Esta celebridad de origen libanés sabe lo que es llevar una letra escarlata: su pasado por la industria del porno la acompaña una década después. Pero ella no se esconde ni se calla, tiene la valentía de posicionarse en política y decir verdades libremente que a muchos incomodan. Así es hoy su batalla contra la ignorancia y el miedo.
Mia Khalifa me recibe en su habitación de hotel en Madrid. Sentada sobre la cama y con las piernas cruzadas, con shorts y una camiseta sin mangas de Karol G, el pelo suelto y la cara lavada, parece una universitaria. A sus 31 años, aparenta algunos menos. Es menuda, habla rápido, gesticula mucho y parece una chica lista. Ha volado esa misma noche desde Miami y, tras dormir una pequeña siesta, cuenta cómo ha sido su llegada a España: “El conductor me preguntó si era famosa. Cuando le pregunté por qué lo decía, me contestó que por la forma en que vestía y por mi maleta”, relata divertida. “Pero lo mejor vino después. Me quité la sudadera y, al ver mi camiseta, me suelta: ‘¿No serás Karol G?”, cuenta sorprendida: “¿Yo, la Bichota?”, dice en un español marcadamente colombiano, seguido de una sonora carcajada.
Sarah –su verdadero nombre– nació en Líbano el 10 de febrero de 1993, en el seno de una familia cristiana que emigró a Estados Unidos cuando ella tenía 8 años. Aunque creció en Washington, sus nociones de español, confiesa, le vienen de su época de estudiante universitaria en El Paso, Texas —“You know… pinche, pendeja”, dice ahora con acento mexicano—. También habla algo de francés y por supuesto, árabe. Y aunque el taxista no terminara de ubicarla, la fama le acompaña, a su pesar, desde hace una década.
En 2014, su participación en una serie de películas para adultos la convirtió casi de la noche a la mañana en la estrella más buscada de la plataforma Pornhub. Y, más allá, el hecho de que en una de esas cintas luciera un yihab islámico (el pañuelo usado por algunas mujeres musulmanas para cubrirse la cabeza) provocó una gran controversia e hizo que recibiera amenazas de muerte de simpatizantes del Estado Islámico.
Mia no elude hablar de ello, más bien al contrario. Desde que consiguió alejarse de esa etapa de su vida, en vez de esconderse y tratar de recuperar su anonimato, ella aprovechó para dar altavoz a algunas de sus preocupaciones, como los prejuicios sobre el cuerpo femenino, o poner el foco sobre una industria que, en ocasiones, abusa de la vulnerabilidad de jóvenes que no son conscientes de la falsedad del negocio. Ese fue su caso.
Sin embargo, lo sorprendente es que, en realidad, apenas se dedicó unos meses a ello. Y ni siquiera se hizo rica. “El porno es como una letra escarlata. Es algo que, especialmente a las mujeres, nos persigue toda la vida. Nadie te verá nunca más de otra manera. Y es lo único por lo que la gente querrá reconocerte, porque así se aseguran de mantenerte pequeña y en esa caja de los secretos que les hace sentir cómodos”, denuncia.
Pero Mia es mucho más que una mujer comprometida con causas políticas o sociales. También es emprendedora. Ha fundado una marca de joyería corporal, Sheytan —la palabra significa a lo que suena: diablo, Satán—; tiene su propio espacio en la web para adultos OnlyFans —“no esperen nada que no puedan ver en estas páginas”, advierte; y, sobre todo, se ha convertido en una influencer global que acumula, entre Instagram, TikTok y X la friolera de 70 millones de seguidores.
HIGHXTAR (H) – Empezamos por el principio: ¿Te has liberado ya de la presión y las etiquetas de tu pasado?
MIA KHALIFA (M) – Espero que sí, es lo que he estado haciendo los últimos años. Mi paso por la industria del porno no es algo que habría hecho si hubiera sido más consciente con mis veintipocos, y no es algo que animaría a nadie a hacer. No importa en qué situación se encuentren. A mí me ha costado mucho trabajo alejarme de aquello y todavía sigo haciéndolo; no es fácil. A día de hoy muchas puertas se me cierran constantemente en la cara y es muy obvio por qué. Es frustrante y desalentador. Pero a la vez motivador, porque con tantas puertas que me han dado en las narices, aquí sigo. Así que la perseverancia merece la pena.
(H) – ¿Qué has aprendido en este tiempo?
(M) – Que no puedes tomarte las cosas como algo personal. Si la gente quiere verte de una determinada manera no vas a hacerles cambiar de opinión. Y eso en realidad pasa porque están proyectando inseguridades y vergüenza en ti y quieren que seas la cara de esa vergüenza. Si dijeran: “Oh, tienes razón, tenías 20 o 21 años, cometiste un error, fue en circunstancias de explotación”… Si admitieran eso tendrían que reconocer que cualquier vídeo que hayan visto o cualquier sitio porno que hayan visitado también habrá sido en circunstancias vergonzosas y que están contribuyendo a esa explotación. Vivimos en la cultura del miedo y de la vergüenza.
