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Hablamos w/ Alicia Falcó y Pau Simon sobre ‘El refugio atómico’

Hablamos con Alicia Falcó y Pau Simon, dos de los jóvenes talentos más prometedores de la ficción española.

Hablamos w/ Alicia Falcó y Pau Simon sobre ‘El refugio atómico’

En El refugio atómico, la nueva serie que mezcla drama psicológico y ciencia ficción, un grupo de personajes se ve obligado a convivir bajo tierra mientras el mundo exterior se desmorona. En ese espacio cerrado, donde la supervivencia se confunde con el miedo y la verdad se convierte en un arma, destacan las interpretaciones de Alicia Falcó y Pau Simon, dos de los jóvenes talentos más prometedores de la ficción española.

En conversación con ellos, hablan del desafío emocional de interpretar en un entorno extremo, de la química que surgió entre ambos desde el primer casting y de cómo el encierro físico del rodaje acabó transformándose en una experiencia íntima y colectiva. También reflexionan sobre los paralelismos entre la serie y el presente, la precariedad en la industria audiovisual, la irrupción de la inteligencia artificial y la necesidad de seguir contando historias humanas y diversas.

Entre risas de rodaje, escenas que les rompieron por dentro y sueños de futuro que van desde un pequeño teatro hasta una superproducción internacional, Falcó y Simon confirman que El refugio atómico no solo les exigió como intérpretes, sino que también les permitió mirarse de frente: descubrir su sensibilidad, su fortaleza y la importancia de seguir creando en comunidad, dentro y fuera del búnker.

HIGHXTAR (H) – ¿Qué fue lo primero que os atrapó del guion de El refugio atómico?

Alicia Falcó (AL) – Me atrapó cómo cuentan las cosas en Vancouver. Lo hacen de una manera única y especial. Todo es grande, magnético, y van más allá. En esta historia lo más importante no es la guerra o el fin del mundo, sino cómo eso afecta a los personajes y los pone al límite con ellos mismos y en relación con el resto. Creo que esto se cuenta de manera explosiva en los guiones.

Pau Simon (PS) – Me llamó mucho el tono que plantearon Álex y Esther para la serie, algo entre el drama social y una especie de thriller psicológico, donde lo interesante está en cómo se comportan los personajes más poderosos del mundo en ese espacio y contexto.

(H) – La historia plantea un encierro en un momento de miedo colectivo. ¿Qué eco tiene en un presente marcado por la guerra, la desinformación y la sensación de incertidumbre?

(AL) – Pues espero que tenga un eco grande y dé pie a una reflexión sobre nuestra sociedad actual. Da mucho miedo lo cercana y realista que llega a ser la serie en nuestra actualidad. Ojalá nos ayude a entender que las guerras, el avance de la tecnología y el individualismo nos rodean a todos, y que solo unos pocos sobrevivirán si no cuidamos nuestro mundo y no colaboramos entre todos.

(PS) – Siento que, por un lado, puede expresar cierta ansiedad global propia de la época en la que vivimos y, por otro, cuestiona esa ilusión de protección individual frente a amenazas que solo deberían afrontarse colectivamente.

(H) – ¿Cómo describiríais a vuestros personajes sin mencionar ni su nombre ni su función en la trama?

(AL) – Mi personaje es una chica fuerte, pero con mucho dolor en su interior. Tiene un pasado familiar muy duro y ahora le toca sostener a su familia en una situación extrema. Ella es estudiante de medicina y cree en la ciencia como religión; incluso el amor lo vive de la manera más racional y científica posible. Pero el encierro en el búnker llevará sus sentimientos más secretos al extremo y le hará plantearse su forma de vivir y sentir.

(PS) – Una persona con ganas de vivir el presente, de querer y, sobre todo, de ser querido.

(H) – ¿Hubo alguna escena que os removiera más de la cuenta?

(AL) – La última secuencia de la temporada fue muy especial para mí. Era un reto a nivel emocional y fue muy fácil dejarse llevar y vivirla al cien por cien. Pau y yo ya llevábamos muchos meses rodando y sabíamos perfectamente cómo apoyarnos en una secuencia tan intensa y complicada. Creo que, en parte, fue una pequeña despedida para nosotros y nuestra etapa de rodaje, igual que lo es para los personajes en su trama.

(PS) – La escena con Natalia Verbeke al final de la serie, cuando Frida decide contar la verdad a su hijo. No fue difícil interpretar eso: el enorme peso de sus palabras me rompía cada vez que repetíamos la escena.

(H) – ¿Qué habéis descubierto sobre vosotros mismos a través de estos papeles?

(AL) – He descubierto que está bien sentir intensamente y que es sano hacerlo, igual que lo hace mi personaje. Y que hay que aceptar los retos, por mucho miedo que den, y confiar, porque a veces los sueños se cumplen.

