Javier Calleja ha sido internacionalmente aclamado por su pujanza creativa. Ya sea a través de la pintura, el dibujo o la escultura, la caprichosa variedad de figuración ofrecida por Calleja nos proporciona una cautivadora vía de escape en esta época de incertidumbre y desasosiego global. La exposición One, True, Tree, For…, que próximamente se inaugura, supone el estreno en Nueva York de la nueva obra de este artista. La muestra, además, tiene lugar diez años después de su última exposición neoyorquina, y complementa otra exposición individual del artista, exhibida en el Seoul Arts Center, del Hangaram Art Museum de Seúl, hasta el 27 de octubre de este año.
Las figuras de Calleja —representaciones de sujetos que son como hijos conceptuales del propio artista— exigen atención. Los personajes se sitúan ante nosotros con un aire enigmático; sus historias, aparentemente congeladas, están llenas de cromáticos indicios que se derraman por las superficies planas, materializándose a menudo en forma de desvarío escultórico a lo largo y ancho de la galería. Adornadas con frases y elementos accesorios, estas figuras exhiben audaces y cautivadoras expresiones, especialmente subrayadas en sus ojos saltones y sus irónicas sonrisas.
La mayoría de los personajes de Calleja nos ofrecen una amplia variedad de sonrisas. Con un aire de júbilo, misterio o picardía, la sonrisa abarca toda la historia del arte pictórico. Los sujetos sonrientes, que en ciertas épocas aparecían pocas veces en los cuadros, se personifican en la Mona Lisa y su ambigua sonrisa de labios firmemente sellados. Aunque la Mona Lisa de Leonardo da Vinci no esté directamente relacionada con el estilo de Calleja, la obra maestra del italiano y la producción —en múltiples medios— del creador español comparten un hilo conductor: ambas establecen una divertida relación entre la pieza artística inanimada y el espectador activo e implicado.
Es sabido que las fuentes de inspiración procedentes de la historia del arte son numerosas en la producción de Calleja, pero el propio artista insiste muchas veces en que hay demasiadas referencias como para enumerarlas. Él prefiere recalcar simplicidades visuales en las que se esconden complejidades de práctica y contenido. Estas inspiraciones recorren el tiempo y las geografías, desde el movimiento Superflat hasta el surrealismo de René Magritte, pasando por iconos americanos como Mark Rothko, Philip Guston y Andy Warhol. Se trata de un arte que encierra placer visual.
Basta considerar el cuadro Thirty Are Better than One [Treinta, mejor que una], de Andy Warhol —la gran composición de 1963 que repite la figura de la Mona Lisa—, y compararlo con las complejas obras de Calleja. La multiplicidad, la repetición, la escala y el uso de la cultura popular se convierten en una suerte de apropiación visual. En ambos casos se esgrime la filosofía vital del «más es más».
Asociada a la estética del arte pop, la obra de Calleja se nutre igualmente del lenguaje visual de los tebeos de época. Aunque inicialmente se podría hacer referencia a las ilustraciones de R. Crumb, a la tira cómica Snoopy, de Charles M. Schulz, o a Daniel el Travieso, una aproximación a las influencias formativas de Calleja nos llevaría más bien a Rompetechos, la serie de historietas del dibujante Francisco Ibáñez. El homónimo protagonista de estas historias navega por un mundo marcado por la confusión, el caos y el humor, rasgos que cautivan y al mismo tiempo entretienen al público.
Calleja reproduce con maestría esta sensibilidad, utilizando narraciones concisas dentro de un marco visual que transforma el espacio de la galería en un escenario de payasadas y suspense. Su trabajo, a la manera de un tableau vivant, integra medios diversos, como el revestimiento mural, los elementos escultóricos, la pintura y las obras en papel. Este enfoque múltiple pone en juego una distorsión lúdica de la escala, en la que las dimensiones familiares de los objetos se subvierten, amplificando el impacto de los mismos y alterando su significado percibido.
La exposición que está a punto de inaugurarse explora el estrecho entrelazamiento de los personajes de Calleja con la naturaleza. Uno de los retratos, pintado sobre lienzo, representa una figura de ojos azules y espesa cabellera azul, de la que brotan azahares y cítricos. La camiseta del sujeto exhibe un rótulo que reza “One, true, tree, for…”, reflejando a la vez un numerológico juego de palabras y la universalidad de la lengua inglesa. El juego de palabras sugiere un orden estructurado, tanto de origen natural como impuesto por los sistemas humanos. En un retrato complementario, el protagonista viste un mono de color naranja adornado con la leyenda «1980», que podría significar una fecha o una estructura de clasificación. Del pelo verde de la figura manan margaritas, cuyas asociaciones terrenales contrastan con las connotaciones del uniforme, que nos recuerda los imperativos del orden social.
Otra de las figuras de Calleja exhibe una amplia cabellera verde, estirada hacia fuera y coronada con un cactus, mientras sus acuosos ojos azules y su sutil sonrisa de medio lado transmiten una sensación de distracción. Aunque el personaje extiende los brazos hacia el espectador, su mirada y su sonrisa están descoordinadas, como eludiendo la implicación directa. “Hold on, hold on, hold on, hold on”, dice el texto que luce la figura en la ropa, y la frase se derrama por el borde del lienzo como si contradijera por completo lo que las palabras expresan. Este retrato, como los demás, establece una descarnada dicotomía entre los aspectos estructurados de la identidad social y los elementos incontrolables de la experiencia humana en el mundo natural.
El conjunto de obras, cuyo desarrollo ha llevado consigo más de un año, señala un retorno temático a la naturaleza. La personificación de elementos naturales es una práctica profundamente enraizada en la historia del arte, que data de hace milenios y abarca múltiples culturas, como ilustra el alegórico cuadro La primavera, de Botticelli. Los verdes retoños, las flores en eclosión y la aparición de los frutos sugieren la llegada de una nueva estación, y con ella, metafóricamente, una nueva fase en la evolución creativa del artista.
Javier Calleja lanza una serie exclusiva de serigrafías con Almine Rech Editions.
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