Nicolas Di Felice ha convertido su nueva colección para Courrèges en un parte meteorológico de moda, literalmente. Desde el amanecer hasta un mediodía cegador a 30º, cada look de la pasarela avanza como si siguiera el recorrido del sol en su punto más alto.
La propuesta arranca en 21º, con azules acuáticos y cortes fríos. Bodys con viseras vaporosas, minifaldas de cuadros convertidos en paneles solares y cinturones finísimos de aire sesentero marcaban un inicio gélido. A medida que el termómetro sube, las prendas se relajan en su forma: a 24º aparecían bañadores fundidos con vestidos de cortes profundos, chaquetas tipo safari con maxi volumen y faldas-pantalón fluidas.
El clímax llegó a 30º, cuando el archivo de Courrèges se derritió en total looks de vinilo vegetal en tonos atardecer, vestidos de seda y lentejuelas construidos a partir de parasoles, y minifaldas convertidas en un uniforme solar. Todo brillaba, todo quemaba, todo protegía. Una obsesión con la luz que convirtió la pasarela en laboratorio anti-UV.
La escenografía —diseñada junto a Remy Brière y Matiere Noire— abandonó el cuadrado clásico y se transformó en un círculo. Y la música original de Di Felice y Erwan Sene empujaba el crescendo hasta el deslumbramiento final. Un clímax literal: los asistentes cegados por la luz, la metáfora de una maison que nunca dejó de mirar a la luz.
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