Google, ese titán que define cómo accedemos a la información en el siglo XXI, está haciendo un soft refresh a uno de los símbolos más reconocibles del planeta: su logotipo “G”. Nada drástico. Nada escandaloso. Pero sí lo suficientemente sutil como para hacernos mirar dos veces.
La clásica paleta cuatri-color —azul, rojo, amarillo y verde— sigue presente, como una cápsula visual de nostalgia techie. Pero ahora, la letra presenta una forma más abierta, más fluida, más alineada con el diseño post-flat que domina la escena digital. ¿Qué cambia? Curvas reajustadas, proporciones suavizadas, y un acabado más limpio que se siente igual de familiar… pero más now.
No es un rebranding radical. Es más bien un recalibrado quirúrgico que mantiene la esencia mientras se adapta a la nueva generación de pantallas, interfaces y UX vibes. La “G” se reinventa sin perder su ADN.
Esta evolución silenciosa —ya visible en dispositivos Pixel— marca la primera gran actualización visual desde aquel salto tipográfico a Sans-Serif en 2015. Casi una década después, Google borra las fronteras entre colores para hacerlos fluir, fusionarse. Una decisión estética con visión de futuro, diseñada para rendir en todos los formatos, desde smartwatches hasta Realidad Aumentada.
En tiempos donde el diseño es también discurso, Google nos dice algo sin decirlo: seguimos aquí, seguimos mutando, y sí, seguimos marcando el ritmo.
La transformación estilística de la persona más googleada del planeta aka Bianca Censori.
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