(H) – En tu cuenta de X remarcas una frase: “Llega un momento en la vida en que te das cuenta de que TODO es política”. ¿Hablamos de ello?
(M) – ¿Quieres un titular?: Fuck Trump! [Risas] En serio, que le den. Es lo que pienso; pero también tengo un conflicto interno, porque tampoco respaldo a Kamala Harris. Creo que ella también es cómplice del genocidio.
(H) – Con ese tema tienes una implicación personal: naciste en Líbano.
(M) – Mira, los políticos no son dioses. No son celebridades. No son nadie. Sólo son figuras públicas que nos representan y a los que debemos exigirles responsabilidades. Por eso no voy a votar por nadie que firme lanzar bombas que matan a mi gente.
(H) – ¿Aún tienes familia allí?
(M) – Sí, amigos y familia lejana. Hay muchas personas allí que están atrapadas. Los míos, por suerte, están fuera de Beirut, en áreas más seguras cercanas a la frontera con Siria. Están en una situación en la que no salen de sus hogares, pero pueden acoger a personas que han abandonado los suyos. Ahora mismo, un amigo mío tiene 28 desplazados en su casa de tres habitaciones. Son refugiados, gente que ha salido de sus casas por la fuerza, que están durmiendo en el suelo de su casa, su cocina y su balcón, con hasta seis personas en una cama para que no tengan que vivir en sus autos mientras esperan cruzar la frontera.
(H) – Pero tú tienes un poderoso altavoz: en Instagram te siguen 26 millones de personas, 38 en TikTok y más de 6 en X. ¿Cómo manejas esa audiencia?
(M) – Creo que lo único que he aprendido acerca de decir cosas que provocan una reacción negativa en las redes, es que debo tener cuidado con lo que digo, porque no quiero ser una distracción y que acaben hablando sobre mí. Y cuando digo que debo tener cuidado me refiero a asegurarme de que el foco está sobre el tema y mantenerlo… y que mis emociones no se interpongan en la difusión de un mensaje.
(H) – ¿Cuál es el mensaje?
(M) – El mensaje es que nosotros… —bueno, España no. España lo está haciendo bien. El mensaje es que vivimos bajo gobiernos cómplices de genocidio. Por eso admiro mucho a España y Colombia, que tienen el respeto de Naciones Unidas. Lo importante es que muchos países como el vuestro impongan embargos y dejen de enviar armas que matan a civiles inocentes. Y no es que pidan una solución de dos estados en guerra de inmediato. Piden un alto el fuego para poder negociar las cosas. Pero cuando ves que eso es ignorado, rechazado y pasado por alto, es que realmente no tienen ningún interés en la paz.
(H) – ¿En qué tienen interés, según tú?
(M) – En la colonización. Ese es su único interés. Netanyahu un día se plantará en la ONU, levantará un mapa y dirá: «Así es como será el mundo». Y mostrará Siria, Jordania y Palestina borrados del mapa. Todo estará coloreado igual y se llamará Israel. Dime, ¿cómo llamas a eso? ¿Cómo se entiende eso sin ver a Hitler sosteniendo un mapa y diciendo: «Polonia va a ser Alemania». ¡No hay diferencia!
¿Quieres un titular?: Fuck Trump! [Risas] En serio, que le den.
(H) – Tus defensas y tus ideas son muy claras.
(M) – No sé quién dijo que si no conoces tu historia estás condenado a repetirla. Creo que hay muy poca alfabetización mediática. Sólo así se entiende que la gente no sepa diferenciar entre lo que es claramente propaganda y algo informativo. Ahí está la clave de todo.
(H) – ¿Por eso estudiaste Historia?
(M) – Sí, historia americana. Me especialicé en la II Guerra Mundial. Me gustó estudiar. Me fascinaba, en primer lugar, cómo pudieron dejar que el mundo llegara a tal punto. Y cuando estaba en la universidad pensaba: “Oh Dios mío, esto hoy nunca habría sucedido”. Pero resulta que seguimos viendo docenas de niños desmembrados diariamente en nuestro timeline, lo queramos o no.
Y últimamente he estado pensando mucho en la guerra y la paz. Pero no importa lo que veamos. Y no importa lo que digamos. No importa cuánto protestemos. Las personas que están en el poder harán lo que más les beneficie. Y nos guste o no, lo que más les beneficia es la guerra, porque es lo que da dinero. La producción de armas, el alistamiento de soldados, es lo que mantiene a Estados Unidos. Por eso allí, en las escuelas públicas, quieren que los niños sean tontos, porque así, cuando crezcan serán fácilmente maleables.
