La revista, la Mansión y las orejas de conejita son solo la punta del iceberg del imperio mediático que consiguió moldear una generación entera.
En pijama de seda, desde la cama circular y consumiendo dexedrina, Hefner trabajaba sin descanso para crear la revista para adultos más vendida del planeta. Pero lo que puede parecer una simple publicación, es en realidad un proyecto más ambicioso, capaz de cambiar el modelo de masculinidad preponderante de la posguerra. Paul B. Preciado hace en su libro Pornotopía una meticulosa disección de Playboy, para llegar a la conclusión de que lo conseguido por el hogareño Hefner fue más allá de una considerable fortuna; como si de un dios se tratara, Hefner moldeó al hombre moderno bajo su imagen y semejanza, creando un modelo que sigue perdurando.
Playboy reivindicaba en sus páginas el espacio doméstico de la masculinidad, que históricamente había sido reservado a la mujer. Betty Friedman también andaba diciendo algo parecido por la época, pero desde el feminismo; cuando las mujeres querían salir de casa, Hefner quería meter al hombre. Las propuestas eran complementarias, como si del mecanismo de una puerta giratoria se tratase. Salían mujeres para meterse hombres. Y este fue uno de los motivos al que debió su éxito. Pero de ninguna manera el plan de Hefner era destituir al hombre de su poder hegemónico, quería que ese poder se ejerciera desde un espacio seguro y controlado por él, como era el hogar del soltero conectado con el exterior mediante dispositivos electrónicos. Preciado apunta que es una manera de invertir los contrarios; control del exterior pero desde el interior, domestico pero trabajador, etc. Y que en esta inversión de contrarios, en este poner boca abajo las normas sociales, radicaba el placer que vendía a sus lectores Playboy. Hefner fue el hombre modelo, desde la cama giratoria controlaba la revista, los clubs y la misma mansión en la que se encontraba. La cama giratoria acabaría siendo un emblema, tanto por las famosas fotos de Hefner trabajando tumbado, como por convertirse en un dispositivo que encarnaba el giro que Hefner había provocado en la sociedad.
La revista ofrecía al lector un espacio en el que las normas sociales quedaban invertidas, como un oasis dentro de la vida. Playboy no exigía el matrimonio, ni tener una casa con césped recién cortada, la única exigencia era divertirse; como bien señalaba la inscripción en latín colocada en la puerta de la Mansión: “Si non oscillas, nili tintinare” (“Si no te meneas, no llames”). Era la posibilidad de ser un adolescente voyeur por unos minutos, sin dejar de lado la vida de casado.
Playboy jugaba con no ser obsceno del todo, las imágenes no eran desnudos completos. Las chicas que salían en la revista aparecían solas, sin presencia masculina, llevando a cabo una tarea cotidiana como lavar los platos, y por un pequeño desliz, dejando a la vista una parte sexual de su cuerpo. Eran imágenes que invitaban a mirar y a descubrir. Elllamado por Preciado “objeto masturbatorio”, no era tanto el descubierto de la chica, como el poder de mirar sin ser visto. Más tarde se llevaría a la práctica audiovisual en la Mansión, donde los invitados aceptaban ser grabados en cualquiera de las estancias de la casa.
Como en el amor, nada es para siempre, y un imperio mediático menos. Con la llegada de internet y las nuevas formas de consumir pornografía, Playboy acabaría quedando obsoleto. Pero el modelo que Hefner ideó, que tan bien vendió en sus revistas, shows de TV y productos, sigue vigente. Creo que ni el propio Hefner hubiera esperado que durante los meses de confinamiento el consumo de pornografía aumentara un 60%. Nos meten en casa unos meses y nos convertimos en minihefners; trabajando y masturbándonos desde nuestras camas.
Ahora la Mansión ha sido comprada por un magnate por 100 millones de dólares y remodelada; no queda nada de la histórica gruta donde se celebraban las fiestas. Igual ha sucedido con el modelo de consumir pornografía; es el mismo pero ha mutado. Internet ha conseguido que crear el oasis de ausencia de normas sociales que creaba Playboy, el que muchos necesitan para vivir, y el que como en el cine, solo nosotros elegimos creer.
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