(PS) – Lo orgulloso que estoy de mi sensibilidad. Si interpreto a Max no es por la parte externa que nos muestra a todos, sino por su vulnerabilidad. Y cuando le veo en pantalla, le quiero, y eso me hace sentir bien porque reconozco mi corazón en él.

(H) – ¿Cómo fue encontrar la química como pareja protagonista en un proyecto tan intenso?

(AL) – La verdad es que no tuvimos que buscar esa química, existió desde el primer casting en el que nos conocimos. Después la hemos dirigido hacia la relación concreta que tienen Max y Asia, ensayando mucho y creando el arco emocional que hacen estos dos personajes con la ayuda de Jesús, el director. Ha sido muy bonito y muy fácil vivir toda esta experiencia de la mano con Pau.

(PS) – Nunca buscamos la química, eso no se busca. Yo creo que la tienes o no la tienes, y con Alicia no cabe duda de que había algo muy bonito y fuerte. Solo faltaba entenderlo a través de Max y Asia.

(H) – El rodaje se hizo en espacios cerrados. ¿Eso facilitaba la inmersión o acababa siendo asfixiante también fuera de cámara?

(AL) – Pues pasaban ambas cosas. Es un regalo trabajar en un plató tan grande e impresionante; hace muy fácil conectar con la sensación de encierro y te lo crees enseguida porque el trabajo de arte es espectacular y el plató parece realmente un búnker. Pero, a la vez, casi no veíamos la luz del sol porque nos pasábamos el día encerrados, y eso a veces era un poco agobiante. Todos rezábamos para que nos tocase alguna jornada de rodaje en el exterior.

(PS) – Yo realmente nunca sentí claustrofobia. Para mí, el objetivo de este búnker es hacer sentir a sus huéspedes como si estuvieran de vacaciones en un crucero. Gracias a esos increíbles sets pude sumergirme en ese mundo y, por momentos, creer que realmente era un habitante más de Kimera.

(H) – ¿Tuvisteis margen para improvisar o era un guion milimétrico?

(AL) – En general respetamos el guion por completo. Es un proyecto muy pensado, y tanto los guionistas como los directores y los productores saben perfectamente hacia dónde lo quieren llevar. A nosotros nos tocaba confiar y fluir.

(PS) – Había poco espacio para la improvisación. El equipo de guionistas confía mucho en los diálogos, tienen una visión periférica de cómo contar la historia. Fue más bien un trabajo de entender de dónde les nace decir lo que dicen y hacerlo un poco nuestro. Si alguna vez no lo veíamos claro, siempre se podía consultar con Álex o Esther para posibles cambios.

(H) – ¿Cómo se gestionaba la desconexión después de escenas tan densas?

(AL) – Salir del búnker y ver la luz del sol ya ayudaba mucho. A mí personalmente me iba muy bien ir a tomar algo con los compañeros después de la jornada de rodaje. Otras veces solo tenía ganas de llegar a casa y mirar Sex and the City, que es la mejor manera de desconectar.

(PS) – Hicimos un grupo muy bonito, todos nos queremos mucho y conseguimos crear espacios fuera del rodaje en los que poder desconectar y conocernos más allá de nuestro trabajo.

(H) – ¿Podríais compartir alguna anécdota del rodaje?

(AL) – Fueron tantos meses de rodaje que no sabría quedarme solo con una anécdota. En general nos lo pasamos muy bien, se creó una gran familia y siempre nos reíamos y cuidábamos entre todos. Pau y yo siempre recordamos un día en que teníamos que rodar debajo de unas sábanas y nos entró un ataque de risa brutal. No había manera de grabar sin que se nos escapara la risa.

(PS) – Hay tantos momentos a destacar… pero algo que la gente a lo mejor no tiene tan presente es lo incómodo que podía resultar actuar con los monos, sobre todo en escenas de acción o con movimientos bruscos. Tuvimos que trajinar a Joaquín Furriel por toda la galería en una escena por la supuesta vibración de la tierra en el búnker, y al pobre se le quedaba el mono tan pegado al trasero que, para que nos entendamos, ahí debajo no había espacio ni para que pasara una gota de aire.

(H) – En España se habla cada vez más de la precariedad en el cine y en las series. ¿Cómo lo vivís en primera persona?

(AL) – Yo creo que la industria es muy grande, con diferentes tipos de productos. Aunque me siento muy privilegiada de trabajar en ella, creo que es una industria muy vertical, con muchos puestos de poder y grandes diferencias económicas. Ojalá podamos contar de aquí en adelante con más presupuestos para crear todo tipo de proyectos.

