La colección FW23 de Miuccia Prada y Raf Simons reconceptualiza, reconsidera y, en última instancia, redescubre las ideas de belleza.
Aquí la belleza no viene determinada por la estética, sino por la acción: las prendas son signos, representación de la belleza del cuidado, del amor, de la realidad. Mediante un cambio de propósito, se otorga un significado a la ropa que expresa estos valores fundamentales. Los uniformes son representaciones sartoriales del cuidado y la responsabilidad, transformadas utilizando el lenguaje estético de los trajes de noche. Los vestidos de novia, símbolos del amor, se convierten en atuendos cotidianos, cuyas faldas se proponen con jerséis como una nueva forma de vestir cotidiana. Este intercambio, entre la noción de lo cotidiano y el traje de ocasión, lo familiar y lo excepcional, confiere una importancia diferente a ambos.
La protección del cuerpo a través de la ropa sugiere una tierna preocupación, la custodia. Los volúmenes envolventes remodelan las prendas de abrigo clásicas, propuestas por el armario masculino; el relleno de plumón protege y abriga. Las piezas de cuero y ante se inspiran en las prendas de protección. Las flores, muestras de afecto, evocan al mismo tiempo la artesanía de la moda, otro gesto de cuidado.
La noción de transformación se extiende al espacio del Depósito de la Fondazione Prada, donde un techo móvil -reiteración de la decoración del desfile de moda masculina de enero- modifica las dimensiones, ampliando y reduciendo alternativamente la sala. El proceso descubre la decoración floral, antes oculta dentro de la forma industrial; su elevación provoca otra reconsideración tanto del espacio como de las figuras que se mueven en él, un nuevo punto de vista.
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