La obra de Julio Galindo es una plataforma desde la que proponer una nueva mitología que explore términos como lo sagrado, lo espiritual y lo religioso. Sus piezas ponen en cuestión conceptos como la religiosidad o la santidad, tratando de actualizar estas nociones desde un punto de vista contemporáneo. Su intención es mostrar que existe la posibilidad de encontrar aspectos profundamente existenciales en nuestro entorno inmediato, lo que sin duda pasa por elevar al nivel de sagradas cosas que no lo son, pero que probablemente deberían serlo.
Galindo estudió Bellas Artes en la Universidad de Sevilla, donde cursó las especialidades de Pintura y Grabado. Desde un primer contacto con la cerámica en Florencia, sus esculturas se han mostrado en instituciones como el Centro de Arte Tomás y Valiente, Fuenlabrada, Madrid; Centro Cultural La Carolina en Jaén o Palazzo Medici-Riccardi en Florencia.
La exposición actual del artista en VETA comienza con una metáfora que compara el estado del planeta con el ambiente de una discoteca en sus últimas horas, cuando solo quedan unas pocas personas buscando exprimir hasta el último baile de la noche. Este escenario de despedida se transforma en una representación de la humanidad en el planeta, viviendo al límite y disfrutando de los placeres hasta sus últimas consecuencias. El artista investiga nuevas formas religiosas de comunión, presentando una escena en la que todos los participantes están sumidos en el exceso. Esta «fiesta del futuro» democratiza lo sagrado, llevando la espiritualidad a un contexto festivo y profano.
HIGHXTAR (H) – Para los que todavía no te conozcan, ¿Quién es Julio Galindo?
JULIO GALINDO (J) – Soy un escultor nacido en Extremadura que trabaja con la cerámica y que, a raíz de haber estudiado pintura, tiene una obra escultórica bastante pictórica.
(H) – ¿Cómo fue tu primer contacto con el mundo del arte?
(J) – El primer recuerdo artístico que tengo en mi vida es cuando una mañana fui a desayunar y vi que mis padres, sin ninguna razón aparente, me habían comprado pastillas de plastilina y las habían dejado en el frutero a modo de sorpresa. Me volví loco, porque nunca antes había probado esos colores y esa materia. Me estalló la cabeza. La plastilina se convirtió en mi juguete favorito desde chico, y creo que eso ha influenciado bastante mi obra posterior.
(H) – Te conocimos con tu primera exposición en VETA by Fer Francés, ahora vuelves con tu último conjunto de obras ‘La Rave de Dios’. ¿Cómo has evolucionado profesionalmente y artísticamente desde ese momento?
(J) – Te diría que estas piezas son más ambiciosas, están más trabajadas y tienen un mayor nivel de dificultad técnica. La verdad es que ‘La Rave de Dios’ ha sido un paso adelante muy importante en mi carrera. Me atrevería a decirte que, tanto a nivel técnico como profesional, es lo mejor que he hecho nunca.
(H) – ‘La Rave de Dios’ se titula. ¿Por qué este nombre?
(J) – No era el primer título que teníamos pensado. Cuando empezamos a trabajar en la exposición, enseguida vimos que se hablaba mucho de temas religiosos. Esa última fiesta de la humanidad que propongo era casi una especie de misa, y yo no dejaba de pensar en una canción de Pony Bravo que se titula así, ‘La rave de Dios’. Es un grupo que me acompañó mucho durante mis años de universidad, por lo que quisimos que el título funcionara como homenaje a ellos.
(H) – ¿En qué te has basado para generar este conjunto de obras?
(J) – Para mi anterior exposición en VETA by Fer Francés, ‘Post-apocalipsis’, imaginé cómo sería el mundo 10 años después de que el último humano hubiera muerto. Cuando se lo explicaba a la gente, les decía que era como un final de fiesta: el ambiente es más frío, va quedando cada vez menos gente, todo el mundo busca la siguiente fiesta a la que ir y se agarra a lo que queda con desesperación. Es la misma sensación que me da nuestra relación con el planeta Tierra: sabemos que se nos está acabando la fiesta, pero nos aferramos a nuestras costumbres de una forma desesperada.
De ahí surgió la idea de representar la última fiesta de la humanidad, que fue evolucionando también a una reflexión sobre cómo queremos vivir nuestros momentos finales. Yo tenía muy claro que, si de verdad se trataba de la última fiesta, iba a ser un reflejo de una celebración religiosa o espiritual. Sería algo más que una fiesta normal porque le estaríamos otorgando una importancia extra. Ahí fue cuando empecé a reflexionar sobre hacia dónde avanzarán las espiritualidades y los rituales del futuro, cómo los vivirá esa gente.
(H) – ¿Cómo ha sido el proceso creativo? Tu día a día en el estudio.
