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Las prendas básicas: la nueva tendencia de este 2025

Si antes, la subversión pasaba por lo más maximalista, lo más sobrecargado, ahora la transgresión está en lo que podría parecer invisible.

Las prendas básicas: la nueva tendencia de este 2025

A lo largo de los últimos años, la moda ha navegado por una corriente constante de cambios drásticos: desde el maximalismo absoluto hasta la estética hiperpop que inundó los días posteriores a la pandemia. La saturación visual, la fusión de subculturas y la sobrecarga de estilos ahora parecen dar paso a un giro menos ruidoso, pero quizá más profundo. En este nuevo escenario, la moda básica comienza a emerger como la tendencia que definirá el 2025. Pero no se trata de una regresión al aburrimiento estilístico ni de una conformidad, sino de un reajuste radical hacia la esencialidad de lo cotidiano.

Lo básico, ese concepto que por años estuvo asociado con la uniformidad, la falta de imaginación o incluso la apatía estilística, se transforma ahora en un manifiesto de la nueva era. Es un regreso a la simplicidad, pero no como un recurso simple o poco sofisticado. La moda de 2025 no busca impresionar a través del ruido visual, sino a través de lo que no se muestra. Es la sutileza lo que ahora genera atracción. En un contexto donde todo está saturado de microtendencias, patrones reciclados y productos al alcance de un click, lo que se ha vuelto verdaderamente radical es precisamente no sobrecargar.

El acto de vestirse, se convierte en un acto de purificación

La moda empieza a tomar una nueva forma: ya no es cuestión de la cantidad de referencias que se acumulan, sino de cómo se seleccionan, cómo se filtran a través de un sistema personal que no se rige por el consumo masivo. Es un acto consciente de desapego, una forma de resistencia a la saturación cultural. El acto de vestirse, más que nunca, se convierte en un acto de purificación. Y esta pureza no es vacía, ni mucho menos aburrida; es una nueva forma de exclusividad, una exclusividad que no necesita ser demostrada. Es la subversión estética del siglo XXI: menos es más, pero lo menos está cargado de significado.

Este giro hacia lo básico es un cuestionamiento de la propia naturaleza de lo que entendemos por “cool” en la era digital. Porque, más que nunca, la moda no es solo lo que llevas puesto, sino cómo lo llevas. No se trata de acumular piezas llamativas, sino de destilar la esencia de tu identidad a través de un estilo que, paradójicamente, deja entrever más que las prendas en sí mismas. En este sentido, la moda básica se convierte en la nueva vanguardia: no es lo que se muestra, sino lo que se proyecta. Lo básico, entonces, no es simplemente simple. Es de una complejidad subyacente, casi conceptual.

Lo esencial, lo atemporal, lo que escapa a la lógica de la tendencia inmediata, es lo que ahora se reconoce como «diferente». Si antes, la subversión pasaba por lo más extraño, lo más maximalista, lo más sobrecargado, ahora la transgresión está en lo que podría parecer invisible. Al poner de lado los adornos innecesarios, al reducir el estilo a lo puramente funcional, nos enfrentamos a una estética más refinada, más meditada, que revela una autenticidad inconfundible. De alguna manera, esa misma autenticidad es la que genera una nueva forma de exclusividad. Ya no es una cuestión de poseer lo raro, sino de conocer lo esencial, de elegir lo correcto en medio de un mar de opciones desmesuradas.

En este nuevo paradigma, la “moda básica” se convierte en un acto de distinción: es un estilo que juega con lo invisible como parte de su poder. La moda se mueve hacia una sobriedad radical, hacia una construcción que se aleja del consumo acelerado y se concentra en lo que realmente tiene valor: las prendas cuidadosamente seleccionadas, los materiales que se aprecian más por su durabilidad que por su novedad. Es una estética que desafía el marketing de masas y las plataformas que priorizan el consumo inmediato, buscando algo más perdurable, algo que vaya más allá de lo que el algoritmo sugiere.

El concepto de normcore, acuñado hace más de una década, ya apuntaba en esta dirección. Lo que entonces parecía una tendencia irónica, un guiño a la indiferencia estilística, ahora se reconoce como una respuesta lógica ante la saturación visual de la cultura contemporánea. Si en los años 2000 la moda estaba en constante búsqueda de lo más sorprendente, lo más llamativo, lo más maximalista, ahora el foco se traslada hacia la reticencia. Es como si los códigos del estilo se estuvieran reduciendo al esencialismo más puro, como si la mejor forma de destacar hoy en día fuera no sobresalir. Lo básico se convierte en un lenguaje que requiere de una mirada atenta, más que de un grito superficial.

Y es que, en 2025, lo que se entiende por «cool» ya no se mide por lo extravagante ni por lo rupturista, sino por una afinidad casi mística con lo que se elige mantener simple. Es, en definitiva, la forma más elevada de estilismo en un mundo que sigue haciendo ruido: el retorno de lo básico como la nueva vanguardia, un lujo despojado de pretensiones. Como si, en el futuro inmediato, la moda misma volviera a sus orígenes más filosóficos, más intuitivos, dejando claro que lo realmente importante no es lo que te pones, sino cómo logras que tu presencia, sin esfuerzo, brille.

Estas son las tendencias para el pelo que triunfarán en 2025.

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