Miley Cyrus no va de gira, y no es por falta de amor hacia sus fans. Es una decisión compleja y —como todo en la vida de Miley— profundamente humana. En una reciente entrevista con Zane Lowe, la cantante de «Flowers» rompió el silencio y explicó lo que muchos han malinterpretado desde que en 2023 dijo que no quería volver a salir de tour.
«Cuando yo gano, ganamos», dijo entonces, dejando claro que su vínculo con sus seguidores no depende de un escenario. “Mis fans se sienten profundamente en mi corazón”. Pero hay algo más detrás de esta elección, algo físico, médico. Algo que redefine completamente el mito de la estrella del pop incansable.
En conversación con Lowe, Miley fue transparente: sufre de edema de Reinke, una condición asociada al abuso de las cuerdas vocales. “Tener 21 años y quedarse despierto bebiendo, fumando y de fiesta después de cada espectáculo no ayuda”. Sin embargo, deja algo claro: su estilo de vida no fue el detonante, solo el contexto.
Lo más delicado es que sufre también de un pólipo vocal: un crecimiento que, paradójicamente, es parte esencial del tono rasgado y poderoso que define su voz. “Me está dando mucho del tono y la textura que me ha hecho quien soy”, confiesa. Pero cantar así, noche tras noche, es como “correr un maratón con pesas en los tobillos”.
Una cirugía podría resolverlo, sí. Pero el riesgo es alto: perder el timbre que la convirtió en un fenómeno cultural. “La posibilidad de despertar y no sonar como yo misma es una probabilidad”, admite. Y para alguien cuya voz es su identidad, eso no es negociable.
Miley lo tiene claro: su voz no es perfecta, es única. Y esa imperfección es parte de su historia. “Crea esa fritura vocal definitiva… Tengo esta bendición de una condición con la que vivo. Mi voz es súper única gracias a eso”.
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