Sobre el atraco que sufrió en octubre de 2016.

Casi una década después del robo más mediático del mundo del lujo, Kim Kardashian vuelve al lugar del trauma para enfrentarse cara a cara con los que en su día la amordazaron a punta de pistola. Porque, mientras las cámaras enfocaban los front rows y los focos iluminaban las pasarelas durante aquella Fashion Week, el lado más oscuro se manifestaba en la suite privada donde se alojaba la celebrity.
Durante la jornada de ayer, pudimos verla llegando al Palacio de Justicia de París para testificar sobre una noche que, según sus propias palabras, creyó que sería «la última de su vida».
«Me tiraron en la cama y el más pequeño de ellos comenzó a atarme las manos. En ese momento me volví loca» recuerda y asegura que, al mismo tiempo, le atormentaba la idea de pensar que su hermana mayor, Kourtney Kardashian, la encontraría muerta en la habitación cuando llegase.
A pesar de que Aomar Air Khedache, uno de los acusados, intentó disculparse a través de una carta leída en la sala por el juez, Kim fue tajante: «Esto no cambia el trauma ni el hecho de que mi vida ya nunca será igual».
Este caso ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre el precio de la fama, el lujo como objetivo y el trauma desconocido que acecha a las celebridades cuando nadie les ve.
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