(PS) – Si se trata de mi experiencia personal, he tenido la suerte de que en los pocos proyectos en los que he trabajado no he vivido esa precariedad. Sin duda es algo que está presente en la industria de nuestro país y siento que es necesario hablar de ello y luchar para que las cosas cambien. Hay mucho talento y ganas de hacer cine de calidad en España.

(H) – Las grandes plataformas dan visibilidad global, pero también imponen algoritmos y métricas. ¿Cómo convivís con esa lógica?

(AL) – En mi caso, las grandes plataformas me han dado oportunidades increíbles, en proyectos donde he aprendido mucho y que para mí han sido muy especiales. Es verdad que me encanta el cine de autor, y por eso me dedico a esto. Me gusta el cine independiente y poder contar historias importantes. Creo que lo esencial sería poder colaborar con todas las posibilidades que ofrece la industria para seguir creando historias.

(PS) – Sinceramente, no he sentido esa presión, ni por mi forma de vivir el proyecto ni porque alguien de arriba me lo haya impuesto. Agradezco no tener que estar pendiente de todo lo ajeno al rodaje y a mi trabajo personal.

(H) – En Hollywood la huelga de actores y guionistas ha puesto sobre la mesa el impacto de la inteligencia artificial. ¿Es algo que os preocupa de cara al futuro?

(AL) – Es algo que me preocupa, pero quiero confiar en que sea difícil o imposible suplantar el trabajo de un actor, actriz, director o guionista, pues hay algo humano en trabajar en equipo, crear conjuntamente y hacer del conjunto lo que nos define como humanos. Confío en eso y espero que sigamos creando en comunidad en el futuro.

(PS) – Me remueve pensar que la IA llegue a sustituir al artesano, al cineasta. Necesitamos luchar para que no sea así. Puede ayudar o facilitar ciertas herramientas, pero nunca debería reemplazar el trabajo humano; perderíamos la esencia y el sentido del cine.

(H) – ¿Creéis que la ficción española está arriesgando con nuevas narrativas?

(AL) – Creo que la ficción española cada vez se atreve más a contar diferentes tipos de historias, puntos de vista, historias personales, y creo que en esa diversidad está la belleza. Aunque sí que creo que ha evolucionado, ojalá nos atrevamos a ir más allá y a escuchar todo tipo de voces que tienen mucho que contar, en España y en todo el mundo.

(PS) – Sin duda, y cada vez hay más gente que se atreve a dar el paso y se arriesga. Hay mucha calidad y potencial en el cine actual español, y deseo y siento que vamos hacia arriba.

(H) – En tiempos de crisis, ¿qué debe ser el cine y la televisión: refugio, espejo o denuncia?

(AL) – Deben serlo todo. Hay muchos tipos de ficción y las tres cosas están bien. Es tan válido querer desconectar de tu día y entretenerte como ver un cine que reivindique y marque los cambios que exigimos como sociedad. Todo está bien y es genial poder disfrutarlo y verlo todo cuando nos apetezca.

(PS) – Debería serlo todo. Debería ser una herramienta que nos permita desconectar cuando lo necesitemos, pero que también incite a la reflexión, a la autocrítica o a abrir horizontes y descubrir nuevas historias.

(H) – Formáis parte de una generación expuesta 24/7 en redes sociales. ¿Lo vivís como escaparate, herramienta de trabajo o agujero negro?

(AL) – Aunque tengo una buena relación, es un debate que tengo constantemente conmigo misma: ver cuánto me quiero mostrar a nivel personal. Entiendo que es una herramienta de trabajo e intento estar en paz con ello, hacerlo a mi manera, sin forzarme y disfrutarlo. Equilibrar lo profesional y lo personal.

(PS) – Personalmente le estoy empezando a dar una intención más profesional. Nunca he estado muy activo en redes ni he tenido la necesidad de cambiarlo, pero ahora siento que podría ser un buen momento para darles otro uso y que se conviertan en un aliado si aprendo a usarlas. Por suerte, estoy rodeado de un equipo que me apoyará con las decisiones que tome, ya sea para seguir activo o, en caso de ser necesario, trabajar sin ellas.

(H) – Se habla de diversidad y representación, pero ¿creéis que en España seguimos escribiendo demasiados personajes con el mismo perfil de siempre?

(AL) – Cada vez se cuentan más historias distintas y vemos más tipos de personajes, pero es una lucha que no hay que abandonar. Hay que intentar que todo tipo de gente se pueda sentir representada. Aunque ahora veamos pelis sobre minorías, siguen siendo una minoría. Tenemos que conseguir que todas las historias tengan la misma cabida en la ficción para escucharnos, entendernos y reflexionar juntos.

(PS) – Yo lo siento un poco así. En general, la industria es poco arriesgada en muchos aspectos, y este podría ser uno de ellos. El mensaje lo tenemos muchos y de forma clara, pero no sé si lo estamos haciendo mal o es que desde arriba se nos escucha poco, porque al final todo termina siendo un poco lo mismo.

