Madrid es una ciudad en constante movimiento, siempre ávida de nuevas experiencias que desafíen lo establecido. En el barrio de Justicia, una de las zonas más vibrantes y cosmopolitas de la capital, Snake Bar abre sus puertas como un proyecto que va mucho más allá de la simple coctelería o la restauración: es un homenaje elevado a la cultura pop y a las décadas que definieron nuestro imaginario colectivo.
Arrancar a las 17:00 es ya una declaración de intenciones. Snake introduce en Madrid el concepto del afterlunch como ritual urbano: un punto intermedio entre el café de sobremesa y la primera copa de la noche, un espacio diseñado para extender el placer, dejarse llevar y entrar en un tiempo propio, marcado por una banda sonora que recorre tres décadas icónicas —70, 80 y 90— remezcladas con mirada contemporánea.
El espacio no se limita a mirar atrás con romanticismo. Al contrario: en Snake la nostalgia se convierte en un material vivo que se reinterpreta con descaro, como haría un DJ al versionar un himno clásico. Aquí no se llora por lo perdido, se celebra lo vivido. La propuesta estética y conceptual bebe de la irreverencia de esas décadas, pero la traduce al lenguaje del Madrid actual: eléctrico, creativo, plural.
Un menú líquido con (mucha) personalidad
Uno de los grandes ejes de Snake Bar es su carta de coctelería, diseñada como una playlist para beber. Cada cóctel es un track que dialoga con un himno pop, combinando precisión técnica y espíritu lúdico. El resultado es una experiencia que apela tanto al paladar como a la memoria emocional de generaciones enteras.
Eye of the Tiger (Survivor): un arranque cargado de energía, donde la ginebra y el vino manzanilla infusionado se encuentran con un inesperado guiño salino a la gilda. Potente, gastronómico, inolvidable.
Corazón Partío (Alejandro Sanz): un cóctel pensado para corear en plural. Cachaza, Pedro Ximénez, piña y mango en un trago festivo, fresco y juguetón.
Let it Be (The Beatles): paciencia y maestría. Un Old Fashioned reinterpretado con bourbon infusionado en croissant y un azúcar trabajado durante más de 30 horas. Una oda a la espera convertida en recompensa.
La playlist líquida continúa con nombres que todo el mundo reconoce —Baby One More Time, Wonderwall, Like a Virgin— transformados en sorbos que funcionan como memoria colectiva embotellada. A su lado, los grandes clásicos (Dry Martini, Daiquiri) se mantienen fieles a su esencia, con el respeto y la técnica que exige cualquier estándar elevado.
Snake también da protagonismo a la coctelería sin alcohol, concebida con la misma precisión y creatividad, entendida como alternativa plena, no como concesión secundaria.
En palabras de Carlos Moreno, Bartender Ejecutivo de Snake Bar: “Aprendemos las normas como profesionales para romperlas como artistas. Componemos nuestros propios temas, pero cuando versionamos un clásico, lo hacemos con el máximo respeto.”
Una propuesta gastronómica para compartir
La carta gastronómica complementa la experiencia líquida con propuestas pensadas para compartir. Una selección que navega entre lo canalla y lo refinado, con guiños internacionales y raíces locales.
Los imprescindibles: Ostra francesa con aliño Bloody Mary en chupito; Steak tartar coronado con gilda; Guacamole con torrezno crujiente; Pizza de salami picante y smash cheeseburger.
El pollo gallego de corral frito se perfila como icono de la casa, acompañado de guarniciones propias: Mac & Roq, patatas muy crujientes, encurtidos caseros y salsas diseñadas ad hoc.
En el capítulo dulce, clásicos reinventados con sutileza: gofre con chocolate caliente y helado de vainilla, cheesecake cremosa y envolvente.
Como resume Mariano Barrero, Director Gastronómico de GLH Singular Restaurants: “Queríamos que la gastronomía de Snake Bar tuviera el mismo efecto que esas canciones que todos hemos cantado alguna vez: unión, complicidad, celebración compartida.”
Una puesta en escena que lo eleva todo
Snake no es solo un lugar donde se bebe y se come. Es una puesta en escena que juega con la estética pop, con la luz y con la música como elementos de inmersión. Cada visita se convierte en una pequeña historia que pide repetición.
El diseño abraza la cultura pop con códigos magnéticos, transportando a épocas que marcaron a generaciones, pero sin caer en la copia literal. Es una reinterpretación: Madrid 2025 visto a través del prisma de Queen, Madonna, Sanz o Britney.
Bajo el local, tras los pasillos de la cocina, se esconde un reservado clandestino: un espacio íntimo, magnético, pensado para grupos que buscan exclusividad y la sensación de ser parte de un secreto.
Cobra Jam: directo solo para quienes saben dónde estar un miércoles
Los miércoles, Snake Bar se transforma en un laboratorio sonoro con Cobra Jam, sesiones improvisadas donde DJ Kara, músicos y vocalistas crean en directo tracks irrepetibles. Temas que nacen y mueren allí, como un ritual efímero reservado a quienes saben dónde estar. Una propuesta que refuerza la identidad de Snake como espacio vivo.
Con Snake Bar, el grupo GLH Singular Restaurants amplía su universo creativo, reafirmando su vocación de ir más allá de lo gastronómico para diseñar experiencias con identidad propia. Cada proyecto del grupo es una declaración de intenciones, y Snake se erige como una oda a la cultura pop, a la irreverencia y al disfrute del presente.
Un lugar donde coctelería, bocados y música se entrelazan para convertir cada afterlunch y cada noche en recuerdo. O como dijo Queen: Don’t stop me now, I’m having such a good time.
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