Karl Lagerfeld, posiblemente el diseñador más icónico del mundo y sin duda el más prolífico, ha muerto en París a los 85 años.
Con una carrera de siete décadas como hombre libre de la moda, Lagerfeld creó colecciones simultáneas para las célebres casas de Chanel y Fendi, además de su marca insignia, todo ello a un ritmo sin rival en la industria del lujo. Para Lagerfeld, diseñar era respirar, «así que si no puedo respirar, estoy en problemas«, bromeaba a menudo con los periodistas, que se asombraban de su inagotable ética de trabajo y de su insistencia en que nunca se retiraría.
Lagerfeld, como talentoso diseñador y provocador visual, era único entrelazando las superficialidades de la moda con temas de gran profundidad.
Afirmó que nunca hablaba de cifras de ventas o presupuestos con la gerencia. «Soy un sicario, incluso en mi propio negocio«, dijo en una entrevista de la BBC, señalando que sus contratos con Chanel y Fendi le permitían hacer lo que quisiera por su cuenta. Esa libertad extraordinariamente rara de las restricciones de la responsabilidad financiera le permitió hacer continuamente ropa que inspiraba a los consumidores a soñar.
«Creamos un producto que nadie necesita, pero que la gente quiere», dijo. «Si necesitas un coche, puede esperar, pero si quieres un nuevo artículo de moda, no puede esperar.«
Mientras los diseñadores de la mitad de su edad se quejaban del agotamiento por el ritmo enloquecido de la moda, Lagerfeld se dedicó aún más a una constante corriente de proyectos editoriales, fotográficos, cinematográficos y de diseño, incluyendo una colaboración de «fast fashion» con H&M en 2004.
Lagerfeld era, en muchos sentidos, una caricatura autodibujada de lo que un diseñador poderoso debería ser, un dios estilístico que era mundano e intelectual, dominante y caprichoso. Un dios de la moda que amaba su trabajo por encima de todo, «¿por qué debería dejar de trabajar?» le decía a cualquiera que se atreviese a abordar el tema de su jubilación. «Si lo hago, moriré y todo habrá terminado.» Desgraciadamente hoy ha sido así, nunca veremos su coleta blanca empolvada y su cara cubierta con las clásicas gafas de sol negras recorriendo la pasarela.
Hoy una pieza clave en la evolución de la moda se ha ido, pero ha dejado un legado que jamás pasará desapercibido. Hasta siempre K.L.
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