(H) – Y diciendo lo que piensas, ¿te sientes en peligro?
(M) – Hoy siento más peligro yendo a la peluquería en Miami Beach que en cualquier otro lugar. Miami es extremadamente sionista y allí he sido agredida y atacada físicamente… hasta en mi casa.
(H) – ¿Por tu discurso político?
(M) – Porque saben quién soy, conocen mis opiniones y saben que soy franca. Una mujer me agredió verbalmente cuando salía del Centro de convenciones de Miami durante una feria de joyería. Otra gente se plantó frente a mi casa esperando que llegara mi Uber Eats o algo así sólo para hacerme una foto y decir: “La terrorista Mia Khalifa ha mostrado su cara”. Después de eso tuve que irme de mi casa un mes porque la gente descubrió mi dirección. Tuve que salir a gatas de mi patio trasero, saltar una valla, atravesar el patio de mi vecino y escaparme a un Airbnb. ¡Parecía Liam Neeson! O he tenido que teñir las ventanillas de mi coche más allá de lo legal porque, cuando un día me detuve en un semáforo en rojo, dos personas se pusieron a golpear la ventanilla de mi coche, llamándome «puta árabe» y escupiendo a mi auto.
(H) – Tu aspecto árabe, ¿cuánto te marcó en la adolescencia?
(M) – En aquella época tenía muchas de las mismas inseguridades que tienen muchos niños y niñas en Estados Unidos, que es sentir que no encajas en absoluto. Y no es porque tengas sobrepeso o no seas bonita o no te sientas bonita, sino que realmente es porque la gente de ahí te hace sentir que eres diferente.
(H) – En tu cuenta de Instagram dices: “Mia Khalifa, inmigrante”. ¿Aún te sientes así?
(M) – Completamente. Vivo en Estados Unidos desde que tenía ocho años, pero sigo sintiéndome una inmigrante. No hay una sola persona allí que me mire y piense: “Oh, eres uno de los míos”. Aunque al crecer y al ir a terapia sí encontré una sensación de pertenencia, pero no con Estados Unidos, sino con la gente que piensa como yo, con otros que también sienten que no pertenecen a ningún lugar. Es una sensación que todavía está en mí. Aunque, por otra parte, me siento orgullosa de ello y feliz de tener una mentalidad de outsider.
EL DIABLO VIENE A VERTE
Mia es una mujer de una rapidez verbal y una inteligencia natural que resulta cautivadora.También tiene humor. Habla del docu reality de Georgina Rodríguez, y se refiere a ello como “una fantasía”. Cuenta que acaba de montar una productora junto a Sara Burn, que la ha acompañado a Madrid. Esta británica, con una amplia experiencia en moda, es su representante y amiga, además de socia en su negocio de joyería, Sheytan.
(H) – ‘Sheytan’ significa… diablo. ¿Otra declaración de intenciones?
(M) – Completamente. Es una palabra denostada: cualquier hombre conservador que ve a una mujer joven vestida, incluso como voy hoy, mostrando tan sólo mis hombros o mis piernas, pensará: es una sheytan. O si hay niños pequeños corriendo por ahí y causando problemas, les gritas que se detengan y los llamas pequeños sheytanes. Y si una chica es promiscua y quiere tener citas, también es sheytan.
Estudié Historia porque quería trabajar en un museo, pero en el sótano, sin nadie más a mi alrededor.
(H) – ¿Y por qué hacer joyas?
(M) – Me encantan, especialmente las de oro, siempre han sido muy importantes para mí. Las joyas para el cuerpo, las pulseras, las tobilleras… todo eso está ligado a mi herencia y a mi cultura. De niña recuerdo admirar las joyas de mi mamá, que aunque no fuera nada para volverse loca, era fascinante. Es algo que la gente conserva y lleva consigo: sobreviven a las guerras y la emigración.
Y cuando Sara y yo comenzamos a trabajar juntas, inicialmente tuvimos la idea de crear una marca de ropa, de estar por casa o lencería. Pero un día Sara me preguntó, ¿pero a ti, qué es lo que de verdad te interesa? Y yo le dije: las joyas, pero no sé nada… Creo que simplemente tenía el síndrome del impostor. ¿Pero, cómo hacemos joyas? Ella dijo, vayamos a visitar fábricas, investiguemos un poco sobre piedras preciosas. Podemos hacerlo. Así nació SheytanWorld, nuestra plataforma: las joyas son una forma de adornarse y una forma de expresión de la mujer árabe. Pero yo tampoco soy sólo una mujer árabe, soy una chica que tiene diferentes intereses y me entusiasma la posibilidad de crear un universo alrededor de la joyería. Por ejemplo, bikinis que puedes usar debajo y encima de la ropa, o solos. O a mí, que me encanta fumar marihuana, ¿por qué no hacer papel de liar? Queremos hacer unos bonitos sujetaporros dorados para que no te estropees las uñas cuando estés fumando. Ese es el mundo que queremos construir alrededor de Sheytan.
