En la historia de la moda, pocas casas han entendido el cuerpo como Schiaparelli. No como soporte, sino como símbolo en sí mismo. Desde sus orígenes con Elsa Schiaparelli hasta la reinvención de la marca a manos de Daniel Roseberry, la anatomía ha sido uno de los signos más distintivos de la maison. Hoy, y con motivo de la llegada de su Primavera-Verano 2025, analizamos cómo el cuerpo se ha utilizado en la marca.
Elsa Schiaparelli: el surrealismo como lenguaje
En los años 30, Elsa Schiaparelli rompió con la elegancia parisina convencional introduciendo el surrealismo en sus creaciones. Su colaboración con Salvador Dalí dio lugar a piezas icónicas que reinterpretaron la relación entre el cuerpo en sí y lo que vestimos. Entre ellas, el célebre «Vestido esqueleto» (1938), donde acolchados de crepé negro imitaban una caja torácica. Más que tratarse de un sueño, era un manifesto artístico: el cuerpo no se oculta, se revela de forma explícita. Ojos, bocas, manos, costillas, corazones… fragmentos anatómicos transformados en elementos visuales hechos prenda.
Cada parte del cuerpo en si misma se convirtió en parte esencial del universo Schiaparelli. No eran solo adornos, sino obsesiones estéticas de Elsa que emergían del inconsciente colectivo de la vanguardia surrealista.
El renacimiento de Schiaparelli a manos de Roseberry
Desde que Daniel Roseberry asumió la dirección creativa de Schiaparelli en 2019, la maison ha vivido un renacimiento donde la anatomía se ha transforma en pura escultura a servicio de la prenda. Su propuesta va más allá de la indumentaria. Las piezas se han vuelto en objetos de museo.
En la colección de Alta Costura Primavera-Verano 2022, el cuerpo fue literalmente dorado. Roseberry presentó bustos moldeados con precisión casi quirúrgica, revestidos en oro bruñido, que remitían a la perfección idealizada del arte grecolatino. Lejos de lo decorativo, estas piezas actúan como corazas: envuelven torsos femeninos. Las costillas metálicas, los pulmones etc, se alzan como jaulas preciosistas del vestido. Los pechos, elevados en pan de oro, no evocan erotismo, sino devoción, como si de un altar móvil se tratase.
Un año después, en la primavera-verano 2023, Roseberry evolucionó su lenguaje visual con una colección inspirada en la Divina Comedia. El cuerpo ya no era solo físico, sino metafísico. La anatomía se fragmentó en códigos alegóricos: ojos en el pecho, senos como esculturas metálicas, cabezas animales… El desfile navegaba entre cielo, purgatorio e infierno, y el cuerpo era el vehículo de esa travesía onírica.
A través de estos códigos, Roseberry no solo actualiza el legado surrealista de Elsa Schiaparelli, sino que lo empuja a una nueva dimensión: el cuerpo como mapa emocional, como algo sagrado, un arte ceremonial. En sus manos, el cuerpo deja de ser mero soporte y se convierte en narrativa. Un manifiesto visual en el que cada nervio, cada hueso y cada órgano tiene algo que decir.
La Primavera-Verano 2025
La anatomía sigue presente en Schiaparelli, ahora con una dimensión incluso más divertida si cabe. En la colección Primavera-Verano 2025, los detalles corporales aparecen en clave de trampantojo, como en el emblemático bolso Face, que convierte un rostro en objeto de deseo.
Los accesorios se llenan de charms anatómicos, como en el asa del nuevo bolso Soufflé; y el calzado se convierte en una segunda piel: punteras moldeadas en forma de dedos humanos sobre bailarinas, babuchas o pumps de piel. Sexys, extraños, hiperrealistas. Schiaparelli reafirma así su obsesión por convertir el cuerpo en arte que se puede llevar.
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