(J) – Han sido las esculturas las que han ido guiando el proceso creativo. Esta exposición ha sido un trabajo muy experimental porque nunca habíamos hecho piezas de este tamaño, de formatos tan grandes, en el taller que tenemos. Empezamos investigando desde cero sobre cómo hacerlas, qué estructuras necesitaban ese tipo de materiales… ha sido mucho ensayo y error. Y, como comentaba, cada una de las esculturas ha ido marcando el día a día según sus necesidades. Dependiendo del tiempo de secado, de cuáles teníamos más claras en cada momento, etc., hemos ido planificando jornadas, semanas y hasta meses de trabajo.
(H) – ¿Qué técnicas has utilizado?
(J) – Para ‘La rave de Dios’ he utilizado la escultura con loza blanca y decoración con engobes. Todas las piezas macizas se han construido sobre unas estructuras metálicas que montamos como soporte, y que después necesitábamos desmontar con facilidad. Una vez las esculturas estaban secas, vaciadas y desmontadas, las hemos metido al horno, las hemos esmaltado y les hemos dado una última hornada.
(H) – Tu obra cuestiona conceptos como la religiosidad o la santidad desde un punto de vista contemporáneo. ¿Cómo redefines lo sagrado en la actualidad?
(J) – No pretendo encontrar una respuesta certera; más bien, lo que busco es reflexionar sobre lo que es sagrado para mí y animar al resto de gente a que se planteen las mismas preguntas. Que se democraticen esos términos. En mi caso particular, me apropio de la iconografía y los discursos religiosos para hablar de cosas que me afectan en el día a día, e imbuirlas de esa santidad e importancia. Se trata de no limitar estos conceptos a lo religioso, sino cogerlos y aplicarlos a nuestra vida diaria.
(H) – En esta exposición vemos a figuras religiosas sometidas a un mundo nocturno lleno de excesos. ¿Cuál es el paralelismo que encuentras en estos dos universos?
(J) – Creo que mi forma de ver la religiosidad es un poco báquica. Para mí es una celebración de la vida: si hay algo realmente importante que deba ponerse en un altar, es desde luego la vida y cómo nos movemos en ella. Bajo ese punto de vista, no hay nada más espiritual o ritual que dejarse abandonar por los excesos y vivir sin otra cosa en mente que esa especie de bacanal. En ‘La rave de Dios’ pongo a una persona muerta en el centro de la sala, y los demás personajes orbitan a su alrededor rindiendo homenaje a su vida de la mejor manera posible: viviendo.
(H) – Así es general… ¿qué cambiarías de la escena artística contemporánea?
(J) – Hay que cambiar la forma en que comunicamos el arte contemporáneo a la gente que está fuera de este círculo. Veo a muchos creadores de contenido de arte que lo hacen muy bien, pero que no saben llegar a un público que todavía no está metido en el mundillo. Y por el otro lado, hay creadores de arte que sí que llegan a un público más amplio pero no divulgan contenidos de calidad. Estos últimos le están haciendo un flaco favor al mundo del arte contemporáneo. Creo que deberíamos poner más cuidado en cómo comunicamos nuestro trabajo y hacer un esfuerzo por divulgar más allá de las fronteras de la gente que ya tiene conocimientos sobre este tema.
(H) – ¿Qué artista emergente nos recomiendas para que lo tengamos en nuestro radar?
(J) – Hay gente que te recomendaría, pero que igual ya está fuera de lo emergente porque tiene otra edad: Pablo Merchante, Julia Santa Olalla, Francesc Rosselló, Juan de Morenilla, Eloy Arribas, Los Bravú, An Wei, Gema Quiles, Daniel Dobarco, Carlos Pesudo, Javier Ruiz Pérez… La mayoría son artistas de mi generación, y creo que todos estamos creando al mismo nivel y haciendo cosas muy interesantes. A pesar de las diferencias, todos forman parte de ese tejido artístico nacional más nuevo o juvenil.
(H) – ¿Con quién te gustaría crear una obra colaborativa?
(J) – De gente a la que yo conozco, me gustaría volver a trabajar con Julio Linares. Ya hemos hecho alguna exposición en conjunto y tenemos una visión muy parecida de lo que nos gusta crear. También con Cristina Lama. Es otra artista que expone en VETA by Fer Francés y con la que tendría mucho que ver y que decir. Además, sería un sueño trabajar con David Hockney, que es mi artista favorito, o con Allison Schulnick.
(H) – Además de esta exposición que se podrá visitar hasta el 30 de agosto… ¿En qué otros proyectos estás involucrado ahora mismo?
(J) – Estoy involucrado en un par de encargos que me han salido a raíz de esta exposición en VETA by Fer Francés. También estoy leyendo, escuchando podcasts, yendo a exposiciones… En definitiva, intentando ver en qué me voy a enfocar ahora, porque me gustaría salir un poco de esta deriva del fin del mundo. Ahora mismo, lo que hago es investigar para ver en qué otras narrativas puedo centrarme en el futuro.
Sigue toda la información de HIGHXTAR desde Facebook, Twitter o Instagram