Prepárate para embarcarte en un viaje donde el retail, la cultura y la estética se funden en un solo concepto: Louis Vuitton acaba de lanzar “The Louis”, su nuevo flagship conceptual inspirado en el universo de los cruceros, justo en el epicentro de Nanjing West Road, Shanghai. Y sí, es tan surrealista como suena.
Este titán arquitectónico de 30 metros de altura no es solo una tienda: es un manifiesto flotante de la maison. Con referencias explícitas a la herencia marítima de la ciudad y a los legendarios baúles de viaje del siglo XIX, “The Louis” se presenta como un icono instantáneo, una nave de lujo que ancla en la tradición para navegar hacia el futuro.
1.600 m² de pura experiencia, distribuidos en tres niveles, dan vida a esta odisea sensorial. Por fuera, el edificio parece un crucero sci-fi recubierto con el monograma LV, acero pulido y detalles en rojo escarlata que cortan como un flash. En la cubierta, el guiño a los baúles clásicos: cuero, puntadas blancas y toda la fantasía del savoir-faire elevado a escala monumental.
Adentro, el viaje continúa. Nada es casualidad. Todo está diseñado para provocar. Retail, arte, hospitalidad y archivo se entrelazan en una experiencia multisensorial que redefine lo que entendemos por “tienda”.
Los dos primeros pisos están dominados por la exposición «Visionary Journeys», un homenaje onírico a la relación de la casa con el mar y los viajes. Trunks flotantes, escenografías etéreas, perfumes encerrados en kits vintage, manuscritos de Gaston-Louis Vuitton y hasta una máquina de escribir antigua que grita nostalgia en clave de lujo.
El siguiente acto: una sala de deportes donde se exhiben piezas usadas en Fórmula 1 y Juegos Olímpicos, envueltas en pantallas curvas y baúles de trofeos que parecen sacados de otra dimensión. ¿Lo mejor? Un taller en vivo donde los artesanos LV muestran su proceso con una precisión hipnótica. Aquí, el lujo se construye ante tus ojos.
En la cúspide, Le Café Louis Vuitton: un comedor elevado donde lo local se fusiona con lo global en platos de alta estética y sabor. Menú fusión Shanghai–occidente, pastelería impecable y un rooftop donde cada cóctel viene con vistas al “barco”. Porque sí, esto también flota.
La zona comercial —obvio— no se queda atrás. Una curaduría minuciosa de prêt-à-porter, marroquinería, accesorios y piezas genderless, con un extra: estaciones de hot stamping exclusivas para Shanghai. Cada compra se convierte en un statement personal.
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