La semana pasada concluyó la séptima edición de la Semana de la Moda de Bogotá, un evento que se ha consolidado como una de las plataformas más prometedoras en la escena de la moda latinoamericana. Del 22 al 24 de mayo, el Ágora Centro de Convenciones se convirtió en el epicentro de la moda en Colombia, acogiendo las propuestas de 110 marcas nacionales que tuvieron la oportunidad de exhibir y vender sus creaciones a más de 80 compradores nacionales e internacionales, así como a medios de comunicación de todo el mundo.
Desde su primera edición en 2016, Bogotá Fashion Week ha evolucionado hasta convertirse en una de las principales plataformas comerciales para la moda en Colombia, siguiendo el ejemplo de eventos como Colombiamoda en Medellín. Esta iniciativa, apoyada por la Cámara de Comercio de Bogotá, ha situado a la capital del país como un destino clave para la promoción de negocios en el ámbito de la moda internacional.
Bogotá Fashion Week no es solo una pasarela de desfiles, sino una plataforma integral que incluye tiendas multimarca, negocios ‘wholesale’, y una serie de charlas que abordan temas como sostenibilidad, artesanía y diseño, negocios y la experiencia contra la novedad. En definitiva, un calendario muy completo que combina perfiles de diseñadores más experimentados, como Andrea Landa, Faride Ramos o Alejandro Crocker con otros que están dando sus primeros pasos en esta industria tan competitiva y que, a pesar de ser noveles, apuntan maneras. Así fue con el Colectivo de Emergentes formado por Anthias, Mayorga, Papel de punto, y sobre todo La Petite Mort Studio, que nos mostró como la sastrería puede reinventarse para conectar con una generación de clientes más joven. Old Maquiina fue la encargada de poner punto final al segundo día de fashion week. Aún llevando 12 años en el mercado, la marca debutó en la pasarela con un espectáculo en el barrio de La Candelaria que se centró en el color morado.
Entendiendo la importancia de la educación y la innovación en una industria tan competitiva, la Semana de la Moda de Bogotá ofrece formación gratuita y continua para las marcas participantes. Este año, los ejes de formación incluyeron producto, ventas, comunicación de moda y procesos de comercialización internacional. Además, la Cámara de Comercio de Bogotá, tal y como nos comentó Maria Paz Gaviria en una reunión previa al comienzo del evento, proporciona subsidios a las marcas, eliminando la necesidad de pagar por desfilar, un modelo muy distinto al que estamos acostumbrados a ver en Europa, en el que las marcas, habitualmente, tienen que pagar miles de euros para tener su hueco en el calendario oficial. Este apoyo permite la constante aparición de nuevos nombres en la escena, favoreciendo también la consolidación del evento y de la industria para que siga siendo uno de los principales agentes en formación de empleo del país.
Pero si hay algo que destaca en la moda colombiana es su gran respeto por la artesanía y la conservación de sus raíces ancestrales en el trabajo textil. Lo pudimos comprobar en nuestras visitas a marcas como Verdi, A New Cross, Cubel o MAZ Manuela Álvarez. Gracias al acercamiento a comunidades artesanas e indígenas, en los tejidos identitarios del país encuentran una forma de comunicar al mundo la esencia Colombiana a través de de prácticas respetuosas de co-creación y colecciones que hablan en código contemporáneo.
Una de las novedades más destacadas de esta 7º edición fue la iniciativa ‘[P U E N T E]’, que llevó la pasarela “El Madrugón” al Ágora Centro de Convenciones de Bogotá. Este espacio, impulsado por consultores como Pilar Castaño, Ana María Londoño y César Rincón, destacó la relevancia de San Victorino en la moda colombiana. Este barrio es uno de los más desiguales de la capital y es donde en la madrugada, se producen ventas al por mayor de prendas de ropa. Diez marcas fueron seleccionadas para representar a San Victorino, caracterizadas por su creatividad, calidad e identidad de marca, así como por su potencial de exportación. Estas empresas, que generan más de 2 mil empleos directos e indirectos, demostraron su capacidad de producción, alcanzando hasta 150 mil unidades al mes. La pasarela se centró específicamente en el denim, un sector que tiene cierta importancia en la economía del país. En 2024, las exportaciones de jeans en Colombia alcanzaron los 44,7 millones de dólares, con Estados Unidos, Ecuador y Guatemala como principales destinos. Bogotá y Antioquía concentraron más del 75% de estas exportaciones, resaltando la importancia de estas regiones en la economía del país.
La séptima edición de la Semana de la Moda de Bogotá consolida a la capital colombiana como un referente en la industria a nivel internacional. Gracias al apoyo de la Cámara de Comercio de Bogotá, que trabaja todo el año con los diseñadores para “minimizar las brechas en materia de talento humano, procesos de producción e internacionalización”, el evento demostró ser una plataforma integral para el crecimiento y la promoción de la moda colombiana, abriendo camino en la escena global de la industria.
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