Alberto Martín, la mente creativa detrás de Boltad Brand, es el protagonista del más reciente episodio de Sobremesa Exquisita de La Corte. Un discurso que, como un torbellino de pensamientos, nos lleva directo al corazón de su caos intelectual y creativo, desvelando las complejidades de un genio que no conoce límites.
Con su mirada vanguardista, su irreverente ironía y su enfoque profundamente comprometido con la sostenibilidad, Alberto sorprendió a la industria de la moda, redefiniendo los códigos establecidos. Y en este regreso, la creatividad se desborda, invitándonos a navegar entre historias impredecibles, un torrente de desdichas que desembocan, paradójicamente, en finales de lo más satisfactorios.
En el último capítulo de Sobremesa Exquisita, Alberto nos relata una bomba en el vecindario, un viaje a Italia marcado por una sucesión de fracasos y, en el colofón, la aparición sorpresiva de magnates de Nueva York. Un relato desconcertante, pero profundamente personal, que nos ofrece una visión única de la mente de un creador cuya visión de la moda es mucho más que la superficialidad de la ropa: es un reflejo crudo y honesto de los conflictos generacionales que atraviesan a la juventud de hoy.
En su paso por La Corte, Alberto nos abre una ventana a su mundo, uno donde la curiosidad por lo ajeno —como la vida de sus vecinos— se entrelaza con un inesperado enamoramiento por España. En sus desfiles, las gorras con mensajes provocadores son solo la punta del iceberg, una puerta abierta a una reflexión más profunda sobre el entorno contemporáneo.
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El relato de Alberto se desplaza hacia Italia, hacia una cala de ensueño donde los cuerpos se lanzan desde lo alto, desafiando la gravedad y la lógica. Alberto, dispuesto a unirse a la experiencia, comienza a sentirse mal. Un malestar inexplicable lo invade, un premonitorio presentimiento que lo deja vulnerable ante los ojos de sus amigos. El viaje parece desmoronarse ante su ojos. Sin embargo, en un acto de resistencia, decide lanzarse. ¿La catarsis? Quizá.
Pero la trama no termina ahí. Ya de vuelta en el tren, el caos se vuelve aún más palpable: sus amigos, como auténticos rebeldes, se cuelan sin escrúpulos. Alberto, enfadado, intenta poner un freno, pero la indiferencia de los demás no tiene remedio. Multa al canto. ¿Quién dijo que los viajes con amigos eran fáciles?
Finalmente, al aterrizar en Barcelona, la ciudad le recibe con una nueva perspectiva. Alberto, por primera vez, siente una atracción irresistible hacia España, esa tierra que, aunque nunca le había llamado la atención, ahora le cautiva con una fuerza insospechada. Un viaje que, por muchos motivos, se convierte en inolvidable… pero que jamás recomendaría.
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