(H) – ¿Y cómo va el negocio?
(M) – Va muy bien. Realmente bien.
(H) – ¿Te has hecho rica?
(M) – ¿Rica? Por supuesto que soy rica. [Risas] Mira, ¡tengo una amiga hermosa e increíble a la que puedo contarle cualquier cosa! No, en serio, es que la gente piensa que si eres famoso, eres rico. Pero te digo una cosa, cada vez que busques en Google el patrimonio de alguien, no es en absoluto real. Esta empresa está 100% financiada por mí. No hay inversores. Nadie más que Sara y yo. Todo es autofinanciado. Aunque a veces es un poco complicado ser una celebridad con una marca, porque cuando vamos a hacer cosas como marketing de influencers o a una sesión de fotos, la gente quiere cobrar seis cifras sólo porque piensan que esta empresa está respaldada y financiada.
Yo también tengo que pagar el alquiler y aunque tampoco tengo que vivir de fideos ramen, quiero invertir todo lo que tengo en esto y hacer que el sueño funcione. Tal vez la gente me ve viajando o en las semanas de la moda y no entienden que, en el mejor de los casos, esto no me da dinero: normalmente me cuesta. Puedo entender de dónde nace esa idea de que soy muy rica. Pero no, sólo soy una persona normal que se gana la vida y financia un negocio que espero que algún día me haga sentir lo suficientemente cómoda para poder tener hijos y pagar una niñera o una escuela privada sin tener que pensar en ello.
(H) – Hoy buena parte de tus ingresos procede de OnlyFans. Permíteme adelantarme a aquellos que no entienden que, queriendo dejar atrás tu pasado en el porno, hoy te muestres en la plataforma como una mujer sexy…
(M) – ¡Es que soy una mujer sexy! La gente se siente incómoda con la sexualización de una mujer, es decir, si depende de ella, les incomoda. Creo que hay algo depredador al respecto.
Si estoy en bikini y mis pechos se ven bien, me hago una foto porque soy una mujer joven y me siento sexy, como cualquier otra que tiene derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera. Así que, en mi opinión, es el otro que tiene un problema al decir: “No quieres que te sexualicen, pero sales en bikini”.
(H) – Volvemos a la cultura del miedo y la vergüenza.
(M) – Sí. Por eso seguiré en OnlyFans haciendo aquello con lo que me siento cómoda, no con lo que tú te sientes cómodo viéndome hacer. Así que tengo una plataforma muy poco tradicional en OnlyFans donde, en realidad, no muestro nada más que lo que verías en una revista de moda. Pero mi OnlyFans no es sólo un lugar donde verme en topless o con ropa transparente; también es un lugar para que la gente vea una parte diferente de mí, como yococinando o haciendo cosas que no necesariamente publico en otras redes sociales.
Además, es una plataforma para adultos. No vas a ofender a nadie. Y no hay nada de lo que hago ahí de lo que me sienta avergonzada. Eso es lo que me hace sentir cómoda, porque está bajo mi control y lo hago en la medida en que me siento a gusto. Así que, cuando la gente dice cosas como: “No quieres que te sexualicen, pero estás en OnlyFans…”, me dan ganas de decirles: ¿No entiendes el concepto de consentimiento? Es decir, si tú viste a una chica de 20 años que no sabía qué carajo estaba haciendo y que se encontraba en circunstancias mentales extremadamente extenuantes cuando tomó esa decisión… es que no te enteras de nada. Yo ahora soy una mujer adulta que se siente hermosa, empoderada y sexy. Así que si tienes algún problema con eso, espero que algún día tengas una hija y que ella pase por lo mismo que le estás criticando a otra mujer.
(H) – ¿Cuál era tu sueño cuando eras niña?
(M) – Siempre me imaginé trabajando, pero no en cualquier cosa. En realidad estudié Historia porque quería trabajar en un museo, pero en el sótano, sin nadie más a mi alrededor. Ese era mi sueño. De niña, cada vez que tenía la oportunidad de pedirle a mi familia que nos llevara a algún lugar, yo quería ir a uno de los maravillosos museos Smithsonian de Washington DC. Miraba a las personas que trabajan allí y para mí era como “Dios mío, qué suerte”.
(H) – Y ahora, ¿qué te gustaría ser cuando seas mayor?
(M) – Me gustaría ser una buena mamá y una buena amiga para los que me rodean. Quiero ser una buena persona y seguir viviendo en integridad. Eso es todo lo que quiero. Aferrarme a mis valores y no renunciar a ellos. Y sé que así todo lo demás encajará.
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