La genética nace del intercambio generacional. Cuando las imaginaciones de mentes independientes se entrelazan a través de las épocas, surge el concepto de patrimonio. La colección femenina otoño-invierno 2023 de Gucci conecta las culturas creativas que transfertilizan la historia de la Casa a través de una propuesta evocadora a la vez que contemporánea.
Esta expresión libre, inspirada en memorias colectivas que desdibujan los límites del tiempo, es un reflejo del corazón que da vida a Gucci. En un eufórico diálogo entre pasado y futuro, la colección reflexiona sobre Gucci como una constante cultural y reaviva la influencia de los visionarios que la encabezaron, allanando el camino para que su patrimonio alcance una nueva dimensión.
El desfile tuvo lugar dentro de la propia anatomía de la Casa. En el sancta sanctorum del Gucci Hub, los ascensores transportaron la colección a través del edificio hacia la pasarela, ilustrando el proceso creativo subyacente a toda nueva propuesta: desde los archivos en los que surgen las ideas, a través de los talleres en los que se les da forma, hasta la pasarela, donde se manifiesta.
Rodeadas de asientos confeccionados en su innovador material Demetra, las pasarelas esféricas representaron la circularidad colaborativa que define a la comunidad creativa de Gucci. Un paisaje sonoro oscuro a la par que familiar que evocaba épocas fue un reflejo de la propia colección. Una premisa encarnada por un elenco de personajes abarcaron la historia de la Casa, desde los años noventa y la década de 2010 hasta la actualidad.
Las siluetas recordaban al lenguaje erótico y glamuroso de Gucci durante los 90 y principios de los 2000, pero con la paleta de colores eléctrica y suntuosa propia de 2010. Jugando con esa sensación familiar que provoca la vuelta a una dimensión a otra, los trajes se magnificaron mientras que las camisas y los conjuntos de dos piezas –tops y faldas– llegaron en su mínima expresión.
Los trajes de lana o piel destacaban por su corte oversize de hombros voluminosos, escotes pronunciados y pantalones de tiro bajo. Las faldas llegaron largas y midi en telas vaporosas con adornos de encaje. Un sujetador metálico GG incrustado con cristales, marcó la tónica de una extravagante selección de joyería que dominaba los escotes en formato XXL.
También pudimos ver prendas de punto oversize en lana de angora peinada e hilos con bucles, así como en abrigos y solapas de vellón o piel sintética en tonos vibrantes. Creados siguiendo los principios del savoir-faire, los vestidos de noche evocaban formas de corazón –un símbolo del seno de la Casa–, como en el caso de la falda de cintura caída de un vestido con corpiño en satén duchesse.
Las coloridas gafas de sol tipo máscara fueron un guiño a una fragancia clásica de Gucci, mientras que los gorros Busby reforzaron la exuberancia de una colección impulsada por la eterna creatividad que corre por las venas de Gucci. Las nuevas reinterpretaciones redondeadas del bolso trapezoidal de cadena, llegaron en versión acolchada, con cristales y en piel contrastante. El bolso Jackie llegó con líneas suavizadas y en tonos bicolor y en piel GG repujada.
El clásico mocasín Gucci llegó sobre una suela de goma, mientras que las botas de nieve diseñadas originalmente para la colección de esquí de los años sesenta reaparecieron con tachones de Horsebit. El tacón kitten dominó las sandalias cuadradas, las botas de caña ancha y las sandalias con adorno de cabeza de tigre inspiradas en el bolso Dionysus. Las botas de boxeo y los botines de baloncesto pusieron la guinda a la colección con un ligero toque deportivo.
¿Quién es Sabato de Sarno, el nuevo director creativo de Gucci?
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