmente impulsiva, sin planificación previa. En este contexto, las marcas de champán deben dejar de ser meros vendedores de botellas y empezar a crear experiencias in situ. Catas, espacios exclusivos dentro de los aeropuertos, o zonas diseñadas para disfrutar del champán en el mismo instante de la compra, podrían ser la clave para transformar el viaje «trés chic». Porque, al final, lo que se busca no es solo una botella, sino un momento único.
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