(H) – ¿Qué historias os gustaría ver que todavía no se atreven a producir?

(AL) – Me gusta ver de todo y me encanta el cine social, por lo que nunca está de más contar historias político-sociales con las que poder crecer y crear debate.

(PS) – Me gustaría ver más contenido que se centre en la salud mental masculina, hombres que no encuentren espacios para expresar vulnerabilidad, su salud mental, aspectos depresivos o adicciones.

(H) – Dejando a un lado los refugios atómicos, ¿qué os da miedo de verdad ahora mismo?

(AL) – Creo que cada vez vivimos menos en colectividad y me da pena, pues creo que los humanos estamos hechos para relacionarnos. Quizá esto va unido a El refugio atómico, pues me gusta pensar que todo es más fácil, más bonito y más humano cuando lo hacemos juntos, nos respetamos y nos cuidamos, a nivel barrio, familiar y mundial. Espero que esto no se pierda.

(PS) – Mi futuro es un tema que me preocupa, la verdad. No solo por la incertidumbre de esta profesión, sino por el contexto en el que vivimos. Es difícil imaginar una vida estable, pensar en acceder a una vivienda propia o incluso en tener hijos sin sentir vértigo. Tengo una sensación de tambaleo por la economía, nuestro planeta, los conflictos políticos, nuestra forma de convivir. Es un miedo a no saber cómo será mi futuro por la pregunta de hacia dónde nos dirigimos como sociedad.

(H) – ¿Qué os obsesiona últimamente, aunque no tenga nada que ver con el trabajo

(AL) – Últimamente me he vuelto a reencontrar con el campo, la montaña, que siempre me han quedado cerca y con lo que estoy conectando de nuevo, valorando todo lo que tiene para dar: la calma, el poder parar.

(PS) – Me he obsesionado con leer libros de filosofía, no recordaba que fuera tan interesante. En el instituto la estudiábamos solo para aprobar la selectividad, nunca paré a tratar de entenderla como ahora. Aunque creo que he empezado mal, porque me estoy leyendo El Anticristo de Nietzsche, que es una locura y entiendo el 40 % de lo que dice. A lo mejor debería arrancar por Platón.

(H) – ¿Cuál fue la última serie o película que habéis visto que os haya marcado?

(AL) – He visto muchas series y no sabría cuál elegir, pero me vienen dos pelis ahora, muy diferentes entre ellas. Cónclave, aún no la había visto y me ha parecido excelente, un peliculón, maravillosa. Y La furia, que es otro tipo de cine muy distinto, pero que me es muy cercano y me gusta mucho ver. Me parece que tiene interpretaciones preciosas y que cuenta un tema muy complicado, muy personal. Me tocó mucho.

(PS) – No sé si voy un poco tarde, pero la miniserie Querer, protagonizada por Nagore Aranburu y Pedro Casablanc… Tremenda historia. Me encanta cómo está contada y, sobre todo, me la estoy gozando con la sensibilidad y el buen trabajo de los actores. Es impecable.

(H) – Si pudierais elegir libremente en la historia del cine o la televisión, ¿qué papel os habría gustado interpretar?

(AL) – Pues me viene a la cabeza Winona Ryder, que me encanta como actriz, en su papel en Inocencia interrumpida. Me encantaría hacer algo así. También me viene Natalie Portman en Cisne negro. Vaya reinas las dos.

(PS) – A ver, tengo muchos, la verdad. Ahora me viene a la cabeza Travis Bickle de Taxi Driver, aunque lo de Robert De Niro es otro nivel. Creo que por eso me gusta tanto ese personaje, por el trabajo de De Niro. Pero algo del estilo de Uma Thurman en Kill Bill creo que me lo gozaría mucho.

(H) – Dentro de diez años, ¿en una superproducción internacional, en un teatro pequeño o en un rodaje independiente?

(AL) – Dentro de diez años no sé dónde me veo, pues falta mucho y me queda tanto por hacer. Te diría en una producción más independiente, que es algo a lo que siempre he aspirado, pero me da igual realmente: desde una superproducción internacional, que sería un sueño, hasta un pequeño teatro, que sería como volver a casa, bajar a tierra, algo que sería muy saludable. Realmente me da igual, poder trabajar, seguir y crecer con esto, y ojalá que así sea y vengan muchas cosas.

(PS) – Me gustaría decir… ¿todo? Puede que me pase de ambicioso, y en diez años no sé qué prioridades voy a tener en la vida, pero quiero tocarlo todo. Me encanta mi profesión y siento que aprendo de forma distinta según el tipo de proyecto. Así que espero poder seguir trabajando de esto y ser feliz donde sea.

Para ver ‘El refugio atómico’ entra en Netflix.com.

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