Los deepfakes han llegado para quedarse. Un deepfake es un video, una imagen o un audio generado que imita la apariencia y el sonido de una persona. También llamados «medios sintéticos», son tan convincentes a la hora de imitar lo real que pueden engañar tanto a las personas como a los algoritmos. Los deepfakes son generados por la IA y sus formas más comunes de aplicación son en videos o como filtros de realidad aumentada.
«Deepfake» como término proviene de la combinación de las palabras «deep learning» y «fake», para representar algo falso que es resultado de la tecnología de aprendizaje profundo. Aunque existe un mercado creciente de aplicaciones de consumo que utilizan la tecnología deepfake para el entretenimiento, como FaceSwap, a medida que esta tecnología se ha democratizado, han aparecido malos usos como en el porno.
Google Trends ha revelado un creciente deseo por este contenido pues la búsqueda de «deepfake porn» ha aumentado. Según WIRED, «El número de vídeos porno deepfake no consensuados en línea ha explotado desde 2017. Más de 13.000 reclamaciones de derechos de autor -que abarcan casi 30.000 URL- se han hecho a Google en relación con el contenido de una docena de los sitios web deepfake más populares».
El problema del porno deepfake es que cualquiera puede aprender a hacer deepfakes con una búsqueda rápida. Asimismo, no hay leyes que restrinjan los deepfakes, a pesar del creciente interés por crear una nueva legislatura. Es importante señalar que las mujeres afectadas suelen estar en posiciones de poder, pero tampoco nos sorprendería si empieza a extenderse a las distintas clases. Dicho esto, ¿cuándo le ponemos fin?
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